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miércoles, 5 de agosto de 2009

Cronopiando: Paso de "Pásalo"

Al momento de escribir estas lineas nos llega un reporte que nos indica que posiblemente el gobierno de Venezuela ha liberado al refugiado político vasco Iñaki Etxebarria, esperamos poder confirmar tan buena noticia pronto. Por ahora leamos la opinión de Koldo Campos con respecto al despido de Gabirel Ezkurdia de la EiTB del "cambio":

Cronopiando

Paso de “Pásalo”

Koldo Campos Sagaseta

Se que habrá quien piense que se trata de otro atentado más contra la libertad de opinión, que el cese de Gabirel Eskurdia como contertulio en el programa “Pásalo” que emite ETB, sólo es otra muestra del nuevo y conciliador talante con que han llegado los tolerantes al gobierno, pero no.

Realmente, lo que hay es una crisis económica que ajustar, y que ha provocado un “ajuste de empleo”, con su correspondiente “ajuste de opinión” para reducir los costos del “ajuste del debate”, que no hay porqué entender en todo esto un “ajuste de cuentas”.

Para los directivos de la ETB y del programa, si alguna opinión era prescindible, a la hora de “ajustar la palabra”, esa voz era la de Gabirel Eskurdia, por un problema que vengo señalando hace ya tiempo y que está afectando a todos los programas de este tipo.

Y es que con la aparición de tantos contertulios de pasado rojillo, que pueden hablar en su doble condición de ex rojillo y “políticamente correcto”, los medios de comunicación pueden prescindir tranquilamente de la presencia de los genuinos rojos, o de los que aún conservan la vergüenza, y ahorrarse una soldada.

De hecho, haber sido rojillo alguna vez, se ha convertido en un requisito casi imprescindible para ser contertulio de los grandes medios de comunicación. No rojo, que suena demasiado ortodoxo, casi estalinista, sino “rojillo”, un término más entrañable y familiar. Y tampoco recientemente, sino entonces, cuando la dictadura justificaba, incluso, ciertas veleidades comunistas a los que hoy fungen de oráculos y árbitros de la opinión pública.

Al paso que vamos no me sorprendería que, cualquier tarde, hasta contertulias tan habituales en la radio y la televisión como Paloma Zorrillo, cuya incontinencia verbal sólo es comparable a su verbal incontinencia, reconozca haber llegado al Opus desde su pasada militancia troskista.

Y es que contar con un pasado “rojillo”, así fuera tan fugaz que no quede ni memoria del viaje, ni siquiera constancia en muchos casos, para mejor arremeter contra su espejo, sirve a algunos amigos de tangos y milongas como común coartada con que cubrirse “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.

Coartada, por otra parte, que goza, no por casualidad, de especial predilección en las gerencias y despachos en las que se reparten cámaras y micrófonos, además de otras gracias y retribuciones.

Habrá quien piense que la revelación del remoto pasado “rojillo” en boca de tantos contertulios sólo busca enfatizar en el ánimo de la audiencia un mayor conocimiento de causa a la hora de discutir un problema, cualquier conflicto, pero lo que en verdad revela es la absoluta falta de criticidad o pensamiento en eso que se ha dado en llamar “derecha”, que tiene que nutrirse en la otra orilla de voces que la representen, o alardear, como virtud que se persigna, de haber estado alguna vez al otro lado.

Por ello nunca vamos a escuchar a un contertulio que, actualmente, siga siendo “rojillo” o, simplemente, rojo, reconocer que fue facha o macho enjaulador o embaucador de almas o déspota patrón. Como excepción, quienes alguna vez hemos dado gracias a Dios y a su Iglesia por nuestro presente ateismo.

Y es que la derecha siempre ha tenido una pésima opinión de sí misma, lo que explica la dificultad que ha manifestado para definirse. Mientras algunos partidos, con mayor, menor, o ningún derecho, se disputan el favor de encarnar la izquierda, en la derecha nadie se reconoce como tal. El Partido Popular, sin ir más lejos, acaba de anunciar con alborozo, “haber llegado al centro” tras largo y tortuoso camino.

Haber sido “rojillo”, sin embargo, no sólo ya no es causa de vergüenza, sino motivo de general reconocimiento.

Y, sobre todo, el que se haya extendido entre tantos contertulios esa costumbre de reconocerse memorias “rojillas”, que casi ya parece una epidemia, para mejor ilustrar sus actuales desvaríos, sirve a las empresas de comunicación para reducir la nómina de oráculos y ahorrarse algunos sueldos, dado que ahora cuentan con dos contertulios en uno. El mismo invitado que, por ejemplo, ha defendido las ventajas del tren de alta velocidad, capaz de depositarnos en la puerta de la oficina de empleo una hora antes, es también, desde su pasado “rojillo”, el encargado de traducir la opinión contraria, caso de que exista, y hasta valorarla.

El problema es lo aburridas, lo falsas, lo insulsas, lo insoportables que se vuelven las tertulias. Por eso es que, mejor pasa.


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