Hace unas semanas un troll españolista dejó algunos comentarios en entradas a este blog referentes a Jose Mari Sagardui "Gatza", el Mandela vasco.
En Euskal Herria la libre discusión de algunos temas están prohibidos y el ejercicio político fuertemente acotado por la constante amenaza de criminalización. El sistema de apartheid implementado por Madrid en contra de las opciones políticas del electorado vasco ha girado alrededor de la exigencia por "condenar la violencia (política) de ETA". Batasuna, EHAK, ANV y un centenar de listas electorales han sido ilegalizados en base a esta exigencia aún cuando hace unos días el mismísimo Alfredo Pérez Rubalcaba anunciaba que Batasuna ni con una condena a ETA podrá regresar a ser una opción política legal.
Pues bien, recientemente el inglés David Miliband a llevado a cabo unas declaraciones que de tratarse él de un político español, catalán, vasco o gallego ya hubiera sido encarcelado por Baltasar Garzón o Fernando Grande-Marlaska acusado de "enaltecimiento del terrorismo" o apología. Al respecto este texto publicado en Gara:
Hablando de la relatividad de los conceptos, Tony Blair quien hoy es considerado un gran estadista es en realidad un criminal de guerra que junto con George W. Bush y José María Aznar es responsable directo de la muerte de docenas de miles de civiles inocentes en Irak. En el caso de los arriba mencionados, tanto políticos como periodistas y líderes de opinión participan gustosamente en la campaña para eximirlos de su responsabilidad. Como resultado la "opinión pública" tiene una buena percepción de este trío al extremo de que UNITEC, un centro universitario en México ha estado anunciando con bombo y platillo una video-conferencia con Tony Blair cuando el ex mandatario inglés debiera en estos momentos tener derecho a las mismas con su familia y abogados desde una celda en La Haya.
En Euskal Herria la libre discusión de algunos temas están prohibidos y el ejercicio político fuertemente acotado por la constante amenaza de criminalización. El sistema de apartheid implementado por Madrid en contra de las opciones políticas del electorado vasco ha girado alrededor de la exigencia por "condenar la violencia (política) de ETA". Batasuna, EHAK, ANV y un centenar de listas electorales han sido ilegalizados en base a esta exigencia aún cuando hace unos días el mismísimo Alfredo Pérez Rubalcaba anunciaba que Batasuna ni con una condena a ETA podrá regresar a ser una opción política legal.
Pues bien, recientemente el inglés David Miliband a llevado a cabo unas declaraciones que de tratarse él de un político español, catalán, vasco o gallego ya hubiera sido encarcelado por Baltasar Garzón o Fernando Grande-Marlaska acusado de "enaltecimiento del terrorismo" o apología. Al respecto este texto publicado en Gara:
(Casi) Nadie discute que en Sudáfrica la violencia fue legítima
Unas declaraciones públicas del ministro de Exteriores británico, David Miliband, sobre la violencia política en un programa dedicado a glosar la vida y la lucha del que fuera dirigente del Congreso Nacional Africano y líder de la resistencia armada contra el apartheid, Joe Slovo, han desatado la polémica en Gran Bretaña.
Iñaki Soto | Licenciado en Filosofía
Sudáfrica es el caso paradigmático donde se demuestra que quienes una vez fueron tachados de «terroristas» pueden pasar en otro momento de la historia a ser considerados «luchadores por la libertad», así como llegar a formar parte del Gobierno y ser recibidos con todos los honores por quienes antes los despreciaron. Incluso alguno de ellos puede llegar a recibir galardones como el premio Nobel de la Paz.
Algo tan evidente debería llevar a las personas con responsabilidades públicas -bien sean políticos, periodistas o profesores, por poner algunos ejemplos claros- a tomar con cierta cautela el término «terrorista». No es necesario retrotraerse a la resistencia francesa o a personajes como George Orwell para entender que la legitimidad de la lucha armada no es una cuestión que se pueda resolver en términos morales abstractos, sino que sobre todo es una cuestión política. En principio, tanto la legitimidad como la viabilidad de la lucha armada dependen de las condiciones en las que ésta se dé. Lo cual implica que, igual que la violencia política no es universalmente condenable, tampoco se puede dar por buena, por efectiva o por emancipadora toda insurrección armada, ni mucho menos. Otra vertiente de este problema proviene de que, en un contexto concreto y referido a una organización concreta, decir estas obviedades puede ser ilegal, lo cual complica el libre debate.
Por lo tanto, admitir que no es posible una condena universal de la violencia política es, entre otras cosas, una cuestión de honestidad intelectual. La historia universal resulta incomprensible si no se acepta esta idea básica. Más aún para quienes aspiran a un mundo más justo. Más ahora, tiempo de recuperar fuertes rendidos cuando, a nivel internacional, parece entrar en crisis la fase en la que la acusación de «terrorismo» ha sido suficiente para justificar todo tipo de ataques contra las libertades civiles y políticas por parte de los estados.
David Miliband, el canciller británico, tuvo un ataque de honestidad y sinceridad recientemente. Miliband es uno de los pesos pesados del Partido Laborista y del Gobierno de Gordon Brown. De 44 años, hijo del pensador marxista Ralph Miliband, fue director de Políticas de Tony Blair y participó en la redacción del Manifiesto laborista para las elecciones de 1997.
Miliband es considerado un «blairite», termino acuñado para definir a los laboristas más afines a las ideas del que fuera líder del partido, y a menudo su nombre aparece asociado a todo tipo de rebeliones internas destinadas a desbancar a Gordon Brown, cuyos seguidores son denominados «brownite». No obstante, Miliband parece permanecer fiel a Brown e intenta superar esa división que amenaza la unión dentro del laborismo y su fuerza electoral y política, en franca decadencia. Defensor de un progresismo liberal mezclado con elementos ecologistas y socialdemócratas, ha sido considerado parte del ala izquierda del New Labour.
Dicho lo cual conviene recordar que ese Nuevo Laborismo es el responsable directo de la ocupación de Irak y Afganistán, así como del desarrollo de leyes de excepción a nivel estatal e internacional formuladas al amparo de la «guerra contra el terror» promovida por Tony Blair.
Volviendo al tema de la polémica, la semana pasada, en el programa «Great Lives» de la radio BBC4 (www.bbc.co.uk/programmes/b00lyfm8), David Miliband participó en una sesión que glosaba la vida de Joe Slovo, dirigente del CNA y del PC sudafricano, y mando a su vez del movimiento de resistencia armada Umkhonto we Sizwe. Slovo fue amigo personal del padre de David Miliband, y éste no dudó en defender que la lucha del militante sudafricano había sido una gran influencia para él y su familia.
Según Miliband, la violencia política puede ser, en algunos casos, justificable y eficaz. Teniendo en cuenta su defensa de Slovo como referencia política y moral, y dadas las responsabilidades que éste tuvo hasta el final del apartheid en Umkhonto we Sizwe, la organización armada sudafricana, el periodista Matthew Parris preguntó a Miliband si considera que la violencia política -«terrorismo», en palabras del locutor- puede en algún caso ser considerada «correcta» («right» en inglés). Aceptando que era una cuestión complicada, Miliband matizó que en ese contexto el término «correcto» debe ser considerado en dos sentidos: «si es justificable y si es efectiva». Dicho lo cual no dudó en contestar que «sí, hay circunstancias en las que es justificable y, sí, hay circunstancias en las que es eficaz». El canciller añadió que «es difícil argumentar que, por sí misma, una lucha política hubiera arrojado resultados. El golpe contra el corazón de la pretensión del régimen de mantener el monopolio del poder que representó el ala armada del CNA fue muy significativo». No obstante matizó que la reacción violenta «no es nunca efectiva por sí misma», haciendo referencia a las dos dimensiones de la lucha contra el apartheid, la política y la armada.
La polémica no tardó en arreciar. La semana pasada, el responsable de Exteriores del Partido Conservador, William Hague, acusó a Miliband de dar argumentos que pueden «legitimar el terrorismo» y añadió que «los miembros del Gobierno deben ser muy cuidadosos a la hora de insinuar argumentos que parezcan legitimar el terrorismo en algunas circunstancias». Hague obvió el caso sudafricano y trajo a colación la situación de Afganistán, en un momento en el que las bajas entre los soldados británicos se han disparado. Según Hague, «cuando se dedica tanto esfuerzo de nuestras fuerzas de seguridad a derrotar a los terroristas, en medio de los sacrificios de nuestras tropas en Afganistán, éste difícilmente es el momento de argumentar que el terrorismo es aceptable a veces».
Esta semana, el anterior líder de los liberales, sir Menzies Campbell, también ha entrado en la polémica considerando las palabras de Miliband «imprudentes». Campbell aseguró en otro programa de la misma emisora que utilizar la violencia para fines políticos es «inaceptable» en cualquier contexto, si bien también evitó hacer referencia alguna al caso sudafricano, poniendo ejemplos ligados al conflicto árabe-israelí.
El problema de la definición del término «terrorismo». Más allá de la esfera política, la polémica ha seguido su curso en los medios de comunicación. Si los medios afines a la derecha, como el «Daily Mail», criticaban la inexperiencia o lo que consideran una metedura de pata del canciller, otros ofrecían la otra cara de la moneda. Este lunes, la periodista Natalie Hanman, en su columna en «The Guardian», cuestionaba las razones de la polémica y ahondaba en el verdadero debate que trasciende por mucho las declaraciones de Miliband: el significado de «terrorismo».
Además de reseñar lo imposible de adoptar una definición común de terrorismo -ni siquiera la ONU es capaz de hacerlo y entre los académicos se han recabado al menos cien definiciones diferentes-, Hanman advertía de la tentación de los gobiernos a establecer medidas excepcionales contra los ciudadanos a partir de una definición concreta. También señala que, puestos a mencionar Afganistán y los 204 soldados muertos en ese país, convendría recordar a los 552 ciudadanos afganos muertos tan sólo en el pasado año a manos de diferentes actores estatales. Visto lo cual, Hanman no duda en cuestionar las razones del «escándalo».
En todo caso, la polémica no es nueva. Especialmente tras los ataques contra las Torres Gemelas (11-S), los trenes en Madrid (11-M) y el metro en Londres (7-J), los medios de comunicación recibieron grandes presiones para comenzar a utilizar el término «terroristas» en vez de «grupos militantes», «organización armada» o «banda separatista». Ésos son los términos que recogen los libros de estilo de los medios más prestigiosos, como pueden ser la BBC o el mismo «The Guardian».
Phil Rees, reconocido periodista británico, advierte en su libro «Dining with Terrorists» («Cenando con los terroristas», Ed. Nuovi Mondi Media, 2006) que el periodismo no puede ser utilizado por los gobiernos como un arma más de la «guerra contra el terror». Mejor dicho, que los periodistas, si quieren seguir considerándose periodistas, no pueden permitirlo. Rees defiende que el término «terrorista» debe ser borrado del lenguaje periodístico y que las cabeceras y cadenas, especialmente las públicas, no deben ceder a las presiones políticas.
El libro recogía reportajes que el autor había realizado como corresponsal en numerosos conflictos, desde Kosovo hasta los tamiles pasando por Euskal Herria. Posteriormente, la cadena Al-Jazeera emitió una serie de programas realizados por Rees bajo el mismo título (http://english.aljazeera.net). No es improbable que Miliband conozca este material. No obstante, tampoco parece probable que en adelante vaya a ser más coherente en su práctica política respecto a este tipo de cuestiones. Al menos cuando no se trate de amigos de su familia.
Joe Slovo, un comunista de origen lituano y judío al frente del CNA
Joe Slovo (1926, Lituania- 1995, Sudáfrica) se implicó desde joven en la lucha por la justicia. Eso le llevó al exilio y a asumir cargos en el CNA y en el PCSF. Tras su muerte, Mandela dijo de él: «Sabía cuándo comprometerse. Pero nunca comprometió sus principios. Fue un militante que sabía cómo planear, cómo enfrentar situaciones concretas y salir con soluciones racionales para los problemas».
Hablando de la relatividad de los conceptos, Tony Blair quien hoy es considerado un gran estadista es en realidad un criminal de guerra que junto con George W. Bush y José María Aznar es responsable directo de la muerte de docenas de miles de civiles inocentes en Irak. En el caso de los arriba mencionados, tanto políticos como periodistas y líderes de opinión participan gustosamente en la campaña para eximirlos de su responsabilidad. Como resultado la "opinión pública" tiene una buena percepción de este trío al extremo de que UNITEC, un centro universitario en México ha estado anunciando con bombo y platillo una video-conferencia con Tony Blair cuando el ex mandatario inglés debiera en estos momentos tener derecho a las mismas con su familia y abogados desde una celda en La Haya.
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