Este valiente escrito de denuncia a la corrupción del PSOE ha sido publicado en inSurGente:
Aquel PSOE que un día despertó esperanzas
por Jesús Valencia*
(Publicado en Gara)
Irrumpieron en la canícula de la España postfranquista como bocanada de brisa refrescante. Quienes conocen de entresijos y componendas dicen que ya contaban para entonces con el plácet de la CIA y que llegaron con el compromiso adquirido de ahogar las utopías del momento en el modelo de estado que ahora padecemos. Ni lo afirmo no lo desmiento; pero sí puedo asegurar que, como el flautista de Hamelin, arrastraron tras de sí a millones de buenas voluntades para conducirlas al abismo. Su imagen desenfadada, su discurso nuevo e incisivo, sus promesas de cambio... embaucaron a personas que reclamaban algo diferente y que, con el devenir de los acontecimientos, se sintieron engañadas.
Muchas gentes honestas quisieron ver en el PSOE redivivo la continuidad de aquel otro partido, republicano y obrero, que se enfrentó con arresto a los golpistas. Se equivocaron. El nuevo PSOE apestaba a progresía y acomodo. Se instalaron en él incontables arribistas -los que referían haber combatido a la dictadura cuando era de sobra conocido que no habían movido una pestaña-. Pese a ello, el PSOE llegó, vio y venció. Los trepas vieron colmados sus inconfesados objetivos y los militantes honestos, defraudados los suyos. La corrupción sumergió al partido en un marasmo de claudicaciones, luchas banderizas, guerras sucias, terrorismo de estado, complicidades y encubrimientos. Con el paso de los años, han ido recalando en este PSOE de diseño y cosmética combatientes de otras trincheras, dispuestos a cambiar el petate de campaña por las prebendas del burócrata. Renegaron de sus rasgos de identidad y comenzaron una deriva en la que no saben ni quiénes son ni a dónde van. Necesitaban de alguna ideología que vertebrase tal amalgama de tránsfugas y la han encontrado -¡triste sino!- en la vieja doctrina de la seguridad nacional. Si antes era el comunismo el enemigo interno, ahora es la soberanía vasca, catalogada como terrorismo, la que pone en peligro la integridad de España; el derecho de los pueblos, diagnosticado como cáncer maligno. La receta ya estaba indicada en los manuales contrainsurgentes, anexos de la mencionada doctrina: declarar la guerra a los enemigos domésticos, perseguirlos sin freno ni ética, destruirlos con saña... En una palabra, acabar con el estado de derecho bajo el pretexto de salvarlo.
Las nuevas y escandalosas ilegalizaciones de ANV y EHAK confirman la degradación política y ética que está corroyendo al PSOE. «El baile de máscaras ha terminado; los trajes y las corbatas no les servirán como tapadera de complicidad y apoyo al terror», dijo el Estado israelí cuando en 2006 encarceló a los cargos electos de Hamas. ¿Quién aprecia diferencias entre el análisis sionista de Tel Aviv y el «socialista» de Madrid?
Los más maduritos de entre los actuales ilegalizadores salieron a la calle en los años 70 para denunciar los atropellos de las dictaduras latinoamericanas. Quienes ayer repudiaron la barbarie de Videla y Pinochet se han convertido en sus fieles imitadores. ¿Era éste el cambio que prometían cuando buena parte de España creyó en ellos?
*Jesús Valencia es educador social
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