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Lourdes Soria Sesé | Profesora Titular de Historia del Derecho (Universidad del País Vasco)
LOS ORÍGENES COMUNES
Una misma base étnica, la vascona, un similar aprovechamiento de su situación geográfica como zona de paso, y un fundamento cultural simultánea y homogéneamente recibido, el cristianismo, constituyen caracteres primordiales comunes a Guipúzcoa y al Labourd durante la época antigua.
La historiografía del siglo XIX, inmersa en la peocupación por los marcos nacionales y en la justificación histórica de los entonces vigentes, transmitió el mito de las pretendidas invasiones vascónicas que en el siglo VI introducirían por primera vez en Aquitania "olas vascónicas" venidas del sur de los Pirineos.
Ahora bien, las fuentes contemporáneas, literarias y epigráficas, nos dicen más bien que los vascones, bajo éste u otro nombre, llevaban ya mucho tiempo establecidos a ambos lados del Pirineo.
La fuente literaria fundamental es César, en quien encontramos la primera referencia concreta a Aquitania como una parte de las tres en las que se dividía la Galia, con un carácter propio, distinto al de las otras dos tanto por la lengua como por las instituciones y los ritos que tenían sus pobladores, y separada de la Galia céltica por el
"Garunna", el Garona. El mismo César, Estrabón y Ammiano Marcelino nos informan además acerca de la diversidad de costumbres y aspecto existentes entre los aquitanos y los galos y la mayor semejanza de los mismos aquitanos con los iberos.
Las fuentes epigráficas, sobre todo las muy ricas de la Aquitania romana, vienen a decirnos lo mismo. En especial la contenida en la famosa ara de Hasparren, donde consta el hecho, posiblemente del final de la época de Augusto (aunque puede ser posterior), de que "Novem populi" obtienen del emperador y por gestión de un llamado Verus, una separación de los galos, constituyendo así una provincia propia, la
Novempopulania. Al margen de que la separación obtenida fuera de tipo fiscal, a los efectos del pago de un impuesto, y también, probablemente, de orden militar, lo más destacable de la inscripción desde el punto de vista etnográfico es la separación voluntaria de los "Novem populi" con respecto a los galos propiamente dichos.
Estos "Novem populi", que a lo postre se convertirán en más de treinta, y cuya identidad conjunta subsistirá incluso en la Edad Media, pues a ella se refiere por ejemplo Gregorio de Tours, estaban situados del Garona al Pirineo y del océano a los Cévennes, constituyendo una unidad étnica y cultural que, aún con numerosos elementos célticos. habría que emparentar con los pueblos ibéricos, lo que nos lleva directamente a la cuestión del vasco-iberismo.
Según la autorizada opinión de Caro Baroja, se puede aceptar una relación entre los iberos antiguos y los pueblos pirenaicos, aunque la unidad etnográfica estuviera rota ya desde tiempos muy antiguos. Un grupo o grupos estaría constituído por los del valle del Ebro y el Este de las Galias meridionales; otro grupo por los pueblos pirenaicos y los aquitanos, en cuyo seno las comparaciones vasco-aquitanas parecen más concretas que la vasco-ibérica.
Trás el dominio romano, ya en época visigoda y franca, el común tronco vascón será dominante a ambos lados del Pirineo, aunque posteriormente se producirá una delimitación entre los pueblos de la Aquitania, estableciéndose una línea de demarcación por el Norte coincidente con el curso del Adour:
-al sur del río los grupos que, permanentemente asentados y manteniendo un estrecho contacto entre ellos, fueron los únicos que conservaron sus costumbres primitivas y su lengua de origen;
-al norte del río grupos más dispersos, menos numerosos, que eran una minoría en la masa de aquitanos de lengua romance, por lo que no tardaron en fundirse en ella, perdiendo sus caracteres distintivos. Su mismo nombre se transformará de "vascones" en "gascones" (la denominación de "Guasconia" es empleada por el Cosmógrafo de Rávena desde el siglo VII).
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