Desde El Correo traemos a ustedes un artículo-reseña que nos ha parecido vital traer a ustedes, internautas en general e integrantes de la diáspora vasca en particular.
Tiene que ver con el aporte de las mujeres al acervo cultural vasco y bien podría añadirse a la etiqueta Kurlansky.
Miren:
Recuperación. Susana García de Salazar, Eugenia Boix y Teresa Valente publican un CD con piezas de los siglos XIX y XX.
César Coca
Cualquier buen aficionado a la música puede decir, sin titubear, el nombre de un puñado de compositores vascos de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX: Usandizaga, Sorozabal, Arambarri, Isasi, Pagola, Guridi, Donostia, Madina... Todos hombres. ¿No hubo compositoras en esos años? Las hubo, pero su proyección más allá del círculo familiar y de amistades fue escasa o bien resultaron minusvaloradas por un gremio, el de los compositores, críticos y solistas, y una sociedad en general que solo las apreciaba como intérpretes y siempre que fuera para una carrera limitada y más bien doméstica.
Ahora la necesaria tarea de recuperación de la obra de algunas de esas mujeres ocultas en las notas a pie de página (en el mejor de los casos) de los libros de Historia ha servido para sacar a la luz a cuatro compositoras que cubren con sus biografías desde 1827 hasta 1987. Ellas son, por orden de nacimiento, Julie-Adrienne Carricaburu, Emma Chacón, Emiliana de Zubeldia y Anita Bringuet-Idiartborde. Obras de las cuatro conforman un álbum titulado 'Inéditas. La voz invisible de las compositoras' (TransformaAudio). Las intérpretes son Eugenia Boix (voz), Teresa Valente (violonchelo) y Susana García de Salazar (piano). Esta última ha corrido también con la investigación precisa para reunir las piezas.
El punto de partida fue la grabación, en 2006, de 'Paisajes del recuerdo', un disco que hizo con el contratenor Carlos Mena. En aquellos días, Susana García de Salazar, guiada por el director del Archivo vasco de Música Eresbil, Jon Bagüés, y la musicóloga Isabel Díaz Morlán, se adentró en la obra de las cuatro compositoras que ahora han grabado.
Sus trayectorias tienen mucho en común en cuanto al trabajo y la formación con lo que en esos mismos años hacían sus colegas varones. Carricaburu, hija de una familia adinerada, hacía música con su hermano en su chateau del País Vasco francés por los años en que Fanny y Felix Mendelssohn hacían lo propio, y luego recopiló canciones por los pueblos, algo que también está en la biografía de casi todos los compositores nacionalistas del siglo XIX y comienzos del XX.
Emma Chacón, barcelonesa de nacimiento y bilbaína desde la adolescencia, fue la alumna predilecta de Granados y siguió sus pasos en cuanto al lenguaje. La navarra Emiliana de Zubeldia estudió en la Schola Cantorum de París con Vincent D'Indy, apenas unos años después de que lo hiciera Jesús Guridi. Instalada en México desde 1937, trabajará en la melodía popular de la misma manera que lo había hecho el autor de las 'Diez melodías vascas' y 'El caserío'. Anita Bringuet-Idiartborde, nacida en Argentina, pasó la mayor parte de su vida en Francia –de donde era su marido– y especialmente en Iparralde, donde escribió un puñado de partituras con un lenguaje heredero de Ravel.
Las piezas
El álbum recoge un total de 23 piezas; en algunos casos son obras íntegras, en otros canciones extraídas de distintas colecciones. Sucede con Julie-Adrienne Carricaburu, de quien han grabado seis piezas procedentes de 'Souvenir des Pyrénées'. La primera es una emotiva pieza para voz, y el resto lleva acompañamiento de piano o piano y violonchelo. Todas las canciones están escritas en el euskera de la zona. Las cuatro canciones de Emma Chacón tienen sus letras en castellano y cuentan con el acompañamiento único del piano.
Las cuatro primeras obras de Emiliana de Zubeldia incluidas en el disco están sacadas de 'Soles y brumas de España' y las restantes son 'Cuatro canciones de Novaro', todas para voz y piano. Annita Briguet-Idiartborde aporta la única obra para piano y chelo ('Au lac de Côme'). El disco termina con 'Lied' y 'Primavera', para voz y piano, con letras en francés.
Aunque las piezas fueron creadas en un período de más de un siglo, existe un aire común en todas ellas, un aroma que también se encuentra en muchas de las composiciones de sus colegas varones de esos años. Algo lógico si se piensa que todos bebieron de las mismas fuentes en cuanto a los elementos folclóricos y que incluso compartieron maestros e influencias.
En la nota introductoria del disco, Susana García de Salazar escribe que con este proyecto han tratado de dar visibilidad «a unas mujeres y su obra, inédita en los registros sonoros conocidos hasta la fecha y apenas programada». Se trata, añade, de «un proyecto necesario porque contribuye a enriquecer nuestro patrimonio cultural al tiempo que permite al público, en general, y a los amantes de la música, en particular, conocer una obra hecha por mujeres para disfrute de todo el mundo, sin discriminación de género».Para la interpretación de su música en concierto, han añadido un elemento poco habitual en este tipo de funciones: una actriz encarna a las cuatro compositoras y, vestida de manera diferente, aparece en escena cuando se van a tocar sus piezas y cuenta algunos episodios de su vida. Así, en la piel de Emma Chacón, por ejemplo, habla de la relación con su maestro Granados.
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