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domingo, 15 de diciembre de 2019

Xabier Morrás

Desde las páginas de el Diario de Navarra traemos a ustedes este reportaje acerca del pintor Xabier Morrás:


Vida y pintura discurren unidas en el caso de Xabier Morrás. El Condestable acoge hasta el 19 de enero una panorámica de medio siglo de producción artística y de existencia vital del pintor navarro, enriquecida con obra nueva, creada este año.

Paula Etxeberria Cayuela

La exposición que habita desde ayer las salas 1 y 2 del Palacio del Condestable es una explosión de arte que activa los sentidos y la memoria. Que nos mide con grandes temas de la existencia humana; con la belleza, la tragedia, la muerte o la supervivencia, colocándonos frente a creaciones de escala imponente que tienen algo -o mucho- de testimonios históricos de un tiempo, el que le ha tocado vivir al artista, teñido de sombras y sangre pero con anhelo de luminosidad y esperanza en el fondo. El que refleja el brillo de los ojos del artista cuando conversa sobre su pintura, que es su vida.

Xabier Morrás nació en enero del 43 en la calle Arrieta, frente a la Plaza de Toros de Pamplona. Y nacer en el 43 en Pamplona “marca muchísimo. No se lo recomiendo a nadie”, decía ayer el propio Morrás en la presentación de la gran muestra Pinturas y dibujos que protagoniza, cinco años después de su exposición homónima en la Sala de Armas de Ciudadela en 2014. El pintor navarro recopila de nuevo un centenar de obras con esa mirada propia entre lo urbano y lo humano con la que sacude pensamientos y remueve conciencias entre el público visitante. Aunque lleva trabajando el arte más de 60 años -desde que tenía 18-, presenta aquí una retrospectiva de sus últimos cincuenta años de producción de una pintura que, dice, “es fundamentalmente autobiográfica” y va “del gris al negro con matices de rojo”. Así, la 1ª planta del Condestable reúne pinturas y dibujos realizados entre 1975 y la actualidad, aunque la mayor parte son obras fechadas a partir de 2000. Aunque hay dibujos y cuadros pequeños, íntimos, Xabier Morrás apuesta por lo que le define -por lo que necesitan sus temas-: la gran escala, con lienzos de más de 2 x 2 metros en los que plasma su cosmopolitismo y también las sombras y fascinaciones con las que creció y alimentó su mente inquieta de niño.

Así, están “los terrores de la primera niñez” vivida en Pamplona. Un “temor” que se quedó “clavado en su ser profundo”, convertido en tema de algunos de sus imponentes pinturas: el Telón de Acero. “Todo lo malo venía de ahí. Nos asustábamos al escuchar hablar del Telón de Acero con 8 o 10 años”, recuerda. “Y yo me decía: no puede ser que la vida sea esto. Yo tenía que salir de Pamplona, para mí era una necesidad vital”, afirma. El niño seguramente ya con sensibilidad de artista sabía que había otros mundos y quería abrirse a ellos para no asfixiarse de por vida en “el magma” que mamó de niño y que, reconoce hoy, marcó su camino como creador plástico con un interés por “todo lo que es tragedia, tristeza, dolor, sufrimiento”. Por eso le han obsesionado los temas bélicos, como la batalla de Verdún y sus trincheras y bayonetas, sobre la que leyó con 6 o 7 años.

Xabier Morrás salió de Pamplona, y vivió el “impacto” de la gran ciudad. De Londres -su primer destino extranjero, al que fue becado y sin apenas saber inglés-; por supuesto, su amado Nueva York y la fascinación que “los primeros rascacielos levantados en la ciudad, de piedra, neogóticos y neorrománicos, con esculturas en las paredes”, causó en el artista, pero también los personajes inquietantes y marginales de los suburbios y subsuelos neoyorquinos; Chicago, Berlín o Manchester, “que era terrible (aludiendo a la escala de su arquitectura), maravilloso en los años 60”.

Pero no solo hay cosmopolitismo en Pinturas y dibujos. De hecho, el artista dedica un importante espacio, enriquecido con un texto del escritor Pablo Antoñana, a la Navarra tradicional y rural con la que él tuvo estrecho contacto en Lácar (Tierra Estella), donde pasó parte de su niñez, y rinde homenaje a sus gentes luchadoras de tez curtida;a un modo de vida “ya desaparecido”, dice con cierta nostalgia este pintor que tuvo claro que quería la libertad de no vivir del arte.

Homenajes a artistas amigos | Juliantxo Irujo, Isabel Baquedano, Jabier Villarreal

Xabier Morrás dedica en esta panorámica de medio siglo de vida y pintura tres homenajes a otros tantos artistas amigos que han muerto en los últimos años: Juliantxo Irujo, Isabel Baquedano -una de sus maestras en arte- y Jabier Villarreal, éste fallecido hace unos meses. Recuerda a Irujo con una obra de los oscuros muelles de Londres, a Baquedano con el cuadro Holborn Viaduct, centrado en el puente de carretera de Londres llamado así y contemplado en el lienzo por una mujer inmortalizada de espaldas, “una obra que emocionaba a Isabel Baquedano siempre que venía a mi casa”; y, cómo no, a través de Chicago conecta con su amigo y artista Jabier Villarreal.

La pintura de Morrás es la realidad bella y descarnada, el verismo de un pintor que, reconoce, alguna vez se ha visto tentado por la abstracción, pero ha sabido reconocer que no era su camino. Su camino fue felizmente trazado hace tiempo, aunque siempre ha estado muy vivo y abierto a nuevos matices en el rumbo. “Tengo la suerte de que todas estas obras son de mi propiedad, y es un placer de dioses coger un día un cuadro pintado hace veinte años, iluminarlo y retocarlo”, cuenta el artista, quien en estos momentos está “haciendo esfuerzos muy fuertes por meter más color” en su obra y “flotar”. Ese intento se plasma en nuevas creaciones, realizadas expresamente para esta muestra: muchos dibujos y cuadros pintados en acuarelas y pasteles, de arquitecturas urbanas; la mayoría de ellos dedicados a Nueva York, ciudad que sigue interesando al artista, así como Londres. “Sigo fascinado por las arquitecturas industriales, aunque cada vez quedan menos de las que me gustan... Pero por otro lado, está apareciendo un mundo de arquitecturas nuevo y está empezando a atraerme...”, dice Xabier Morrás, que reivindica como espacios expositivos para la cultura contemporánea en el centro de Pamplona dos lugares que hoy “están infrautilizados”: Baluarte y la Ciudadela, a la que cree que podría sacársele mucho más partido.

Ahora, vive un momento vital y pictórico de anhelo de cierto cambio. “Estoy esperando mi epifanía. Estoy en un momento en que tengo que quitarme un cascarón que me pesa mucho, este pasado nuestro, estas vivencias nuestras que hemos tenido pesan mucho y desearía liberarme de ellas. Me gustaría meter más color, figuración y abstracción, y otros temas. Porque al final esto (dice señalando las imponentes obras de la exposición que son testimonio histórico y que ha pintado con pasión y pulso acelerado), esto te aplasta”.

Proyectos

Terminar la ‘Batalla de Amaiur’. Xabier Morrás sigue completando su imponente cuadro. “Quiero ampliarlo y terminarlo para 2022, cuando se celebra el quinto centenario”, dice el artista, que trabaja también en una gran obra sobre los fusilamientos en la Ciudadela de Pamplona en el 36.

La imagen de la memoria histórica. Morrás lleva unos cuatro años trabajando junto a otra decena de artistas, entre ellos José Ramón Anda y Xabier Idoate, en “un proyecto de arte y conferencias en torno a la memoria histórica que nos gustaría que dentro de dos o tres años recorriese distintas salas de Navarra. Porque de memoria histórica tienes un sinfín de libros, pero imagen artística hay poca”, opina.






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