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domingo, 15 de diciembre de 2019

Egaña | Crímenes Diferidos

Inspirado en el reciente aniversario del fallecimiento de Karmele Solaguren, víctima del terrorismo de estado español, Iñaki Egaña nos ha compartido este texto en Facebook:


Iñaki Egaña

En octubre de 2003, dentro de esa excusa gigantesca del “todo es ETA” que inventó el Estado profundo español y ejecutó con diligencia el entonces magistrado Baltasar Garzón, 34 jóvenes vascos fueron detenidos bajo la acusación de pertenecer a una organización juvenil independentista. Hubo querellas de torturas, pero ningún juez quiso implicarse en eso que llaman derechos humanos. Garzón no iba a ser más que nadie y pasó olímpicamente de las denuncias.

La noticia aún se halla colgada en la página web del Ministerio del Interior. El entonces ministro, Ángel Acebes, señaló que se trataba de un golpe a la “estructura básica de ETA”. Acebes, imputado en varios casos de corrupción, abandonó su cargo y después de varios destinos recabó en el consejo de administración de Iberdrola, donde por cierto coincidió con otro ilustre de Interior, esta vez del Ejecutivo de Gasteiz, Juan Mari Atutxa. El vasco dejó Iberdrola en 2016 y Acebes hace unos meses. Pago a sus servicios prestados.

Sólo unos días después de la detención de los 34 jóvenes, la Guardia Civil quiso mostrar su sello propio y se anotó otra redada, esta vez contra la edición vasca: 8 detenidos pertenecientes a empresas como Elkar, Zabaltzen… La acusación, blanqueo de dinero en favor de ETA. Todo era una gran mentira, pero el juez Juan del Olmo, muy tocado con el montaje de Egunkaria, no reculó, sino que gestionó una huida hacia adelante.

A pesar de la inocencia de los acusados, el ministerio del Interior sigue sin rectificar en su página web la página que relata aquel suceso: “Los detenidos están acusados de irregularidades económicas y contables, blanqueo de capitales, desvío de subvenciones y ocultamiento de beneficios, todo ello en relación con un delito de terrorismo”. Fracasada la andanada contra Egunkaria y Elkar, del Olmo se retiró a la Audiencia de Murcia, donde sus sentencias sobre la violencia de género, en la onda del discurso de Vox, han agrandado su leyenda.

Entre los detenidos de la primera redada de 2003, se hallaba Ekain Guerra Solaguren, un chaval de 23 años, de Barañain. Tratado de terrorista, al igual que sus compañeros, Garzón lo mandó a prisión, a Alcalá Meco. Hace ahora 15 años, José Luis y Karmele, sufrieron un accidente en la provincia de Soria cuando iban a visitar a su hijo Ekain. La noche anterior había llovido y la carretera se había convertido en una pista de hielo. José Luis y Karmele decidieron detener la marcha y aparcar el coche. Cuando lo hicieron, otro coche les golpeó por detrás. Karmele falleció y José Luis quedó gravemente herido.

Las muertes no son iguales y para demostrarlo, la prensa canalla aireó inmediatamente el pasado de Karmele, concejal de Herri Batasuna. Porque resultaba que Herri Batasuna, también era una organización terrorista según la había definido el Estado español a través de sus voceros, en especial la Audiencia Nacional. Y el hijo, encerrado en Alcalá, un “etarra de tomo y lomo”.

Ekain recibió el permiso de Instituciones Penitenciarias para acceder al funeral de su madre. Y la Policía cargó contra los concentrados. Una semana más tarde, un grupo de solidarios, simuló en Madrid un accidente de circulación para denunciar el alejamiento y la dispersión de los presos políticos vascos. También fueron detenidos por “alteración del orden público”.

Nuevamente la nota de Interior incitaba a que los medios titularan “proetarras simulan un accidente en Madrid”. No solo eso, sino que en la “noticia” desplegada se identificaba a los miembros de Zuzen Ekintza Taldea, autores de la performance, y se añadía que habían sido acompañados de los familiares de una presa vasca internada en la prisión palentina de Dueñas. El objetivo: diluir el carácter criminal de la dispersión y, por el contrario, criminalizar a los familiares de los presos por una supuesta alteración del orden público, convirtiendo su naturaleza humana (familiares) en política, (proetarras).

Hubo una tercera pata, simultánea a la muerte de Karmele y la ofensiva contra la cultura vasca, en la historia de la ignominia española. En esos días, los sectores más ultras continuaban expandiendo el mensaje del entendimiento entre yihadistas y abertzales. Aún, esos sectores que reconstruyen la historia a su antojo, mantienen la tesis vasca sobre los atentados yihadistas del 11M. Hoy son tratados como chiflados, pero entonces eran soportados y apoyados por gran parte de los medios.

Cuando Karmele Solaguren falleció, la cuña que intentaban entonces abrir esos sectores, en especial Vocento, era la de una conversión exprés de militantes abertzales al islam. Y para ello la “prueba” era que uno de estos supuestos conversos había trabajado en una revista donostiarra en euskara, Irutxuloko Hitza, y había asistido a un taller de cultura en Arte-Leku, dependiente de Diputación. El afectado lo negó rotundamente, pero, construido el mensaje, la realidad sobraba.

Ekain Guerra salió de prisión, libre y sin cargos, y una mañana, cuando volvía en bicicleta a casa, fue atropellado por un turismo y murió casi en el acto. La mayoría de la prensa se cebó nuevamente en su personalidad: el fallecimiento de un etarra. La candidatura de ANV en la que formaba aparte en Barañain había sido ilegalizada porque su nombre aparecía en la misma: etarra. La falsedad y el montaje era colosal. Y funcionaba.

Unos años más tarde, noviembre de 2009, la Guardia Civil y la Policía abordaban una nueva redada: 40 jóvenes fueron detenidos. Entre ellos, Jon Ziriza, natural de Barañain. El informe policial decía que Ziriza era un “terrorista” y para ello aportaba que en el registro de su vivienda se habían encontrado “un díptico y dos pegatinas de recordatorio de una persona llamada Ekain Guerra Solaguren, de quien se dice que fue miembro de ETA y falleció en junio de 2007”. Ziriza pasó un año en prisión, y como en su tiempo Ekain, fue absuelto. Pero eso, al parecer, es lo de menos. Ya había sido condenado de por vida.






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