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miércoles, 11 de mayo de 2016

Madrid y la Paz Secuestrada

Con respecto al actual impasse en el proceso de paz unilateral por parte del pueblo vasco frente al conflicto político generado por el empecinamiento español en mantener su controlo colonialista sobre la Euskal Herria peninsular, les compartimos este escrito de Jon Iñarritu dado a conocer en Gara:


El autor hace un alegato en defensa de la resolución del conflicto en Euskal Herria y desnuda las contradicciones del Estado español en esta materia. Ante la postura reaccionaria de Madrid, aboga por la unilateralidad y por seguir la senda de todos los «pacificadores» que sufrieron la cárcel por querer construir un futuro en paz.

Jon Iñarritu | Jurista

Hace unos años, tras un bronco rifirrafe parlamentario sobre el conflicto vasco, se me aproximó un diputado del PP para sugerirme de forma amable que, desde nuestro grupo, intentáramos no hablar del «tema vasco» ya que, si bien él no compartía la postura de su partido, si se hablaba del asunto, se vería obligado a defender la poco constructiva posición de su formación. Obviamente, no acepté la oferta y seguimos debatiendo en el Congreso aunque yo sabía que esa persona, en su fuero interno, era favorable al diálogo y a la normalización.

Con el tiempo, ese diputado me pidió, con discreción, un ejemplar del libro de Arnaldo Otegi, “El Tiempo de las Luces” y la semana siguiente, otros dos. El secretismo que envolvió la gestión me hizo presuponer la gravedad que esta acción tendría, de hacerse pública, dentro de su partido. El tiempo ha demostrado que aquellos que han trabajado por la paz desde posturas constitucionalistas, como señala Jesús Egiguren, han sido defenestrados y vilipendiados ¿Por qué?

Una de las numerosas citas conocidas de Winston Churchill es relativa a la Guerra de Cuba, donde, siendo joven, fue destinado para ejercer de corresponsal de “The Daily Graphic”. Allí, Churchill sentenció que los españoles «Son vengativos y el odio les envenena». El año pasado, el abogado e intermediador internacional Brian Currin, en una entrevista sobre los comportamientos de las diferentes sociedades a la hora de resolver conflictos, señalaba algo parecido: «Para los españoles la venganza es una parte sustancial de lo que entienden como justicia. Es una dificultad añadida».

«Los españoles son más emocionales, más orgullosos, más épicos, y en ese tipo de reacciones es más difícil la búsqueda de soluciones». Seguramente esta afirmación, aunque estereotipada, es aplicable a los dirigentes actuales españoles, si bien hay amplios sectores de la sociedad española que defienden una paz constructiva. A este respecto, el sacerdote y mediador irlandés, Alec Reid, solía indicar que, bajo su experiencia «cuanto más razonables sean vuestras propuestas, más os perseguirán».

Todo lo anterior pone de manifiesto que, obstáculos, no sólo los tenemos aquí y que, el concepto de venganza, es propio de los «enemigos de la paz», que no siempre son de una nacionalidad concreta sino que están allí donde hay conflictos, apostando por que nada cambie. A este respecto, Amos Oz, en su manual sobre el fanatismo, define como fanático a «aquel que desea que su adversario cambie en todo, sin él estar dispuesto a cambiar en nada». Así, a día de hoy, los que trabajan por la paz, aquellos que cambian, son vistos por quienes no lo hacen como enemigos o traidores.

El ejemplo actual de «enemigo de la paz» por excelencia, construido por sus adversarios es, sin duda, Arnaldo Otegi, que tras su salida de prisión, ciertos sectores mediáticos y políticos han intentado demonizar con más virulencia que nunca. Es una evidencia que el apoyo a Otegi por parte de mandatarios internacionales, de destacadas personalidades de todo el mundo y de la sociedad vasca ha sido inversamente proporcional al recibimiento que le ha brindado el Estado. Pero vayamos por partes: ¿Tuvo algún sentido la prisión del líder de la izquierda abertzale? El diario “El País”, poco sospechoso de connivencia con la izquierda independentista vasca, en su editorial del 15 de enero, señaló lo siguiente sobre el líder independentista: «Acusado de pertenencia a ETA por intentar refundar la antigua Batasuna por orden de la banda. Acusación que el tiempo ha tornado inverosímil. No solo porque ETA haya dejado de matar, sino porque lo que entonces era una hipótesis sin demostrar —que el abandono de las armas era definitivo— es hoy una realidad no discutida. También sabemos ahora que la iniciativa de refundación de Batasuna era inseparable del abandono del terrorismo. Y sería absurdo suponer que ETA había ordenado a su brazo político que le obligase a ese abandono».

Tan kafkiano fue su encarcelamiento, como que el propio Otegi fue prevenido por fuentes estatales de cual sería su condena, como venganza por la ruptura de la tregua de 2006. El día que se haga público en qué términos se produjo este atropello se certificará, no solo el funcionamiento de un Estado sin separación de poderes, sino que además se demostrará, por si alguien tenía dudas, que la venganza fue el único motivo para su encarcelamiento. Una venganza precisamente contra quien intentó y consiguió que el futuro de este país se escribiera en clave de paz.

Curiosamente, esos mismos que exigen al resto autocrítica, perdones y condenas, también tienen un pasado escrito en tiempos no tan pretéritos: la dictadura, el terrorismo de Estado, la tortura, la violencia policial fuera de la legalidad, etc. han estado sostenidos y/o creados por personas con actuales responsabilidades políticas. ¿Han pedido ellos perdón? La realidad es que no, esos que prefieren que nada cambie, siguen sin desclasificar «los secretos de Estado», impidiendo que responsables de la dictadura declaren ante tribunales extranjeros, indultando a los condenados por guerra sucia o por torturas, humillando y discriminando a las víctimas del terrorismo de Estado y deteniendo incluso a quien denuncia la tortura. Esos sectores retrógrados tienen hoy como prioridad que exista un único y parcial relato de lo sucedido. Justamente lo opuesto a lo que recomiendan los estándares internacionales post-conflicto. Por ejemplo, en Colombia, en la Comisión Histórica del Conflicto, han decidido no presentar un solo informe conjunto, con el argumento de que la verdad sobre el conflicto no es una sola.

Por todo ello, teniendo en cuenta las posturas reaccionarias que, a día de hoy, existen en el Estado, nosotras y nosotros desde Euskal Herria debemos seguir insistiendo en la unilateralidad como la gran clave para alcanzar la normalidad plena. Sigamos trabajando para acabar con ese fanatismo ciego y por que reine el sentido común para que todas y todos hagamos una lectura crítica, cada cual desde su responsabilidad, del pasado donde se reconozca a todas las víctimas, sin equiparaciones, pero también sin exclusiones. Un tiempo en el que se reconozca el trabajo realizado a todos aquellos y aquellas peacemakers de todas las ideologías, a los «pacificadores» que sufrieron la cárcel y a los y las que fueron estigmatizadas por querer construir un futuro en paz y normalidad en Euskal Herria.






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