Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 16 de diciembre de 2006

Verdades Peligrosas

Nos han hecho llegar este texto vía correo electrónico:

Alvaro Reizabal | Abogado de Iñaki de Juana

AMARRADO AL DURO BANCO

Al cabo de más de 30 años de ejercicio de la abogacía en Euskal Herria, uno piensa haberlo visto todo o casi todo. Cuerpos machacados, rostros tumefactos, destrucción psíquica, que oficialmente son fruto de las autolesiones que los etarras se provocan por orden de su organización para desprestigiar a las fuerzas de seguridad del Estado. Tampoco es la primera vez que me ha tocado ver gente tras muchos días en huelga de hambre. He visto imágenes impresionantes de seres famélicos a través de los repugnantes cristales de los locutorios, o en vivo y en directo cuando me tocó desgastar patio y hasta en el espejo de mi celda. Es duro reconocerlo, pero con los años y habiendo visto y vivido tanto dolor, a veces propio, pero sobre todo ajeno, el corazón se endurece. A veces me asusta pensar si será la edad o que nos pasa como a los corresponsales de guerra, que después de muchos años en el oficio pueden estar viviendo el bombardeo de seres indefensos en el Líbano, casi como quien va a la oficina. Quizá la comparación sea exagerada y por tanto odiosa, aunque algo de esto pasa. Pero hay situaciones que te remueven las entrañas y te hacen sentirte vivo con toda intensidad, cuanto más cerca de la muerte te encuentras. Paradojas de la vida.

En el siglo XVI Luis de Góngora contaba la terrible existencia de un forzado de Dragut amarrado al duro banco de una galera turquesca, que llevaba viviendo diez años sin libertad. Siglos después Gabriel Celaya narraba que «cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades». Esta semana he visto a un forzado vasco privado de libertad desde hace no 10, sino 20 años. Amarrado al duro banco de una cama de hospital, en una celda cerrada a cal y canto y en su vidriosa mirada pude ver de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte. Por eso debo decir las verdades, bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Y verdad es que no hay derecho a condenar a más de doce años de cárcel por un delito de opinión, basando la condena en la persona del autor y en el medio de comunicación en que se publica. Y crueldad, aunque no amorosa, por supuesto, que la condena se utilice como trofeo de caza en el incomprensible concurso de méritos entablado por el PSOE con el PP para demostrar quién ha detenido a más vascos, quién ha pedido condenas mayores y en definitiva quién da más ostias a ETA. ¿Se construye así un proceso de paz? Hemos pedido al Tribunal Supremo la libertad provisional de De Juana antes de que ocurra algo irreversible e indeseable desde todo punto de vista. El Gobierno dice que sabrá dar pasos firmes cuando haya que darlos. Sería bueno que el primero sea que la Fiscalía apoye esa petición de libertad.

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