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lunes, 4 de diciembre de 2006

Los Vascos de Salta en Argentina

Este artículo ha sido publicado en la página de la ciudad de Salta en Argentina:

Jáuregui Rueda, tras las huellas de los vascos en Salta

Gabriel Maceiras

Zuviría, Aráoz, Gorriti, Olañeta, Uriburu, Goyechea, Echazú, Zorreguieta, Usandivaras, Gurruchaga, Ibarguren, Plazaola, Oteiza, Goytia, Lezama, Beeche, Murúa, Ormaechea, Zuñiga, Isasmendi, Aramburú, Gasteaburu y Anzoátegui, son algunos de los principales apellidos vascos navarros que, partir del siglo XVIII, grabaron su influencia en la historia de Salta.

Desde hace años, con un prolijo trabajo de archivo, el genealogista Carlos Jáuregui Rueda está rastreando las huellas de ese núcleo integrado por 110 familias con raíces en el país, pero alguna de cuyas ramas se extendieron a Salta, arraigaron y fueron protagonistas de la historia local, como comerciantes, artesanos, letrados, sacerdotes, militares, escritores, magistrados o como gobernantes.

El próximo miércoles 6 de diciembre Jáuregui Rueda presentará aquí la edición completa de “Los vascos y navarros en Salta. Siglos XVI al XIX”. El acto comenzará a las 19 horas en el Cabildo Histórico de Salta.

El autor anticipó este trabajo a comienzos del 2003, en una primera edición a cargo de la Fundación Vasco Argentina Juan de Garay. Jáuregui Rueda estará acompañado en ese acto por Jorge Zorreguieta, presidente de esa Fundación y padre de Máxima, Princesa de Holanda.

La familia de Máxima Zorreguieta tiene raíces salteñas. En la década de 1870 don Mariano de Zorreguieta, uno de sus antepasados comenzó a recopilar documentos para escribir una de los primeros textos de historia de Salta.

En el acto de presentación, además del autor de este libro y de Jorge Zorreguieta, expondrán Martín Güemes Arruabarrena, que hablará sobre las familias Olañeta y Marquiegui; Roberto Ibarguren y el genealogista Rogelio Saravia Toledo que hará comentarios a este libro de Jáuregui Rueda.

Conceptos de hidalguía

Aquí llegaron, aquí arraigaron y aquí dejaron su sello. Solar, linaje familiar y religiosidad fueron las más nítidas improntas que dejaron los vascos estas tierras, en las que la mayoría de los españoles europeos eran andaluces, castellanos, asturianos y extremeños. La importancia de los vascos en Salta fue más cualitativa que cuantitativa.

Aunque según el jesuita Manuel de Larramendi, todo guipuzcoano, y por extensión todo vasco, “ha sido siempre noble, siempre lo es y siempre lo será”, ese concepto de nobleza o hidalguía no era el mismo que el que enorgullecía a otros españoles para los cuales un hidalgo no podía ejercer “oficios viles”, entre ellos el comercio.

Aunque todavía en el siglo XVIII estaba muy arraigada la idea de las jerarquías, se abrió paso la idea según la cual “ningún oficio es vil para el vasco”, afirma Julio Caro Baroja. Aunque estos vascos americanizados en Salta parecen más próximos a las ideas de Larramendi que a ésta otra, de una patente de hidalguía guía más abierta y menos pretenciosa. Nobleza, antigüedad familiar y color de piel, fueron reivindicados como rasgos diferenciales que concedían ‘status”.

Jáuregui Rueda viene a confirmarlo cuando explica que: “Salta se caracterizó, tal vez, por ser en Argentina la provincia con mayor conciencia social en su clase principal o élite dirigente. Ser de la clase alta salteña, pareció dar patente de nobleza Argentina. Y al igual que los vascos en España, que impusieron fecha conocida y no ‘desde tiempo inmemorial’, su hidalguía, los salteños realizaron parecida proeza en Argentina”.

La investigación de Jáuregui Rueda viene a demostrar también que la mayor parte de los vascos y navarros que llegaron a Salta se enlazaron aquí “con el estamento tradicional lugareño, los españoles americanos, o sea la nobleza local”. El núcleo de familias fundadoras de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se fue entrelazando con los nuevos inmigrantes. “Es difícil encontrar en el estamento tradicional salteño, familias que no desciendan del tronco fundacional salteño, argentino o americano”.

Según Jáuregui Rueda los nuevos linajes lo son sólo en apariencia pues aquí no se extingue “la sangre fundadora” sino que los nuevos las reciben por parte de sus madres. “No hay corte, hay continuidad”. Si los apellidos maternos del núcleo fundador han desaparecido, los de los padres se mantuvieron en el tiempo.

Para el autor, la puerta de acceso al estamento principal “lo daba el casamiento o alianza familiar con mujeres del grupo social fundacional”. Muchas de ellas eran únicas herederas de enormes extensiones de tierras recibidas por sus padres como mercedes reales.

El libro de Jáuregui Rueda es el producto de un largo y meticuloso esfuerzo de investigación en registros parroquiales e informaciones matrimoniales, a las que cruza con trabajos de genealogistas como Atilio Cornejo. Según el autor, este libro forma parte de un trabajo más amplio: “La formación de la sociedad salteña. Sus linajes. Redes familiares. Alianzas matrimoniales”.

Trayectoria del autor

Carlos Jáuregui Rueda nació en Buenos Aires el 18 de junio de 1945. Desde 1983 es investigador por cuenta propia. Entre los archivos que desde entonces viene estudiando, se incluyen al General de la Nación, de los Tribunales de Buenos Aires y los históricos oficiales y eclesiásticos de Salta, Tucumán y Córdoba. Entre los de España están los de Tolosa, Oñate, Pamplona, Villafranca, Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya. También investiga en el Centro de Historia Familiar de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días.

Es fundador y actual director del Consejo Argentino de Investigaciones Genealógicas y también de la principal entidad que reúne a los genealogistas de América latina. Es cofundador del Centro de Estudios Genealógicos de Buenos Aires (1977) y de varios centros de esa especialidad en la Argentina, América latina y Europa.

Es autor de tres volúmenes de “Matrimonios de la Catedral de Buenos Aires”, editado en los años 1985, 1987 y 1989. Es coautor de “Familias argentinas”. Publicó numerosos trabajos en revistas especializadas y tiene inéditos varios libros. Entre ellos, los referidos a las autoridades del Cabildo de Córdoba (1573-1824), en colaboración con Alejandro Moyano Aliaga; familias de Mendoza a la luz del Padrón de 1739; Los López de Vera en Salta; los gallegos en la formación de la sociedad cordobesa y familias del Alto Perú.

Críticas a la ‘genealogía vanidad’

Para Jáuregui Rueda, en su trabajo, “el genealogista debe despojarse de prejuicios, preconceptos, ideologías y simpatías personales. Si lo hace difícilmente podrá aproximarse a un conocimiento verdadero o que se aproxime a la verdad”. En esta tarea, añade, “debemos dejar de lado nuestras emociones, nuestra afectividad favorable o adversa, que una persona o una familia puede generar en nosotros”. El genealogista no debe discriminar por orígenes sociales o étnicos (negros, judíos) culturales o nacionales.

El investigador de esta disciplina tiene que ajustarse a la “honradez en la investigación científica, pues esto hace a la ética de la investigación. Debe hacerlo no solo en lo que se refiere a la formulación de los datos obtenidos, que deben responder a lo que realmente nos dice la realidad de ellos y no deformarlos nunca con fines ideológicos o porque han coincidido con nuestras hipótesis de trabajo. Es también una obligación citar a los investigadores o personas de la que hemos recibido datos.

Para el autor, la genealogía científica no estudia solo las familias nobles o notables de clase alta. “No todas las familias de clase alta tienen origen noble. Hay muchos que tuvieron modesto origen y ascendieron socialmente y también otros que, teniendo aquel origen, después declinaron”.

Jáuregui Rueda advirtió que hay una variante que se presenta como genealogía, pero que en puridad de verdad no puede recibir ese nombre: es la “genealogía vanidad”, cuyos cultores son “seudo genealogistas, que llevaron la disciplina a un alto grado de desprestigio, descrédito y desprecio. Sus estudios sólo sirven para alimentar vanidades sociales. Las personas que la cultivan se entregan a la elaboración y culto de necedades y tonterías”.

“Hombres de poca vergüenza a quienes más le place relatar cosas extrañas y maravillosas que verdaderas y ciertas”, les llamó don Fernán Pérez de Guzmán, culto cortesano del siglo XV. Una cosa es la genealogía científica y otra muy distinta esa otra rama consagrada a los panegíricos genealógicos, “volcados sobre todo en cronicones, nobiliarios y memoriales”. Fernández de Bethencourt, cronista de los Reyes Católicos, llamó a ese tipo de genealogistas “urdidores de patrañas”.

Legitimidad e ilegitimidad

En Salta, hasta casi finales del siglo XIX, la cantidad de hijos ilegítimos superaba el 50% del total. La genealogía no puede desconocer este hecho. “No podemos ignorar lo ilegítimo en todas sus categorías: legitimado, natural, adulterino, incestuoso, sacrílego. La genealogía vanidad se empeña en negar esta realidad, bien suprimiéndola de sus estudios o bien encubriéndola bajo el manto de la legitimidad”.

Entre las familias argentinas conocidas que tienen origen ilegítimo, mencionó a los Urquiza -Anchorena; los Ferreira de Córdoba; algunas ramas de los Estrada, los Gondra, los Elortondo. “Por mi parte desciendo de la familia tucumana de Ibarreche, que reconoce como origen al fraile dominico José Antonio Ibarreche, capellán del ejército del general Pío Tristán. El fraile fue padre sacrílego de mi tatarabuelo Bartolomé Ibarreche, capitán unitario y fundador del pueblo tucumano de Simoca. Él es uno de mis 16 tatarabuelos”.

Los casos de ilegitimidad alcanzan a familias de la nobleza y de la realeza europea. Jáuregui Rueda cuestionó las exageraciones, como las de Mario Sabán que “en sus tres libros intentó judaizar a todas las familias argentinas apoyándose en una arbitraria generalización. Cuando le hice esta observación, me dijo que todos los portugueses que llegaron aquí eran judíos, pero no aportó ninguna fuente”.

“Por ahí también surgió la especie prejuiciosa, y sin documentación alguna, que la familia Saravia provendría de un judío convertido al catolicismo, de un marrano. No comparto esta opinión, porque no se basa en documentación alguna, ni siquiera en una hipótesis de trabajo verosímil. Esta afirmación responde, posiblemente, a un prejuicio ideológico”.

“En la clase tradicional o alta es difícil no descender de alguna mezcla, sea con indio o con negro o con ambas. Lo fundamental es la proporción de sangre mestiza o negra que se tiene la que, por lo general, es baja”.

Genovés-criollo disfrazado de vasco

Por último, Jáuregui Rueda explicó el concepto de “marca” o primer apellido. La realidad supera la marca, afirma. Nuestra real conformación familiar no se explica ni se resuelve por el primer apellido sino por el llamado “árbol de costado”, que puede definirse como el conjunto de marcas o apellidos. Este nos mostrará la verdadera posición social de nuestros antepasados. “Mi apellido –Jáuregui- da la idea de pureza vasca. Sin embargo, si considero mis 16 tatarabuelos, 6 son genoveses, o sea el 37% de mi sangre es genovesa. Esto supera el 26% de sangre vasca y casi iguala al 38% criollo. Ironía esta, la de un genovés-criollo disfrazado de vasco”.

En el caso del general Martín Miguel de Güemes, de sus 16 tatarabuelos, 3 llevan apellido Campero y sólo uno Güemes. “Con nuestro hermano entero es con la única persona que compartimos el 100% de nuestra sangre. Con nuestros padres sólo el 50%; con nuestros abuelos el 25%; con nuestros bisabuelos el 12,5% y con nuestros tatarabuelos el 6,25%.

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