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domingo, 30 de octubre de 2005

Un Sacerdote Habla de la Iglesia

Este escrito ha sido publicado en Gara:

Jesús Lezaun | Sacerdote

«Perros mudos que no hablan»

No por mucho hablar se dicen más verdades, o se afronta aquello que se debe afrontar. También a veces hay graves silencios de aquellos que en más de un caso debieran hablar. «Perros mudos que no hablan», son denunciados en las Sagradas Escrituras por los profetas con relación a personajes relevantes del pueblo judío que callaban ante los sufrimientos y desmanes de su pueblo, o directamente los provocaban.

Sin dármelas de profeta, por supuesto, quiero poner algunos ejemplos de cuanto sucede por el mundo, mientras los jerarcas de la iglesia callan; o hablan cuando no deben hablar, o de aquello que no deben hablar. En la Iglesia han desaparecido los profetas, sólo quedan los jerarcas y administradores.

1.- Los africanos muertos en las costas del sur de España, y sus epígonos de Ceuta y Melilla, en las costas canarias, se cuentan ya por muchos miles, hombres, mujeres, hasta embarazadas y niños. Los más, ahogados, pero también muertos por las balas de todas las policías o militares de España y Marruecos. Dos democracias de pro, desde luego. Los hay cuyos cuerpos sin vida cuelgan como andrajos en las alambradas mortíferas que levantan para impedir que emigren a Europa, buscando la manera de no morir de hambre en sus países de origen. Y aquí nadie dice nada, Los obispos tampoco. Los más sutiles entre nosotros suelen decir: ¿Pero cómo vamos a permitir que los africanos emigrantes entren a montones en Europa, alterando del todo la situación de aquí? Todo un continente, el africano, se muere de hambre, enfermedades y miseria, y no pueden no huir buscando su salvación. Ahora hasta los abandonan a cientos en lo más hondo del desierto para que se mueran de inanición.

¿Y no hay nada que hacer? ¿Para cuándo, no calderilla por parte de la opulenta Europa, sino una especie de planes a lo Marshall para que Africa se desarrolle por sí misma, y salga poco a poco de la situación en que se encuentra? Incapacidad, egoísmo y crueldad de los políticos, e indiferencia culpable, gravemente culpable, de los pastores religiosos. "El silencio de los corderos" es una novela de un escritor famoso, y aquí podríamos hablar del silencio de los pastores en una tragedia sin medida.

2.- Ha estallado en el presuntuoso, fascistoide e imperialista mundo de los españolistas de todos los colores el escabroso tema del Estatut catalán. Cierto que los obispos catalanes se han solidarizado con la inmensa mayoría de los políticos de allí, que han actuado en representación y en nombre de la voluntad de su pueblo. Pero los españoles callan, y no defienden derechos de los pueblos y la democracia. Los obispos españoles permanecen culposamente mudos, y de hecho aprueban las bravatas de los hispanos, las amenazas. Ellos defenderán, como en el 36, las ansias imperialistas de la España Imperial, y aludirán incluso a lo que entonces sucedió; o mejor, lo que sus antecesores en el tiempo hicieron allá por el 36. Ahora, como entonces, acaso sean bien activos, pues tienen sus corifeos que los guían, unos en el terreno ideológico, como Sebastián, y otros ejerciendo de voceros suyos como Cañizares. Como entonces Gomá y Pla y Daniel, catalanes para más señas.

Verdaderamente tremendo ¿Dónde quedan los derechos de los pueblos de que ha hablado la iglesia oficial? ¿O aquí no hay más que un pueblo, el imperial pueblo español? Acaso en América tampoco exista más que un pueblo, el hispánico, puesto que estos, en poco tiempo, exterminaron a los demás. Esa fue la hazaña gloriosa que ellos denominan conquista y hasta evangelización, y que celebramos gozosos y gloriosos en fechas señaladas. Y no quiero ni pensar lo que se armará cuando se plantee en serio el caso vasco. Entre militares, políticos débiles y medrosos como Zapatero ­confuso y sin brújula, como no sea la del dominio­, obispos belicosos e imperialistas de opereta, son capaces de cualquier cosa. Dios nos coja confesados.

3.- Ciertamente el Papa recién muerto, Juan Pablo II, condenó fuerte y reiteradamente la guerra de Irak. Pero, ya comenzada, en su último viaje a España, por no irritar sin duda a uno de los fautores de esa terrible guerra, el cristianísimo Aznar, ­a cuya familia recibió el Papa en persona, recibiendo, se dijo, a una simple familia cristiana, y sin duda también impulsado por los obispos de aquí­, ni citó siquiera esa guerra que tan horrenda está resultando. Horroriza ver a diario los montones de muertos en Irak. Horrorizan las imágenes que nos sirven con tanta impudicia, Ya lo que se ve, sin salida alguna. ¿No merece siquiera el tema una alarma constante a la medida del desastre que se está produciendo? El más tétrico y culpable silencio de aquellos que debieran hablar recubre con un negro manto el horror de la sangre, la muerte y la destrucción. Un pueblo que agoniza en la más amarga soledad por parte de la cristiana Europa, guiada por ese enfermo mental que es Bush, que hace rezar a sus ministros antes de la reunión de su Gobierno, para decidir allí el genocidio de ese pueblo. Y la iglesia de aquí aún anhela la vuelta de Aznar, para superar, cree, el laicismo imperante, que está imponiendo el Gobierno socialista, al que combate con ferocidad. Y el Gobierno no tiene la valentía de obrar con firmeza en tantos casos de poderes crematísticos e ideológicos, que defienden con tesón esta iglesia nuestra, que tan desorientada y tan corrompida está. Tal para cual, PP y jerarquía eclesiástica.

4.- Y para terminar, un pequeño apunte sobre un caso de hablar sin deber hacerlo. La Unión Europea se abre imparable hacia el Este, más allá de sí misma. Treinta naciones, dicen, de las más diversas situaciones, condiciones económicas y sociales, y hasta religiosas. Peor para poder funcionar bien. Y ésta sería la única razón para oponerse a ella. Pero como se trata de la más ilimitada economía liberal, cuantas más naciones mejor. Más mercados, más ganancias, Ahora van a admitir a Turquía, nación, como es sabido, islámica. El Vaticano se opone. En Turquía, dicen, los cristianos son ciudadanos de segundo orden. Es posible, pero como aquí, al menos sociológicamente los no católicos. Pero eso es una mera tapadera. La verdadera razón para oponerse es que para ellos se trata de una invasión islámica sobre la cristiana Europa. Esa es la realidad. Están asustados por el islamismo crece en Europa a pasos agigantados. Y es la competencia. Por eso se opone el Vaticano. Ahora aparece claro qué sentido tenía la insistencia para que en la Constitución Europea apareciese el nombre de Dios. Ahora no se sabría bien de qué Dios se trataría, si del Dios cristiano, o de Alá. El tan traído y llevado ecumenismo no da un paso hacia delante. Tal y como se concibe a sí mismo el catolicismo, es que no es posible darlo.

Bien podíamos terminar este desilusionante escrito con estas palabras del obispo francés disidente y marginado Jacques Gaillot: «Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada».

P.D.: Terminado este escrito y remitido a GARA, vemos en la prensa que el obispo de San Sebastián y el arzobispo de Sevilla se han posicionado sobre el sangrante tema de los emigrantes africanos. Nos alegramos. Compensan, al menos en parte, el ominoso silencio del Episcopado español, como tal.

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