Este escrito de Martin Garitano que nos habla de esa gran fiesta en España en el que se celebra la hispanidad y el inicio del genocidio en América nos llega gracias al boletín Berriak de Diáspora Vasca:
FIESTA
Martin Garitano
La escena parecía sacada de algún libro viejo de Historia. Un rey, la guardia mora, los regulares de Ceuta y Melilla, veteranos de alguna guerra en Haití, la Legión de Millán Astray, unidades a caballo con casco, coraza y lanza... Sólo una batería de misiles Sam-Patriot nos devolvía a la actualidad.
La fecha también evocaba el pasado. «Día de la Hispanidad». Quieren disimular con las palabras lo que antes llamaban «el Descubrimiento de América» y que en América llaman, con más mala leche que ironía, «el Encontronazo». Celebran, pues, algo tan estúpido como el descubrimiento de algo que ya estaba allí, algo que ni siquiera estaba escondido y que empezó a corromperse al día siguiente de que Colón pisara tierra. Festejan, tal vez, el expolio de un continente, el genocidio de sus habitantes. Se trajeron el oro y les llevaron la sífilis; les oprimieron con arcabuces, impusieron su cruz a mandobles y saquearon sus riquezas naturales. Y, además, sin provecho: sus reyes lo gastaron todo en putas, vino y guerras que, generalmente, perdían.
Y a pesar de todo, siguen encontrándole sentido a una celebración tan patética.
También celebran el día ofrecido a la Virgen del Pilar, una suerte de diosa guerrera a la que veneran porque «no quiere ser francesa, sino capitana de la tropa aragonesa». Que ya es querer...
Y hacen desfilar a sus guerreros más bregados, sacan sus tanques de alquiler, sus aviones de combate, sus misiles comprados a onerosos plazos para que Bono se entretenga un rato y tranquilice a la opinión pública mostrándoles sus divisiones, «garantía de la Constitución».
Y llegados a este punto de la parodia militaruna, cabe preguntarse qué tipo de Constitución tienen los españoles que deben protegerla con carros de combate, misiles, legionarios de pecho de lata, ridículos regulares con uniformes estrafalarios. Y agreguen otra pregunta, ¿de qué o de quiénes pretenden proteger a la Constitución? ¿Qué enemigo exterior la amenaza? ¿Será que la deben proteger de los propios ciudadanos?
Las ensoñaciones guerreras del nacionalismo español, ignorante de su penosa Historia, sólo llevan a pensar que los soldados de Bono son la garantía de que la Constitución se imponga a punta de fusil. Para defenderla con argumentos, bastarían los políticos. Nos han tocado estos vecinos. ¡Qué le vamos a hacer!
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