Jorge BARUDY | Director de EXIL y organizador del encuentro en Barcelona de víctimas de la tortura
«Lo importante es no perder nunca de vista que eres víctima de una injusticia»
El centro EXIL, creado en Bélgica en 1976 por Jorge Barudy y un grupo de profesionales exiliados de América Latina para ofrecer atención médico-sicosocial a las personas que huían de la represión, ha organizado un primer encuentro de víctimas de la tortura que hoy finaliza en Barcelona. Siquiatra, director de EXIL y víctima también de la tortura en tiempos de Pinochet, explica en esta entrevista concedida a GARA los mecanismos de resistencia ante la tortura.
¿Qué objetivos persigue este primer «Encuentro de víctimas de la tortura de ayer y hoy»?
El primero es ofrecer a las víctimas un espacio donde puedan compartir y expresar el sufrimiento y daño vivido durante la tortura. También queremos rendir un homenaje a la capacidad de resistir de las personas. El segundo objetivo es seguir sensibilizando a la opinión pública y apoyar la acción de las asociaciones y ONGs en su denuncia contra la tortura. Existe el riesgo de que se banalice su uso y se disfrace con términos ambiguos como «malos tratos» o se diga que responde a «comportamientos individuales», presentado la tortura como «un hecho aislado».
En una de sus ponencias habla de las estrategias de resistencia ante la tortura. ¿Cuáles son?
Es importante reconocer que toda persona torturada es de por sí resistente. Sus vínculos afectivos y recursos personales, así como su adhesión a valores y creencias que le dan sentido a la lucha que le llevó a ser detenido y torturado, son elementos que le permiten resistir. A pesar del dolor y la fatiga, podrá diferenciar al torturador como representante de un régimen que oprime y verse a sí mismo como víctima de sus convicciones y compromiso con un movimiento que desea una sociedad más justa y diferente.La resistencia tiene mucho que ver con el sentimiento de pertenencia a una red familiar, afectiva. Sentirse querido en su entorno familiar le da a la persona una consistencia sicológica e, incluso, física, mientras que su adhesión a valores se contrapone a la ideología de quienes le torturan. Existe un tercer elemento que no está presente en todas las circunstancias, y es el vínculo que se establece en los centros de detención entre las personas que están siendo torturadas. Esto no es algo generalizado porque los sistemas represores tienden justamente a mantener al sujeto aislado, como una forma de debilitar este mecanismo de resistencia. Son situaciones extremas, límites, en las que cada uno resiste como puede con los recursos que tiene. El instinto de supervivencia le lleva a desarrollar estrategias a veces inesperadas para la propia persona. Lo importante es no perder nunca de vista que tú eres víctima de una violencia y una injusticia. Eso es lo que te permite afrontar la detención. Pero los sistemas de tortura se han ido perfeccionando e intentan romper esa parte y crear una relación de dependencia de la víctima con una parte del equipo torturador. Eso explica la disociación que con mucha frecuencia encontramos entre el torturador que golpea, aplica electricidad, y el que, si bien pertenece al equipo, trata de convencer, ofrece ayuda, da auxilio... Esa estrategia tiende a confundir, a disolver la frontera entre la víctima y su opresor. A veces, desgraciadamente, tiene éxito y la persona, ante ese grado de confusión, se siente vulnerable, sicológicamente en manos del torturador, y sale con un sentimiento de vergüenza y culpabilidad. Deben entender que, en situaciones extremas, los comportamientos mos- trados durante la detención, como por ejemplo haber llorado, no tienen nada que ver con la falta de valor o la traición, sino que son respuestas coherentes con la situación de dependencia y debilidad.
¿Cómo puede el torturado reconstruir su dignidad, autoestima y, en definitiva, su «yo»?
Cuando encuentra un contexto que le respeta incondicionalmente y le permite ser reconocido como víctima. Por tanto, podrá reconstruirse siempre y cuando exista la solidaridad del entorno, de la comunidad, lo que nosotros llamamos «el valor terapéutico de la solidaridad». Pero al mismo tiempo se requiere justicia y que las víctimas sean reconocidas como tal, y que tanto el sistema judicial como el estado asuma su responsabilidad y, de alguna manera, penalice la actuación y existencia de este terrible delito.
Pero muchas veces los estados niegan que se torture.
No es bueno para la democracia negar la existencia de estos atropellos a la dignidad y a los derechos humanos. La negación de la existencia de este fenómeno puede responder a una razón de estado, pero el estado somos también la sociedad civil y ésta tiene la obligación y derecho de crear estos espacios para que las personas puedan entregar su testimonio y recibir apoyo. -
No hay comentarios.:
Publicar un comentario