Resulta que un error en una traducción acompañado de una confusión producida por el envio de un par de correos electrónicos ha generado en Madrid la percepción de que el inquisidor Pablo Llarena ya no tiene de que preocuparse por demanda en su contra presentada por el represaliado político catalán Carles Puigdemont ante los órganos de justicia belga.
Pues bien, en El Nacional han tenido a bien publicar este texto que va a causar preocupación en más de un togado español y mucho español
Lo mejor de todo es que al final de cuentas la revuelta catalana está terminando por exhibir la podredumbre del régimen borbónico franquista hasta en los lugares más insospechados, lo que no podemos mas que agradecer desde Euskal Herria
Tomen pues sus palomitas y disfruten:
Elisa BeniNo soy más cinéfila de lo que somos todos cuando apreciamos una película inteligente o agradecemos pasar un buen rato. Eso no evita que mi archivo mental me ponga título instintivamente a la realidad en muchas ocasiones. Estos últimos días he pensado muchas veces en Dustin Hoffman y Robert De Niro. Muchas. No sé si recordarán aquella cinta nominada a los Oscar en la que un avispado asesor presidencial norteamericano, interpretado por De Niro, intentaba ocultar un escándalo sexual del presidente surgido unas semanas antes de las elecciones y para ello contrataba a un surrealista productor de Hollywood, el gran Hoffman, que le ayudaba a montar una inexistente guerra con la recóndita Albania, con héroe americano incluido, para desviar la atención. En España se estrenó como La cortina de humo, pero su título original era Wag the Dog. ¿No la han visto? Se la recomiendo, aunque en los tiempos que corren quizá no les haga falta ni ir a las salas de cine. “¿Por qué el perro mueve la cola? Porque es más listo que su cola. Si la cola fuera más lista, la cola movería al perro”, es una de las frases que inmortalizó la cinta.Cuando la cola intenta mover al perro, pasan cosas de todo tipo. La tormenta perfecta de la traducción pretendidamente falsificada que desactivaba la demanda belga contra el juez Llarena y que pretende inhabilitar y hasta condenar a los abogados que han diseñado e implementado su defensa, era desde un principio un movimiento convulsivo de la cola. Ayer se constató en Bruselas lo que ya habían repetido los abogados belgas y españoles una y otra vez: el error material se subsanaría y aquí paz y después gloria. Ni la demanda se venía abajo por ello ni ello tendría mayor consecuencia en un procedimiento que, tenga éxito o no, no se basa en un condicional o una afirmación sino en el hecho de si el magistrado instructor asumió con sus palabras privadas dichas en un ámbito privado que la tesis de las defensas no puede ser cierta. Un planteamiento estratégico que siempre ha pretendido hacer sentir a los que se creen intocables que quizá no lo sean tanto como piensan. Y así exactamente se lo han tomado.Créanme que cuando el sábado pasado hablé con Maître Marchand, mi nivel de francés me permitió interpretar en su tono de voz hasta qué punto le parecía enloquecida la polémica por la que le preguntaba. Él me aseguró que tal error al traducir del español a Llarena se había cometido en su despacho y que solo era consecuencia de las mecánicas que se establecen cuando se trabaja en equipo con el mismo documento. Lo cierto es que,a pesar de considerarlo totalmente innecesario, los abogados han realizado un autochequeo de sus mecánicas de trabajo y han encontrado la causa del error. Según me refieren, hubo esa traducción y luego un texto mejor traducido que se envió por correo electrónico al abogado que estaba montando el documento final para que sustituyera uno por otro. Todos estos correos existen y documentan la fecha y la hora en la que se producen. Finalmente, al destinatario se le pasa hacer ese cambio en el documento final o bien el documento que se considera final y se envía a traducir es uno anterior a ese cambio. Poco va a importar. La cola ha iniciado su convulsión y no es fácil que pare ahora. Una de las cuestiones que más me indignan de todo este asunto es que está dejando al descubierto cómo no importa hacer rechinar los mecanismos del sistema jurídico e institucional español con un único objetivo final. El fin justifica los medios sin importar si eso gripa el estado de derecho. No es la primera vez que sucede pero la cuestión catalana lo está elevando a su máxima potencia. Van a por ellos y ello incluye ir a por aquellos que los defienden con todos los medios a su alcance en uso del legítimo derecho de defensa. Sin ningún pudor.La demanda risible, la que era meramente instrumental para una recusación, la que fue motivo de chanza, llevó finalmente al juez Llarena a hacer un uso espurio de la institución del amparo para cubrirse las espaldas y, sobre todo, los bolsillos. Al presidente del CGPJ, no se le cayeron los anillos a la hora de concedérselo fuera de plazo. Cuando el ministerio estudió el caso y estimó, acertadamente, que solo si era la jurisdicción española la puesta bajo la lupa extranjera y no un acto privado del juez tendría sentido utilizar dinero público, fueron las fuerzas de la brigada judicial las que movilizaron y buscaron un cambio político del Gobierno. Fue Cándido Conde-Pumpido, magistrado del Tribunal Constitucional, el que movilizó a Borrell y consiguió el cambio de relato gubernamental. Poco importó que él mismo esté abocado a estudiar los recursos de los procesados si estos se producen.Tras eso llegó la batalla de la traducción, la denuncia ante el Colegio de Abogados de Madrid por parte de un surrealista eurodiputado tránsfuga y, lo que es más alucinante, el pronunciamiento inédito del decano de los abogados madrileños para, él solito porque él lo vale y sin el respaldo de su Junta, “amparar” a un juez y, puesto en primer tiempo de saludo, mostrarse fiel a la consigna mayoritaria. Prietas las filas. Lo malo es que su tarea es amparar a los abogados y es el letrado Gonzalo Boye el que se lo ha pedido tras haber recibido amenazas y descalificaciones por motivo de quiénes son sus clientes y la defensa que les proporciona. No queda ahí la cosa. Acaba de saberse que un llamado Movimiento 24DOS se querellará contra la juez belga, los demandantes y Gonzalo Boye por los supuestos delitos de prevaricación, usurpación de funciones y presentación de traducción falsa. Es cosa notable que tal anuncio lo haya hecho el abogado Nicolás González-Cuéllar, el amigo entrañable de Manuel Marchena, presidente de la Sala 2 del Tribunal Supremo y encargado hasta ahora —veremos qué pasa con la recusación, pero me lo imagino— de presidir el juicio.Las cuadernas madrileñas crujen. No están usando a los titulares sino al ejército de colaboradores en la sombra. Van a por ellos. La cola quiere mover al perro y no sé si se dan cuenta de que, entrando en esta dinámica, dinamitan todos sus argumentos contra la ilicitud de la defensa emprendida por Puigdemont y los exconsellers. Tampoco les importa la lógica porque ya han tocado a rebato y han llamado a los reservistas. Ahora se trata de ver quién es verdaderamente más listo.
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