Les compartimos este texto publicado en Izaro News:
Iosu
(Memoria en el 500 aniversario de la invasión, ocupación, intento de asimilación y posterior expolio del Reino de Navarra, el Estado vasco. Memoria para los 200 caballeros navarros, encabezados por Jaime Vélaz de Medrano, leales a la legitimidad del Reino, que se negaron a aceptar la bota castellana y la de la traición en Amaiur (Baztan), en julio de 1522.) Los vascos, o al menos los que se consideran como tales, son muy dados a la nostalgia y aficionados a los símbolos. Imágenes heredadas de cientos de generaciones que cuentan que, de antiguo, los vientos soplan sobre el mismo linaje, parecidas costumbres, igual cultura y, sobre todo, misma lengua. Pueblo antiguo que cifra sus recuerdos, reales o mitificados, en milenios y que se asoma al siglo XXI con la sensación de que es porque fue, pero que alberga alguna duda razonable en cuanto a que siga siendo. Los vascos de hoy, llámense navarros, bizkainos, gipuzkoanos, alaveses, zuberotarras o suletinos, o como les salga del níspero denominarse, se enfrentan a su futuro con la sospecha de que, una vez más, van a tener que recurrir a la simbología para que la idea de vasco siga alentando.
Porque el vasco, si en algo es experto es en derrotas. Celebra lo que ha perdido como si lo hubiera ganado. Batallas y guerras fallidas. Sangre ajena y propia. Monumentos a las derrotas e himnos preñados de nostalgia por lo que pudo ser y no fue. Es un Pueblo que posee una extraña forma de perder y que, por alguna extraña razón, se resiste a doblar definitivamente la rodilla. Que se agacha solo para dejar pasar la tormenta y volver a levantar la cabeza. Y uno se pone a elucubrar, y piensa que debe ser en este asunto de la interiorización de la derrota donde está la verdadera fuerza de los vascos. Han perdido tantas veces, contra los de fuera y contra los de dentro, que dan por descontado que la próxima derrota será una más, nunca la definitiva. Quizá es por esto por lo que es un Pueblo ferozmente optimista.
Pues en tiempos de crisis, intervenciones y rescates. En unos tiempos en que los miserables y los ladrones campan por sus respetos, este Pueblo va a tener que doctorarse en optimismo. Cierto es que el de Loiola sostenía que el tiempo de zozobra no es el mejor para hacer mudanza, pero es que ahora, como no se haga, se acaba el optimismo, el Pueblo y la madre que lo parió.
Por eso, hoy, apelar a la memoria histórica está bien, pero no vale. Tampoco basta con el deseo por fuerte que este sea. Ni es suficiente el imaginar cómo sería. Tampoco es decisiva la voluntad de hacerlo. Y, si me apuras, captar apoyos con la fuerza de la persuasión inteligente puede quedarse corto. Ahora bien, si juntas memoria, deseo, imaginación, voluntad y captación bajo la inexcusable premisa de la unidad de acción sin fisuras, será posible, solo posible, intuir un tiempo de libertad.
Son solo palabras, ya lo sé. Y también sé que el papel lo aguanta todo y que la sensatez, o no, de los argumentos, dura más o menos lo que la memoria en el pez. Dos segundos. Algún bloguero de Izaronews escribía que las opiniones vertidas en la página parecían una especie de competición de argumentos más o menos brillantes, pero sin recorrido práctico. De acuerdo. La brillantez literaria, la expresividad argumental o las arengas vibrantes aportan pero no soportan. Es tiempo de acción.
A estas alturas de la película, hay que definirse. Sí o sí. Todos los individuos que creen que el futuro del entramado que se conoce como Euskalerria pasa por la asunción plena de su soberanía (independencia), deben dar ahora un paso al frente. No de boquilla, No en la taberna. No envueltos en la ikurriña. No con la lágrima escurriéndose por la mejilla. NO. La gente de la calle, es decir, tú, yo y él, ella debemos decidir si ya ha llegado la hora de poner en riesgo nuestra personal comodidad (política, económica, social, familiar…) para ayudar a conseguir que este Pueblo, el vasco, recorra su futuro sin tutelas y sin vigilancias. Solo las suyas.
Pero también hay que poner los pies en la tierra y observar desde la realidad del análisis lo que hay. Una cosa es clamar por la independencia, incluso en público e incluso sereno, y otra jugársela realmente. Y dudo mucho que esa amplia burguesía acomodada (la que da y quita gobiernos) que ha hecho, y hace, buenos negocios con España y que ha crecido a la sombra de un poder delegado durante treinta años, se atreva a encarar con todas las consecuencias el proceso de la independencia.
Y es que el PNV, clave en cualquier proceso independentista, bajo el mando estratégico de los Urkullus ha vuelto con el viejo señuelo de la liberación nacional para ganar las elecciones y pactar de nuevo… ¿esta vez con el PP? ¿Cambiar algo para que todo siga igual? ¿Cuánto va a durar este juego de tramposos? ¿Vamos a volver a tocar la flauta del posibilismo para ver si el Pueblo continúa adormecido? La situación no aguanta más. La descomposición del Estado español, su quiebra económica, su degradación moral, su endémica corrupción y su incapacidad para respetar las reglas del juego democrático real son argumentos más que suficientes para que este Pueblo decida seguir su propio camino. La angustiada pregunta que se hacen ya en Madrid es si es España un Estado fallido, una nación artificial, un fiasco histórico. En la pregunta está la respuesta.
(Atacaron el cerro Gaztelua 10.000 castellanos y navarros beamonteses contra los 200 navarros leales. Resistieron siete días. Jaime Vélaz de Medrano y su hijo fueron posteriormente envenenados en Iruña. El Castillo de Amaiur fue destruido. El espíritu no. Memoria)
En el campamento españolazo ya celebran el permiso para proceder con la manipulación del padrón electoral y continuar así negando a la sociedad vasca que su voluntad sea la que quede reflejada en las urnas. Su plan B es una alianza con el Partido del Neoliberalismo Vascongado, no importa si a la cama se tenga que ir el PSOE o el PP, el objetivo es restarle fuerza a las formaciones de izquierda. Ellos, petulantes y maquiavélicos afirman que "la injusticia está resuelta". Basagoiti, el vasquito al servicio de La Zarzuela, puede dormir tranquilo.
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