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jueves, 22 de mayo de 2008

Los de Verde

Habrán leído que en un acto abyecto, desvergonzado y denigrante el gobierno de Lakua ha rendido homenaje a los miembros de la franquista Guardia Civil.

Este texto publicado en Gara echa luz en el tema:


Martin Garitano | Periodista

Una imagen, más que mil palabras

Fusilaron a Txiki. Un pelotón de desalmados. Y a muchos miles antes. Llenaron de cadáveres las cunetas riberas de Nafarroa. Los mataron por pobres, por republicanos, por vascos, por socialistas... Mataron incluso a los más honrados de entre los suyos, a los que se negaron a disparar contra la población civil. Y fueron durante décadas el más sólido pilar en que descansó la dictadura.

Supieron administrar el odio que generaban en forma de miedo, de terror. «Capote, charol y cuero. Paso corto, mirada larga y mala intención».

Se intitularon beneméritos los que cultivaron el terror entre las buenas gentes y ahogaron a Mikel Zabalza en una bacanal de tormento medieval. A Lasa y Zabala les arrancaron las uñas antes de obligarles a cavar su propia fosa. Ciñeron, en complicidad con los nuevos socialistas, el fajín de general al sanguinario Galindo. Lograron la impunidad para quien dirigió el asesinato de Santi Brouard. Se cuentan por miles los vascos que han padecido su extrema brutalidad en los cuarteles del miedo. En Intxaurrondo, en La Salve.

Hubo diputado vasco -del PNV, por más señas- que habló en el Congreso español del escalofrío que le recorría el espinazo al pasar frente a la taifa de Galindo. Y en Hernani abrasaron a dos insurrectos. En Morlans acribillaron a otros tres. Gurutze Iantzi se les fue de un infarto en medio del griterío de la tortura. Se vengaron de Etxabe en la persona de un hermano indefenso. Falta papel para recontar los hechos que están en la memoria de todos.

Ahora el Gobierno vasco los homenajea. Para escarnio de un pueblo que aún los padece. Y hay que recurrir al «Romancero gitano» de García Lorca -otra víctima- para que a nadie se le olvide que «tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena».

¿Hasta donde están algunos dispuestos a bajar en caída libre?




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