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viernes, 10 de mayo de 2019

IzCa | La España que No Queremos

Hoy que Madrid ha recurrido al 155 para amenazar los procesos de autodeterminación tanto de Catalunya como de Euskal Herria -Galiza y Andalucía por antonomasia- es necesario escuchar a diferentes voces, voces que no van a la par del proyecto tardocolonial al que se aferra el franquismo borbónico.

Les recomendamos pues la lectura de este texto dado a conocer en la página Pueblo Comunero:


La dialéctica Castilla-España-Castilla es de una especial importancia para el movimiento popular castellano. En esa interrelación hay cuestiones que aparentemente son paradójicas aunque, como todo, tienen su explicación.

A pesar de que la construcción forzada del proyecto nacional-estatal español tiene anclajes anteriores, tal y como hoy lo conocemos se materializa a lo largo del siglo XIX, especialmente condicionado por el proceso de la llamada Guerra de Independencia contra la Francia Napoleónica y las guerras subsiguientes por las independencias de las conocidas como “las Españas” de Ultramar.

La materialización -hasta ahora- de ese proyecto nacional de clase hubiera podido ser sustantivamente diferente; aún lo puede ser. No hay más que observar a nuestro alrededor para comprobar las diferencias en las concreciones de los diversos estados multinacionales. Hay dos ejemplos singulares: el Reino Unido y la República Francesa, ejemplo de ultracentralismo la segunda y de relativo reconocimiento de los derechos nacionales en el primer caso; decimos relativo porque es muy obvio que el único estado en Europa que reconoció explícita y coherentemente el derecho de autodeterminación, el derecho a la independencia de las naciones bajo su jurisdicción, fue la Unión Soviética: su proceso de constitución llevó aparejada la independencia de Finlandia, Polonia, Países Bálticos, Ucrania, Transcaucasia, los países de Asia Central… aunque algunos volvieran a incorporarse a ese proyecto de Unión de Repúblicas Socialistas (Bielorrusia, Ucrania, Transcaucasia…). Hay que señalar que en ese momento histórico, con el final de la Primera Guerra Mundial, en la parte Central de Europa también se dio un amplio proceso de acceso a la independencia de países bajo la jurisdicción de estados multinacionales, tales como fueron los que estaban bajo el dominio del Imperio Austrohúngaro (Austria, Checoslovaquia, Hungría, parte de Yugoslavia) o del Imperio Otomano.

Puede sorprender que siendo Castilla, en su conjunto, el pueblo más perjudicado desde el punto de vista socioeconómico por el proyecto nacional español, sea en sus territorios, aunque no solo, en los que la derecha española tenga un mayor apoyo electoral. Para interpretar con un mínimo de rigor tal cuestión hay que evaluar el papel de las estructuras culturales, lingüísticas y administrativas en la conformación de una formación social. No cabe duda de que fueron las originarias de Castilla las que se impusieron al conjunto de pueblos del Estado español.

El proyecto nacional español ha sido objeto, tal como sigue ocurriendo actualmente, de una confrontación permanente en su concepción desde el punto de vista de la lucha de clases y de la lucha por la soberanía nacional. Este proceso tiene una singular importancia en la llamada Guerra de Independencia contra la Francia Napoleónica, que fue analizada parcialmente por Marx. La propia Constitución de Cádiz, en cuyo debate se reflejaron ideas muy diferentes y contrapuestas de cómo se tenía que construir ese sujeto político llamado ‘España’, y en el que triunfaría una visión progresista de esta, queda derogada con la llegada de Fernando VII, cuyo empeño durante su reinado -como había ocurrido antes y ocurriría después con los Borbones- era el de imponer un Estado centralista en lo territorial y tremendamente reaccionario en lo ideológico y social. La recuperación de la Constitución de Cádiz durante el Trienio Liberal (1820-1823), en cuyo proceso jugó un papel muy potente el movimiento comunero del siglo XIX, sería de nuevo derrotada por la alianza entre los borbones y la oligarquía española con el apoyo de los Cien Mil Hijos de San Luis (tropas reaccionarias conformadas al calor de la restauración borbónica en Francia).

El resto del siglo XIX y el propio siglo XX son testigos de la continuación de esa profunda confrontación, frecuentemente expresada en forma militar, entre dos concepciones antagónicas desde el punto de vista social y territorial.

La Primera y la Segunda Repúblicas fueron quizás los dos proyectos más avanzados, por supuesto con sus limitaciones, de la aspiración de construcción de un proyecto constitucional progresista. Ambos contaron con el rechazo frontal de la reacción, en el caso de la Segunda República a través de una guerra genocida con la participación en apoyo al bando franquista del Eje nazi-fascista.

Decimos que para el Movimiento Popular Castellano comprender bien la dialéctica Castilla-España-Castilla es de vital importancia, porque aunque es una obviedad, Castilla no es Cataluña ni Euskal Herria, y la subjetividad de nuestro pueblo en esta cuestión es diferente; para transformar esa realidad tenemos en primer lugar que partir de ella.

En las pasadas Elecciones Generales, y cada vez con más intensidad, las plataformas político-electorales del Régimen del 78 utilizan el término ‘España’ como su referencialidad formal principal; la irrupción de Vox entre los llamados a repartirse el “granero de votos” (que es como denominan a la sociedad civil) y las canonjías que ello conlleva, no ha hecho sino intensificar ese postureo: “la España que queremos”; “eso no le viene bien a España”; “España no perdonará esa política”; “no se pueden permitir alianzas con la Anti-España”; “no hay más soberanía que la soberanía española”, etc.

Sin embargo, curiosamente no hay ni una sola reflexión, que merezca tal nombre, en la que se afronte conceptualmente la realidad de España y su evolución histórica.

Algunos han iniciado su campaña electoral en las Cuevas de Covadonga, haciendo un pretendido símil con la versión más simplona de la llamada ‘Reconquista’, la asumida por la historiografía franquista. ¿Qué es lo que hay que reconquistar ahora y contra quién? Otros han hecho hincapié en la Anti-España para referirse a quienes estaban dispuestos, al menos teóricamente, a alcanzar acuerdos con fuerzas soberanistas catalanas, vascas o de otros pueblos del Estado.

Ninguna de las fuerzas políticas de ámbito estatal que participan en los festines electorales se han sustraído a esa pulsión. Menéndez Pelayo estaría muy satisfecho. Su concepción de los “heterodoxos españoles” como una forma de Anti-España sigue plenamente vigente entre los que mandan en ésta, cada vez más empobrecida intelectual, científica y demográficamente, así como menos influyente en el escenario internacional. Pero esto es lo de menos para estos españoles de “charanga y pandereta” que ya describiera Antonio Machado en su poema El mañana efímero.

“Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla”, decía don Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña. Quizás la primera parte de la frase haya que matizarla, porque la construcción política del Estado español tal y como lo conocemos ha tenido -además de a Castilla- otros sujetos territoriales. Pero en lo referente a la segunda parte de la frase -“España deshizo a Castilla”- estamos frente a una gran certeza.

¿A qué se refieren los sirvientes del Régimen del 78 cuando hablan de ‘España’ y a qué España se refieren? ¿A la España vaciada que se corresponde en lo fundamental con la mayoría de Castilla y Aragón? ¿A la España con una cada vez mayor involución socio-cultural? ¿A la España cada vez menos respetada en el ámbito internacional? ¿Se refieren a la “España Una, Grande y Libre” del Franquismo; a la de la guerra brutal contra el pueblo cubano dirigida por el General Weyler; a la que se rinde ante Napoleón después de que sus reyes, padre e hijo, abdicaran por la presión de este cediendo la Corona a José Bonaparte; a la España de la golfería y la corrupción encarnada por Alfonso XIII en el primer tercio del siglo XX o por su nieto Juan Carlos y su sucesor Felipe VI en el último tercio del mismo siglo y en lo que llevamos del XXI? A esa España renunciamos, porque es el mayor impedimento para el avance de los pueblos y de las gentes del Estado español.

Reivindicamos la Castilla de la Revolución Comunera con María de Pacheco a la cabeza; la Castilla de la controversia de Valladolid; la de Cervantes, Lope de Vega, Gracián o Calderón, esto es, la del Siglo de Oro de las Letras; la de la Escuela de Teología de Salamanca; la del Empecinado, Manuela Malasaña y la resistencia política y militar ante la invasión francesa; la del movimiento republicano del Siglo XIX, con la Vicalvarada a la cabeza; la de los motines del pan, cuyo sustento principal fueron mujeres; la de los procesos políticos de organización popular que condujeron a la Segunda República, y muy especialmente a la de la gloriosa lucha antifascista que a partir de 1936 abrió el camino de la victoria contra el nazi-fascismo a nivel global; al Madrid del “No Pasarán”. A esto no solo no renunciamos, sino que lo reivindicamos como la parte esencial de nuestra historia.

Ellos, aunque no lo dicen, saben perfectamente a qué se refieren. Para ellos España es su “chiringuito” o su “granero de votos”, es decir, el sujeto del que viven a cuerpo de rey, incluyendo a este, a cambio del menor esfuerzo, sin preocupación alguna sobre cómo evoluciona tal sujeto. Su única preocupación es que este no cambie, porque tal transformación podría poner en riesgo el modus operandi mafioso de la clase política y de la mayoría de las instituciones. Esta España, la que denunciaba Antonio Machado, es la que no queremos.

Lo que actualmente está ocurriendo en Cataluña, como es obvio, tiene que ver con la existencia de un Régimen monárquico postfranquista en el que sobrevive una buena parte de la cultura política de aquel Régimen y de sus instituciones. La continuidad con ese formato no podrá ser el marco de solución a los problemas nacionales/territoriales en el Estado español. Tampoco, por supuesto, a los sociales.

Desde el movimiento comunero del siglo XXI estamos por el derecho a decidir de los pueblos, lo que indudablemente incluye el derecho a la independencia.

Nuestro modelo sobre estas premisas referidas es el modelo confederal o de unión de repúblicas ibéricas, pero como es obvio, esto pasa por el cambio republicano. Sin repúblicas no habrá ni justicia social ni solución democrática territorial.

Los procesos republicanos en el Estado español supusieron intentos malogrados manu militari de construir sociedades que dieran solución a los problemas sociales, de clase y a los problemas políticos, tanto desde el punto de vista democrático general como desde el punto de vista de los derechos nacionales. La restauraciones monárquicas, después de las intervenciones militares para intentar liquidar esos procesos, se han utilizado para frenar ambas exigencias -derechos sociales y políticos de las gentes y los pueblos-.

La lucha continúa, y más pronto que tarde las Repúblicas vencerán al neofranquismo borbónico.

Izquierda Castellana, a 9 de mayo de 2019


*La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Antonio Machado, El mañana efímero, 1913






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