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sábado, 25 de mayo de 2019

Entrevista a Beñi Agirre

Desde Noticias de Navarra traemos a ustedes esta entrevista en la que el entrevistado pone al descubierto las patrañas con las que Madrid y su corifeo de mentirosos intentan separar lo navarro de  lo vasco:


Beñi Agirre ha publicado la versión en castellano de su ‘Gipuzkoako historia nafarra’, una historiografía que pone el territorio en un contexto más amplio

Harri Fernández

Los lectores de NOTICIAS DE GIPUZKOA podrán adquirir el domingo con este periódico y 9,95 euros más un ejemplar de Historia nabarra de Gipuzkoa. De su origen, conquista y fueros, del profesor Beñi Agirre, editado por Nabarralde.

Tirando de la cita que leyó en la presentación del libro en Donostia, ¿vive la sociedad vasca una crisis de identidad?

-Creo que hay muchas preguntas que están en el aire y no las tenemos debidamente focalizadas. Somos un país, no cabe duda;fuimos un país mucho más extenso en cuanto a territorio, en lo que tiene que ver con la gente, la cultura y el euskera. También tuvimos un origen político e institucional, que comienza como tal con el Reino de Iruñea y el Reino de Navarra. Hay una serie de elementos que no se han terminado de colocar cada uno en su lugar. Para muchos somos un país foral, pero el origen del país es anterior a los fueros. He tratado de hurgar ahí porque es cierto que hay un problema de identidad. Nos reconocemos a nosotros mismos de distintas maneras, no hay una hegemonía en cuanto a la perspectiva de país. Cada uno puede considerarse muy cómodo con cada pensamiento, pero creo que en la sociedad en general hay una diversidad de sensibilidades.

¿Qué aporta una historiografía como la que ha preparado?

-Intento centrar mi trabajo en lo que es Gipuzkoa, pero, como bien decía Ignacio Barandiaran, no se puede entender ninguna de las ahora llamadas provincias vascas sin el resto y sin el contexto de Euskal Herria. En definitiva, esto fue un solo país, un solo sujeto histórico dentro de la historiografía franco-española, pero también dentro de la europea. Teníamos reyes de Pamplona cuyo territorio superaba a la actual Navarra, aunque muchos quieran reducirlo de esa manera. Nosotros como Gipuzkoa, también Bizkaia, Araba, La Rioja, Iparralde y Gascuña, conformabamos la parte troncal de aquel reino. Hago una lectura general y para poner en contexto lo que eran tres territorios o tenencias, es decir, elementos administrativos de lo que era el Reino de Pamplona.

Prácticamente, el libro comienza ahí.

-Luego se individualiza, porque a partir de 1200, la época de la conquista de Castilla, Gipuzkoa comienza a tener elementos administrativos diferenciados de los demás. Conquistó lo que hoy conocemos como Araba, Gipuzkoa y el Duranguesado. La parte occidental de Bizkaia ya estaba con los López de Haro, integrada en Castilla. Es ahí cuando pudo empezar la separación entre vascos y navarros.

¿La historiografía tradicional ha deformado el sujeto?

-Pienso que sí. Se suele decir que la historia la escriben los vencedores. Eso pudo ser cierto hasta la Edad Moderna y hasta la irrupción de la globalización. La Revolución Francesa y la Industrial crearon un espacio de comunicación mucho más amplio que excedía las mugas habituales. Cuando era el Estado el único que contaba la historia, eran otros los que contaban nuestra historia desde su punto de vista. A partir de ahí, Garibay, secretario de Felipe II, es el que se inventa que Gipuzkoa pactó con Castilla y seguía pactando, posteriormente, con los reyes de España, cosa que en una lectura crítica de la historia se demuestra que no es verdad. La Diputación de Gipuzkoa ofreció un premio para aquel que demostrara que existía un documento de pacto de la nobleza guipuzcoana con Castilla. Apareció uno, que se demostró que era falso, y ninguno más. Es una invención y una manera de deformar el relato.

Usted quiere recuperar ese sujeto histórico.

-Efectivamente. Colocar como sujeto histórico a los vascosnavarros en general.

Reivindica ese término, el de “vasconavarro”.

-Sí. Creo que define mejor, desde el punto de vista actual. Hace un siglo el concepto vasconavarro era utilizado de una forma normal. Las palabras van evolucionando. Este término hoy para algunos puede relatar dos provincias, para quien tenga en mente que Navarra es una cosa y los vascos son otra. Esto no era así antes. Y yo reivindico el término como lo usaban Campión o Altadill, como unidad. El término vasco como cultural, tradicional e ideomático, que son comunes en los vascos de Iparralde y en los de la Península, y los navarros de la península también. Lo reivindico como cultural, pero se necesita un concepto político e institucional que es lo que le da el término navarro.

En el prólogo, José Luis Orella alaba de su libro el uso de bibliografía que hasta ahora los historiadores no habían tenido en cuenta. ¿A qué se refiere?

-Se pueden utilizar como documentos históricos aquellos de la tradición popular. Los bertsolaris nos han dejado su opinión o su relato. La tradición oral, más allá de la mitología, que ha sido escrita, por suerte, está contenida en formato de versos, que nos describen, por ejemplo, la muerte de Cánovas del Castillo, donde se le reprocha, precisamente, qué es lo que hizo con los fueros vasconavarros. Otro ejemplo: la batalla de Oriamendi de la I Guerra Carlista está absolutamente deformada en la versión que ha usado la España falangista para hacer aquello de Por Dios, por España y el Rey. Sin embargo, en el primer relato de José Juan Santesteban, al que pusieron música los ingleses, se recoge por qué luchaban los carlistas. Cuando lo cuentan otros, parece ser, que había un problema dinástico, el viejo sistema contra el nuevo. Los carlistas eran los defensores del primero. El documento del que hablo desmantela ese relato.

¿Qué cuenta?

-Lo centra en que los carlistas luchaban por los Fueros. En los versos aparece varias veces los conceptos España, pero no aparece Euskal Herria como parte de España. De hecho, dice que los carlistas aspiran a tener el mismo rey que España. No aspiran a tener ellos al rey de España, sino que aspiran a uno que sea rey de dos reinos. La diferencia es abismal. Ese documento, por ejemplo, nunca se ha leído así, aunque se conociese.

Por lo tanto, la historiografía tradicional no contempla las fuentes populares como científicas.

-Exacto. Yo sí me fío y sí les doy valor historiográfico. Por eso, los incluyo dentro de un contexto. Se aportan más datos para decir que lo que se cuenta en ese relato popular va por buen camino.

¿Qué dos hechos considera determinantes en la historia de Gipuzkoa?

-Indudablemente, uno es la conquista de 1200 que va a determinar la separación, primero, administrativa y de fronteras, que luego derivará en una separación identitaria. Otro hito fundamental es la partición de la Isla de los Faisanes, por la que Iparralde queda en manos francesas y Hondarribia e Irun en las españolas. Ese pacto, que es de 1659, parte el territorio, obstaculizando las relaciones preexistentes entre Iparralde y Hegoalde. Esa frontera marca lo que va a ser Gipuzkoa y tendrá sus consecuencias en la Guerra de la Convención y en las Napoleónicas. Gipuzkoa, ante la invasión de las tropas de la Convención y también de las de Napoléon, tiene una postura absolutamente diferenciada de la que ejercen el resto de territorios de la península. De alguna manera, Gipuzkoa y Donostia se alían con aquellos. Era la misma mentalidad. La apuesta social era por la Ilustración y se vio a los franceses como aliados.

¿Era la guipuzcoana una sociedad permeable?

-Al Enciclopedismo y a la Ilustración. La sociedad guipuzcoana estaba absolutamente conectada con París y con las corrientes de la Revolución Francesa. Eso hacía ver, de alguna manera, que el concepto que había aquí de la sociedad, de la apertura de la nobleza hacia otras clases más bajas, iba más en sintonía con lo que podía estar sucediendo en París, que en la nobleza centralista de Madrid. A pesar de que los negocios guipuzcoanos se hicieran con Madrid, en aquella época la mentalidad era mucho más permeable a lo que ocurría en Francia.

Su libro acaba con el Estatuto de 1931. ¿Por qué dejarlo ahí?

-El libro intenta demostrar que hay una unidad histórica e identitaria de lo que es el país. Las conquistas, como las de 1200 y 1512, entre otras, lo que hacen es una partición, además de crear el relato de que cada provincia es una institución inmemorial. Es decir, que desde siempre existe Gipuzkoa y el resto, pero no es cierto. ¿En qué momentos hemos estado como país como sujeto? Hasta que empiezan las conquistas. Pero ese instinto de que somos un país se ve en toda la historia hasta el Estatuto de 1931. Lo dejo ahí como un guiño a lo que debería de ser el futuro. Se dice también que la historia no es solo una mirada al pasado, sino una explicación del presente y una herramienta para construir el futuro. Si sabemos qué lo que fuimos y si somos ahora, podremos construir un proyecto de futuro para poder continuar siendo.

¿Qué características tiene ese Estatuto?

-En 1931, con el Estatuto del Estado vasco, con las cuatro provincias del sur en una unidad, plantea una estructura confederal con España, con Madrid.






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