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viernes, 8 de febrero de 2019

La Rojigualda de Colón

Les compartimos la editorial de Gara en la que se aborda la futilidad del ocupante de La Moncloa en un estado donde esa figura no es mas que una decoración para esconder de la vista a quienes detentan auténticamente el poder en el reino bananero.

Lean ustedes:


Ha bastado un amago de apertura al diálogo en Catalunya, un gesto tan tímido como anunciar un relator que dé fe de las conversaciones abiertas entre partidos, para que la triple alianza facha lance en Madrid la embestida que venía rumiando desde su triunfo en Sevilla en diciembre. La movilización orquestada este domingo bajo la gigantesca bandera rojigualda de la Plaza de Colón pone a Pedro Sánchez en la encrucijada que había intentado eludir, o al menos posponer, desde aquel alzamiento facha en tierra andaluza.

La colisión propuesta sin tapujos por la derecha requería un combate ideológico que no se ha producido en estos dos meses. Basta volver a mirar a Sevilla y fijarse en un acontecimiento aparentemente extrapolítico como la gala de los Premios Goya (con protagonismo de reivindicaciones feministas, personas discapacitadas, minorías étnicas, libertad de expresión...) para captar que efectivamente hay otra España diferente a la de PP-CS-Vox, pero basta también volver a mirar a La Moncloa para comprobar que está políticamente bloqueada. El problema, obviamente, va mucho más allá de Sánchez. Sin una apertura democratizadora en Catalunya y Euskal Herria, sin determinación para liquidar los restos del franquismo, sin plantear oposición a los dictados del IBEX35... solo es cuestión de tiempo la «reconquista» anunciada por la derecha. Resultaron significativos ayer tarde todos los mensajes que ironizaban con si será Casado, Rivera o Abascal quien se autoproclame presidente en Colón; y es que ni en Venezuela ha sido capaz Sánchez de marcar una línea diferente y coherente.

Para el presidente español, para la progresía española en conjunto, la algarada del domingo es un cruce de caminos; o avanza o retrocede. Catalunya –en víspera del juicio a sus legítimos gobernantes– y Euskal Herria miran las cosas desde otro punto; para ellas, Colón no puede ser ya más que otro motivo para intentar irse cuanto antes.






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