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sábado, 9 de febrero de 2019

Pelotari Antitanque

Tenía mucho que no publicábamos algo que fuese digno de la etiqueta Kurlansky Arzalluz pero hoy hemos encontrado los apuntes biográficos de un vasco muy pero muy peculiar, casi tan peculiar como la fuente de donde traemos a ustedes la información, nada más y nada menos que el ABC.

Y la verdad, nos importa muy pero muy poco que haya sido admirado por el genocida Winston Churchill, tan fascista como Adolph Hitler o Francisco Franco.

Adelante con la lectura:


En una de sus primeras acciones durante la batalla de Francia, en 1940, dejó fuera de combate a siete en un solo día. Fue condecorado en varias ocasiones por el Ejército francés, que aún hoy le recuerda

Israel Viana

Los vascos combatieron en todos los escenarios de la Segunda Guerra Mundial, desde el desembarco de Normandía a las playas del Pacífico, pasando por la liberación de París y las defensas de Londres o Leningrado. Lo hicieron de muy diversas formas: pilotos, zapadores, cocineros, paracaidistas, conductores de blindados y, por supuesto, soldados. Y estuvieron alistados en todos los ejércitos: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, la URSS e, incluso, junto a las tropas de Hitler dentro de la famosa División Azul.

Ningún investigador ha ofrecido cifras oficiales. En la División Azul, por ejemplo, se estima que lucharon alrededor de mil vascos, entre voluntarios y alistados forzosos por el recién instaurado régimen franquista. Mientras que en los buques de guerra estadounidenses sirvieron cerca de 800 cocineros del País Vasco. Pero sobre todos ellos destacaba uno: un pelotari de la pequeña localidad de Basusarri, hoy desconocido para muchos historiadores, que fue elogiado por el primer ministro británico, Winston Churchill, por su capacidad para derribar tanques nazis con granadas que lanzaba a distancias sorprendentes con sus propias manos. Su nombre: Víctor Iturria.

Nació el 22 de octubre de 1914 en dicha localidad vasco francesa, a 45 kilómetros de San Sebastián. De joven se trasladó con su familia al pueblo fronterizo de Sare, donde fue criado dentro de un estricta educación religiosa. Allí ejerció como cantero y pronto alcanzó gran notoriedad como pelotari, justo en la época en la que este deporte comenzó a profesionalizarse con todo tipo de torneos impulsados por órganos federativos y empresas. Tal fue el éxito de este deporte que llegaron a abrirse frontones en Cuba, Egipto, China o Shanghai, entre otros lugares. Iturria ganó prestigiosos campeonatos gracias a su portentosa derecha.
«Pasar a la ofensiva sin perder tiempo»

Su carrera deportiva iba viento en popa hasta que, en 1939, estalló la guerra y se presentó como voluntario al Ejército francés para frenar a los nazis. El 9 de abril de 1940, estos habían invadido Dinamarca, que cayó en 24 horas, y atacado Noruega, donde en poco tiempo se instaló el Gobierno del traidor Quisling. El 10 de mayo iniciaron la invasión de Bélgica, Holanda, Luxemburgo y, finalmente, Francia, donde fue enviado nuestro protagonista como artillero antitanques.

Poco antes, Hitler había dado a sus mandos la siguiente orden: «Es evidente que, en un futuro cercano, Inglaterra y Francia no tienen posibilidad de acabar la guerra pronto, por lo que he decidido ir a la ofensiva sin perder más tiempo». El razonamiento era aplastante: cualquier demora en el inicio de conflicto podría militarizar los Países Bajos y Bélgica y evitar una campaña rápida, basada en la superioridad tecnológica del ejército germano. En ese sentido, la Alemania Nazi pretendía tomar el control directo del norte de Francia para bombardear el Reino Unido, que en la visión del Führer era su posible gran rival. Churchill, por parte, también había hecho en su obra «La Segunda Guerra Mundial» un buen análisis de cómo la Tercera República francesa no estaba preparada militarmente: «Ni en Francia ni en Gran Bretaña habían reparado realmente en las consecuencias de la novedad de que los vehículos blindados pudieran ser capaces de resistir el fuego de la artillería y avanzar más de ciento cincuenta kilómetros diarios».

Fue precisamente por su capacidad para neutralizar estos tanques por lo que Iturria se convirtió en un héroe de guerra. Él solo, con la habilidad adquirida como pelotari, destruyó siete blindados nazis en un solo día lanzando granadas con la mano. Los temidos Panzer eran muy temidos por su efectividad a la hora de maniobrar. Es famosa, por ejemplo, la operación que estos llevaron a acabo el 15 de mayo de 1940 al destruir la 1ª División Acorazada francesa -orgullo del Ejército galo, porque disponía de tanques mucho más potentes-, gracias principalmente a su mayor velocidad. Al principio de aquella mañana había unos 176 carros de combate galos y, al día siguiente, solo quedaban 15.

El hecho de que fueran mucho más rápidos que los franceses y los ingleses no impidió que Iturria los alcanzara, aunque se encontrara a grandes distancias de ellos. La hazaña no pasó desapercibida para sus jefes, que enseguida le condecoraron con su primer medalla y le calificaron como uno de los soldados más excepcionales del Ejército francés. En 2014, el historiador Dominique Lormier lo incluyó en su obra « Las grandes figuras de la Resistencia francesa» (Sud-Ouest, 2014).
Herido en Dunkerque

Después de aquella hazaña se produjo uno de los episodios más importantes de la batalla de Francia: la evacuación de Dunkerque el 3 de junio de 1940. Durante aquella operación gigantesca llevada al cine por Christopher Nolan en 2017, Víctor Iturria fue gravemente herido, aunque logró escapar junto a otros cerca de 340.000 soldados británicos, franceses y belgas con la ayuda de buques mercantes. Atrás dejaron una gran cantidad de equipamiento y a miles de compañeros que fueron hechos prisioneros o que huyeron hacia el sur para luchar contra el invasor. El pelotari fue ingresado en un hospital inglés.

El País Vasco francés sufrió los mismos problemas que el resto del país cuando acabó la Batalla de Francia. El Gobierno galo firmó un armisticio con el Tercer Reich que no solo dividió el país, sino la región vasca en dos zonas: una parte ocupada, que abarcó desde la costa hasta San Juan Pie de Puerto, y otra no ocupada, desde esta localidad hasta el límite con Bearne. La ocupada –llamada por los nazis la «Francia libre», con capital en Vichy y con el mariscal Philippe Pétain como presidente–, se convirtió en un Estado títere de Hitler.

Fue en Inglaterra donde Iturria conoció al famoso capitán George Bergé, primer agente secreto de la Francia ocupada por los nazis. A finales de 1940, fue reclutado por este para que pasara a ser uno de los treinta hombres que formaron la primera sección de paracaidistas de la Francia Libre, integrándose en la brigada del Servicio Aéreo Especial (SAS) comandada por el coronel David Stirling. El pelotari demostró pronto sus cualidades físicas, sobre todo en lo referente al lanzamiento de granadas, y antes de embarcarse para Oriente Medio con su nueva unidad en julio de 1941, tuvo tiempo de ganarse la admiración del mismísimo Churchill. El primer ministro quiso ver con sus propios ojos cómo era aquel lanzador de granadas del que tanto le habían hablado.
Una txapela a 50 metros

Víctor Iturria no tuvo ningún inconveniente en realizar una demostración para el histórico personaje cuando fue requerido. Cuando le llevaron ante su presencia, al pelotari no se le ocurrió otra cosa que colocar una txapela en el suelo a 50 metros metros de distancia. Churchill observaba la escena con escepticismo, cuando el vasco cogió dos pasos de carrerilla y lanzó una granada con todas sus fuerzas que cayó justo dentro la boina. El primer ministro se quedó boquiabierto y le felicitó, comprendiendo al fin cómo aquel héroe había sido capaz de dejar fuera de combate a siete tanques nazis con su brazo.

En Oriente Medio, Iturria y el resto de paracaidistas franceses del SAS británico tuvieron un papel muy importante, especialmente en la batalla del Canal de Suez. En Libia se distinguieron por sus violentas ofensivas por sorpresa, que realizaban por la espalda. El 12 de junio de 1942, el héroe vasco participó en el ataque a uno de los aeródromos de la región Cirenaica, en la costa noroeste del país, bajo las órdenes de André Zirnheld y Philippe Fauquet. Y en agosto, en otro en la ciudad de Bengasi.

Gracias a sus acciones, el pelotari se convirtió en el líder moral de aquella unidad gracias a su excepcional coraje, que muchas veces rozaba la temeridad. No tardaron mucho en hacerse célebres sus saltos en paracaídas a escasos metros de las líneas germanas y su gran sentido de la orientación en el campo de batalla. Dos habilidades que eran de gran utilidad para la llegada posterior del resto del Ejército. Los resultados de su unidad fueron tan importantes que recibió los elogios del mismo general Eisenhower en sus memorias.
Acribillado el día de la liberación

Víctor Iturria fue condecorado también en Argel, en 1943, por el general Giraud. Después, el SAS se convirtió en la primera unidad de la Francia liberada que luchó en suelo patrio contra los nazis. Se lanzaban en paracaídas en la retaguardia enemiga hasta que, el 25 de agosto de 1944, todo se acabó. El pelotari fue acribillado en una emboscada en Blain, localidad situada a cuarenta kilómetros de Nantes. La mala suerte quiso que encontrara la muerte el día que se consumó la liberación de Francia y la derrota de los alemanes en territorio galo. Tenía solo 29 años.

En 1947, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el general Bergé viajó hasta Sare, la localidad donde Iturria había residido la mayor parte de su vida, para concederle la Legión de Honor a título póstumo. Un año más tarde se erigía en su honor una escultura donde se reflejaba su virtud como lanzador de granadas. Y casi 75 años después de su muerte, el Ejército francés aún recuerda al pelotari. Tanto es así que, el 15 de abril de 2015, su nombre fue tomado para bautizar a la promoción de la escuela nacional de Saint-Maixent.






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