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martes, 23 de octubre de 2018

Cooperativismo Vasco a Prueba

El neoliberalismo impuso condiciones que han terminado por debilitar a proyectos productivos otrora boyantes.

Por lo anterior, les invitamos a leer este texto publicado por Deia:


Cuatro expertos chequean la salud del modelo cooperativo, sus retos y la solidez de sus fundamentos. ¿Están en riesgo? ¿Qué hay que cambiar?

Mikel Mujika

Cinco años después de la “lección” que supuso la caída de Fagor, cuatro voces autorizadas analizan el modelo cooperativo vasco, su salud y los retos. Antonio Cancelo, fundador de Eroski y expresidente del grupo Mondragon, es la experiencia. En diciembre cumple 82 años y sigue asesorando y colaborando en proyectos. Ha vivido desde dentro las tensiones de la gestión de un gigante como Mondragon y sigue convencido de la validez del modelo.

Un ejemplo: “El cambio que está introduciendo ahora la patronal demuestra que las sociedades de capital están tratando de acercarse a determinados valores del cooperativismo, como integrar a los trabajadores en el capital e incluso darles presencia en los consejos de administración. Cuando el mundo que sigue otros modelos te sigue los pasos, eso te da pie para afirmar que hay futuro para el modelo cooperativo”, expone.

El caso Fagor, en su opinión, es un ejemplo. “Son cosas que mejor que no pasen, pero una vez que suceden, hay que aprender de ellas. Ha habido una respuesta que merece la pena ser destacada. Casi todas las personas se han preocupado de nuevo y eso demuestra que es un modelo solidario. Eso si hubiera sido una sociedad de capital, se habrían perdido más puestos de trabajo”, zanja.

Aitor Bengoetxea ve los toros del otro lado de la barrera. “No soy economista”, aclara este catedrático, director del instituto Gezki (UPV/EHU) de Derecho del Trabajo cooperativo y la Economía Social. En su opinión, “la historia nos enseña que el cooperativismo funciona y el mayor exponente es Mondragon. “¿Por qué el grupo cooperativo más grande del mundo está en Euskal Herria?”, se pregunta. “Tiene su explicación antropológica. Los vascos tenemos un sentido colectivo propio y las cooperativas necesitan eso”. Tras la crisis, con la “última ola neoliberal el peligro es aún mayor y frente a eso, el cooperativismo es una alternativa fundamental”, apunta. Pero “solo puede funcionar si se confía en el de enfrente, y eso choca con los valores de la sociedad actual”, dice.

Beñat Irasuegi tiene 40 años y es natural de Errenteria. Hace ocho años, antes de crear una cooperativa de asesoría tecnológica, Talaios, con unos amigos informáticos, no tenía relación alguna con las cooperativas. Eligieron esa fórmula, porque era “el modelo jurídico que más nos convenía”, reconoce, pero hoy se autodefine como un “cooperativista militante, de convicciones y raíces fuertes”.

“Cuando creamos la cooperativa, nos dimos cuenta de que se estaba creando una nueva ola de cooperativas con gente que se había quedado sin trabajo o terminaba de estudiar;y vimos que faltaba ayuda y orientación”. Eso le movió a impulsar Olatukoop, una red colaborativa que agrupa a más de una veintena de asociaciones. “Para nosotros la cooperativa es un proyecto de vida, pero cuando estás compitiendo con monstruos internacionales, sin querer, puedes perder ese espíritu cooperativista”, apunta.

“El modelo de empresa cooperativo no es perfecto, tiene sus límites y contradicciones, pero constituye un modelo avanzado desde un perfil social”. Es la voz de Aitzol Loiola, investigador de Lanki, el instituto de estudios cooperativos de Mondragon Unibertsitatea.

Loiola cree que es necesario impulsar un “Mondragon más abierto” y que colabore con la ola de nuevas cooperativas creadas a raíz de la última crisis. “El cooperativismo de Mondragon, con más de medio siglo, puede ayudar con su experiencia y recursos a esas nuevas cooperativas;a su vez, ellas pueden aportar a Mondragon frescura y nuevas formas de practicar el cooperativismo”, concluye.






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