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sábado, 14 de abril de 2018

¿Y la Tercera República?

Desde la página de inSurGente ponen sobre la mesa una muy interesante pregunta, una que no está excenta de cierto sarcasamo pues bien sabemos lo que gente del campo de la izquierda española ha hecho para evitar a toda costa que se puedan dar pasos en esa dirección.

Nos referimos a la traición abierta en contra de los pueblos español, vasco, catalán, galego, andaluz y canario que han llevado a cabo gentes de la calaña de Felipe González, José Luis Rodríguez, Alfredo Pérez, Javier Solana y más recientemente, sus párvulos Pedro Sánchez y Susana Díaz.

No sin obviar las aportaciones de gentes como Baltasar Garzón o Fernando Savater, claro está.

Así que establecido lo anterior, les invitamos a analizar el texto en cuestión:


Tras unos días de frenética actividad realizada por los diferentes grupos políticos que buscaban acabar con la Monarquía, el 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales que dieron el ansiado triunfo a los candidatos republicanos. La victoria fue amplia; se estima que ganaron en 41 de las 50 capitales de provincias.

De modo que, tras conocerse el resultado de los comicios y de manera casi espontánea, se fue proclamando la República. Las celebraciones comenzaron en la ciudad gipuzkoana de Eibar y en la catalana de Barcelona; el 14 de abril, ya por la tarde, sucedió exactamente lo mismo en la capital del país. Tras la salida de España del rey Alfonso XIII, el mismo día 14 y presidido por Alcalá Zamora, el Gobierno Provisional quedó constituido como poder en Madrid. 14 días después —el 28—, la República decretó el cambio de símbolos y adoptó los mismos que en la Primera República —1873—: la bandera tricolor —rojo, amarillo y morado— y el himno de Riego.

El 18 de julio de 1936 llegó Franco para anunciar casi tres años después —el 1 de abril de 1939—: “La guerra ha terminado”, al tiempo que el gobierno imperialista de los Estados Unidos reconocía al gobierno franquista. Acababa de ser derrocado a sangre y fuego un gobierno republicano legitimado por las urnas, para sumir al pueblo en la más larga y horrenda de las dictaduras fascistas que probablemente haya vivido la humanidad.

Franco murió el 20 de noviembre de 1975, pero para entonces ya había dejado todo “atado y bien atado para el futuro”: un franquismo disfrazado de “democracia” que llegó tras una sangrienta y mal llamada Transición que a día de hoy se empeñan en vendérnosla como modélica —entre 1976 y 1980 la policía, la Guardia Civil y la extrema derecha asesinaron impunemente a más de cien personas, y miles de detenidos fueron salvajemente torturados—. Y es que la actual Constitución —que tanto protege al rey, con el beneplácito de la pseudoizquierda— fue fruto de una “ruptura pactada” con el franquismo y no de una “ruptura democrática”, que es lo que se demandaba masivamente en la calle. Fue la consecuencia, en definitiva, de la brutal represión ejercida por los franquistas y del vergonzoso cambio de chaqueta de algunos dirigentes revolucionarios que, por prebendas, comenzaron a desempeñar el papel de traidores.

Por más que se empeñen en hacernos creer lo contrario, a día de hoy, las principales estructuras franquistas siguen intactas, y el heredero del elegido por Franco, nunca por el pueblo —a Felipe VI nos referimos—, sigue siendo el Jefe del Estado y de los tres ejércitos. No es casualidad que el rey, hoy emérito, llegara a decir: “no consiento que se hable mal de Franco en mi presencia”.

Se cumplen 87 años de la proclamación de la Segunda República, un día que debe ser de celebración, pero sobre todo de lucha. Salud, muerte al franquismo —hoy todavía muy presente— y ¡VIVA LA REPÚBLICA SOCIALISTA!





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