Marco Porcio Catón, uno de tantos de esa familia en la historia del imperio romano, político y orador, temeroso de que la rival africana de Roma, la espléndida Cartago, volviera a levantar cabeza y poner en peligro a su ciudad, remataba todos sus discursos, fueran del tema que fueran, con las mismas palabras: “Ceterum censeo, Carthaginem esse delenda” (Por otra parte, opino que Cartago debe ser destruida).
Sin las razones de Catón, sin la elegancia de su oratoria, sin su patriotismo, los sistemas que gobiernan tanto en el estado francés como en el español están convencidos de que Euskal Herria, si bien no debe ser destruida, al menos debe ser disminuida, acorralada, sometida. París, Madrid y sus representantes y voceros, sus funcionarios, sus plumas y micrófonos incondicionales, saben que Euskal Herria es el mayor obstáculo para cerrar su circulo de poder y corrupción y por tanto, venga o no al caso, buscan la forma de poner en mal al terruño de los vascos; esperan que la digna resistencia de un pueblo caiga en su manos o al menos, que se desprestigie ante la opinión de todos.
Hasta hoy no han podido lograrlo; en todos los rincones de Europa hay partidarios de un cambio pacífico y democrático que sustituya a las actuales estructuras opresoras, pero en Euskal Herria, pequeña, hospitalaria y hermosa, es en donde la resistencia a la opresión es más firme, está más fuerte y pone en riesgo real a la oligarquía, de perder sus posiciones de dinero, medios de comunicación y en general, estructuras que le permiten privilegios.
Delenda est Cartago y Cartago, para las oligarquías gobernantes, es el Euskal Herria y contra ella se lanzan los más duros golpes, no sólo en el discurso, también en los hechos.
Toda la fuerza del sistema contra Euskal Herria, por que se teme a sus aguerridos habitantes, toda la fuerza política y de los medios incondicionales contra los abertzales, porque aquí, en la tierra del euskara, la ciudadanía ya sabe de gobiernos honrados y eficaces. Delenda est Cartago, porque los romanos le temían a la ciudad de la otra ribera del Mediterráneo. Delenda est Euskal Herria, por que la oligarquía le teme a su pueblo organizado, a sus colectivos experimentados, a su organización, a su sentido de solidaridad social y a su amor a la libertad.
Sin las razones de Catón, sin la elegancia de su oratoria, sin su patriotismo, los sistemas que gobiernan tanto en el estado francés como en el español están convencidos de que Euskal Herria, si bien no debe ser destruida, al menos debe ser disminuida, acorralada, sometida. París, Madrid y sus representantes y voceros, sus funcionarios, sus plumas y micrófonos incondicionales, saben que Euskal Herria es el mayor obstáculo para cerrar su circulo de poder y corrupción y por tanto, venga o no al caso, buscan la forma de poner en mal al terruño de los vascos; esperan que la digna resistencia de un pueblo caiga en su manos o al menos, que se desprestigie ante la opinión de todos.
Hasta hoy no han podido lograrlo; en todos los rincones de Europa hay partidarios de un cambio pacífico y democrático que sustituya a las actuales estructuras opresoras, pero en Euskal Herria, pequeña, hospitalaria y hermosa, es en donde la resistencia a la opresión es más firme, está más fuerte y pone en riesgo real a la oligarquía, de perder sus posiciones de dinero, medios de comunicación y en general, estructuras que le permiten privilegios.
Delenda est Cartago y Cartago, para las oligarquías gobernantes, es el Euskal Herria y contra ella se lanzan los más duros golpes, no sólo en el discurso, también en los hechos.
Toda la fuerza del sistema contra Euskal Herria, por que se teme a sus aguerridos habitantes, toda la fuerza política y de los medios incondicionales contra los abertzales, porque aquí, en la tierra del euskara, la ciudadanía ya sabe de gobiernos honrados y eficaces. Delenda est Cartago, porque los romanos le temían a la ciudad de la otra ribera del Mediterráneo. Delenda est Euskal Herria, por que la oligarquía le teme a su pueblo organizado, a sus colectivos experimentados, a su organización, a su sentido de solidaridad social y a su amor a la libertad.
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