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lunes, 14 de agosto de 2006

Los Galos de Fitero

A lo largo de la historia se ha hecho todo lo posible por erosionar la identidad del pueblo vasco, en algunas ocasiones este esfuerzo se ha extendido a ramas de la ciencia como la antropología y la arqueología así que siempre se ve con suspicacia cuando se insiste en el origen no vascón de una localidad situada en el área de influencia de estos pueblos. Pues bien, lean los más recientes descubrimientos en el yacimiento de Peñahitero en la localidad navarra de Fitero en este artículo de Gara:

El yacimiento «galo» de Peñahitero sigue siendo fuente de sorpresas

Nuevos hallazgos en Peñahitero, donde ya el año pasado fue encontrada la tumba de un príncipe celta de origen centroeuropeo, han venido a subrayar la absoluta excepcionalidad del yacimiento fiterano. En la campaña de excavaciones que los arqueólogos vienen realizando este verano se han topado con los restos de dos niños enterrados, en una época en el que lo habitual era la incineración de los cadáveres. Otros hallazgos refuerzan la hipótesis de que el de Peñahitero no es un poblado amurallado más de la Edad del Hierro, sino la residencia fortificada de un príncipe «galo», en la que no aparecen señales de «iberización».

FITERO

La que de este verano es la tercera campaña de excavaciones que, bajo la dirección de Manuel Medrano, profesor de la Universidad de Zaragoza, se lleva a cabo en Peñahitero, un yacimiento fundamentalmente del Bronce Final y la Primera Edad del Hierro estratégicamente situado en un cabezo sobre el río Alhama.

Ya en la primera campaña aparecieron restos que apuntaban a la singularidad del yacimiento: allí no había signos de iberización. Pero cualquier duda que todavía pudiera caber al respecto quedó disipada el año pasado cuando los arqueólogos descubrieron encastrada en la muralla una casa-tumba del siglo VI antes de Cristo que responde a un ritual celta puramente centroeuropeo. Es la tumba de un príncipe «galo», por usar un término coloquial.

Eso, unido a otros hallazgos, llevó al profesor Medrano a plantear una doble hipótesis. En primer lugar, el de Peñahitero no era un poblado más de la Edad del Hierro, ni siquiera era un poblado, al menos en el sentido de pueblo, sino la residencia fortificada de un príncipe que, sin duda, controlaría otros poblados de los alrededores. En segundo lugar, la ausencia de signos de iberización pondría en evidencia algo que algunos especialistas ya sospechaban, y es que una parte de la población de la Península, culturalmente al menos, seguía siendo fiel en aquella época a sus orígenes centroeuropeos.

Los hallazgos de la campaña de excavaciones en curso no harían sino confirmar la hipótesis de Medrano. «En lo que va de campaña ­declaró a GARA el arqueólogo­, hemos encontrado básicamente tres cosas nuevas: dos inhumaciones infantiles, el acceso al recinto fortificado y restos de un incendio que, sin duda, debió ser fruto de un ataque. Además, siguen apareciendo cerámicas grafitadas de una tipología claramente centroeuropea y molinos de mano en cantidades que, para la época, cabría considerar como industriales».

El hallazgo más llamativo es la inhumación de un niño de cinco a siete años en una estancia pegada al paramento interior de la muralla. Estaba colocado entre dos piedras, con la cabeza apuntando al sol poniente y las piernas apoyadas en la muralla. «Es algo rarísimo ­afirma Medrano­. Hay que tener en cuenta que en aquella época incineraban los cadáveres. Es verdad que a los niños muy pequeños solían enterrarlos en las propias casas, lo que tenía un sentido de acogimiento de su alma, de evitar que estuviesen solos. Pero eso se hacía con niños muy pequeños. El mayor que conocemos no pasaba del año y tres meses, y ya es un caso raro. Pero el que hemos encontrado tenía entre cinco y siete años, edad en la que eran incinerados y sus cenizas depositadas en la necrópolis, con los adultos. En todo caso, este niño tampoco fue inhumado en un lugar de habitación, como otros niños, ya digo que menores, sino junto a la muralla. Es algo fuera de lo que conocemos».

La inhumación de este niño data del siglo VI o quizá de finales del VII antes de Cristo. Corresponde, por tanto, a la Primera Edad del Hierro, como la tumba principesca hallada el año pasado, «aunque no sabemos si una tiene que ver con la otra en el tiempo o en la intención», reconoce Medrano.

La segunda inhumación, hallada la semana pasada, es de otro niño, este sí, de pocos meses, lo que coincide con las prácticas conocidas. Pero también es atípica, porque no está realizada bajo el suelo de una vivienda, sino en la muralla.

Con respecto a las fortificaciones, los arqueólogos han encontrado este año un segundo torreón defensivo ­el año pasado identificaron el primero­ y, junto a él, lo que Medrano considera el segundo hallazgo importante de la presente campaña: el acceso al recinto. «Está entre ese segundo torreón y un barranco. Es un sitio inhabitual, pero muy cómodo, porque, si querían que alguien entrase, entraba, y, si no, lo empujaban al barranco».

También han seguido encontrando restos de un campo de piedras hincadas en el suelo y afiladas en torno a la muralla. Estas piedras, de unos 45 centímetros de longitud, evitaban que los enemigos pudieran acercarse a la carrera. Ralentizaban sus movimientos, so pena de sufrir graves cortes, y eso los convertía en blanco más fácil para los defensores.

Excavando hasta fin de mes

La fortaleza era, por tanto, imponente: una muralla que podía alcanzar los 4,5 metros de altura y 7 de anchura, rodeada por un campo de piedras hincadas y con un acceso de fácil defensa. Y, sin embargo, y esto tiene que ver con el tercer hallazgo importante de la presente campaña, hubo quien osó atacarla. Eso se desprende de los abundantes restos de incendio encontrados. «Encastradas en la muralla ­explica Medrano­ hay una serie de estancias, como la propia tumba principesca, en las que hemos encontrado abundantes signos de que sufrieron un fortísimo incendio. Pensamos que fue fruto de un ataque porque afectan sólo a las estancias encastradas o pegadas a la muralla, no a las del interior del recinto». En todo caso, el ataque, aunque de consecuencias importantes, no llevó al abandono del recinto. «Los desperfectos se rehicieron y siguió la vida, hasta que, a principios del siglo V a. C., por causas desconocidas, se produjo el abandono».

La tercera campaña de excavaciones en Peñahitero no terminará hasta el 31 de agosto. Los trabajos se centran ahora en la zona comprendida entre los niños inhumados y la tumba principesca. Los arqueólogos no descartan realizar hallazgos importantes en los próximos días. «Esto es completamente atípico, así es que cabe esperar cualquier cosa», subraya Manuel Medrano.

La ceramica del triangulo La Hoya-Calahorra-Fitero

Los fragmentos de cerámica no son tan espectaculares, desde luego, como pueda serlo la tumba de un príncipe galo. Son, sin embargo, uno de los elementos que más claramente definen el ambiente cultural de un yacimiento y, en el caso de Peñahitero, las cerámicas grafitadas no dejan dudas al respecto.

«Las cerámicas grafitadas aparecen en diversos puntos de la Península, sobre todo en la Meseta ­explica el profesor Manuel Medrano­, pero son, digamos, adaptaciones locales. Sin embargo, con las mismas tipologías de Centroeuropa, hasta ahora sólo se han encontrado en el triángulo formado por La Hoya (junto a Guardia, en Araba), Calahorra y Fitero». Esto hace pensar que en ese espacio se conservaba bastante pura la cultura celta original.

Además, en el caso de Peñahitero, la proporción entre las cerámicas grafitadas y las cerámicas corrientes del yacimiento es muy alta. «Rondará el 1,5%, lo que puede parecer poco, pero es que estamos hablando de cerámica de auténtico lujo ­matiza el especialista­. Que aparezca un fragmento, cinco o incluso diez de este tipo es relativamente normal. Pero es que aquí el año pasado ya habíamos encontrado 217, y este año llevamos ya cerca de medio centenar».

El equipo de Peñahitero ultima la publicación de un estudio sobre la cerámica grafitada del yacimiento.

¿Galos en Peñahitero?

El hallazgo de la tumba de un príncipe galo causó el verano pasado cierto revuelo. “¿Asterix en Fitero?”, tituló GARA la información. Lo explica Manuel Medrano: «Quienes en el siglo VI a. C. habitaron Peñahitero eran de origen celta centroeuropeo, en lenguaje corriente, galos. Hay quien afirma que sólo a partir del siglo IV a. C. cabe hablar de galos, así es que decimos que eran de entre el Ródano y el Danubio y no discutimos».

Problemas para comparar

La tumba principesca reproduce en miniatura una casa, donde fueron encontrados restos de una cabeza humana, un casco de claro origen centroeropeo, colmillos de jabalí y cuernas de ciervo. Todo concuerda con un ritual celta destinado a «heroizar» al difunto. Pero, para avanzar en la investigación, los especialistas se encuentran con el problema de que, «aunque en Europa existen cosas parecidas, no son exactamente iguales, sino más sencillas».

Casi un centenar de molinos

En Peñahitero se molía el cereal captado en el entorno. Así lo pone de manifiesto la gran cantidad de molinos de mano hallados, hasta ahora, 96, cifra desorbitada para el volumen de población que podía habitar el recinto.

Consolidación y musealización

Las excavaciones están siendo financiadas por el consorcio Eder y el Ayuntamiento de Fitero. El contrato concluye este año, aunque, a la vista de los resultados, todo apunta a que será renovado. Además, el Ayuntamiento quiere consolidar y musealizar el yacimiento con fines turísticos. De hecho, los arqueólogos ya han entregado el proyecto de consolidación al Gobierno de Navarra.


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