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domingo, 2 de junio de 2013

Vincent Autin y Bruno Boileau

Es nuestra opinión que mientras más avances haya en el ámbito de los derechos humanos y las garantías individuales tomen lugar en el estado francés más oportunidades habrá para que en un futuro -esperemos no muy distante- se respeten los derechos colectivos del pueblo vasco. Para que haya un verdadero respeto a los derechos de todos... se tiene que demoler el jacobinismo.

Establecido lo anterior, les compartimos esto que publica Gara:


Txisko Fernández | Periodista

Ocurrió en el moderno ayuntamiento de Montpellier, la capital de Languedoc, a las seis en punto de la tarde. Allí estaban Vincent Autin y Bruno Boileau para contraer matrimonio ante sus amigos, unos doscientos, y ante una multitud de periodistas, otros doscientos, según las crónicas difundidas el mismo miércoles.

Semejante atención mediática no respondía al morbo de esas que se denominan «noticias del corazón», sino a una expectación social realmente enorme que venía precedida de un profundo debate social. Así que el 29 de mayo de 2013 quedará en los anales como algo más que el aniversario de bodas de Bruno y Vincent, porque también es la fecha del primer matrimonio legal entre personas del mismo sexo en el Estado francés.

Dejemos a la pareja disfrutar de su luna de miel y profundicemos en el debate social y sus consecuencias. Para abreviar, digamos que políticamente ha sido el Gobierno de François Hollande el que ha impulsado la aprobación en la Asamblea Nacional francesa de la legislación que homologa el matrimonio gay al que hasta ahora estaba limitado a las parejas heterosexuales.

No tengo ningún dato sobre cómo ha podido «dividir» este tema a las familias o a las cuadrillas, pero sí me he percatado de que ha habido un intenso debate político, un gran despliegue informativo en el que las dos partes confrontadas y las que no lo eran han podido debatir largamente -y no me refiero a personajes políticos, sino a representantes de distintos ámbitos sociales-, grandes movilizaciones en las calles -más multitudinarias las de quienes se oponían al matrimonio para todos- e, incluso, batallas campales en los últimos días, en París y en otras ciudades, entre opositores a la nueva ley y policías.

Bueno, pues la lección que he extraído de esta concatenación de hechos es que, cuando se cuenta con los suficientes instrumentos de poder, es posible cambiar las leyes. Es evidente que antes de la reforma legislativa se había producido un cambio social favorable al matrimonio gay, pero también lo es que quienes se han movilizado en todos los ámbitos, incluido el foro público, para mostrar la «división de la sociedad francesa» pretendían que nada cambie, que no cambien la sociedad ni las leyes, que no cambie el mundo. Y no lo han conseguido.






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