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domingo, 30 de junio de 2013

Entrevista a Jokin Aranalde

El régimen español reaccionó con su habitual fiereza ante el comunicado por parte del EIPK en relación al proceso de paz.

Las detenciones no se hicieron esperar.

Gara trae a nosotros una entrevista con uno de los dos represaliados políticos que han sufrido en carne propia la negativa por parte de Madrid ha superar el ciclo anterior.

Lean por favor.


Abertzale de izquierda, lleva toda la vida militando. Ha conocido las torturas del franquismo y las de la «democracia». A sus  67 años se enfrenta a un nuevo golpe tras haber sido detenido por la Policía francesa. Lo hace con una serenidad pasmosa, convencido de que, «aunque parezca lo contrario», se está «abriendo el camino de la resolución definitiva del conflicto».

Arantxa Manterola

Mientras espera a saber la causa real por la que la AN ha pedido su entrega, Jokin Aranalde intenta hacer vida normal, repartida entre quehaceres personales y compromisos militantes.

Fue detenido el pasado lunes en Heleta. ¿Cómo ocurrió?

Como de costumbre, salí de casa de un amigo a quien ayudo en la huerta hacia las 12.30. No vi nada raro. Cuando llegué al cruce, a unos 300 metros, me di cuenta de que había un coche en el medio y frené. En unos pocos segundos salieron otros coches de las esquinas y de repente me di cuenta de que estaba rodeado por unos diez encapuchados que me apuntaban con pistolas. Creó que gritaron algo, pero no sé qué. Abrieron la puerta del coche y uno de ellos me dijo en castellano «Dame la mano». Yo estaba aturdido, y para cuando me dí cuenta me encontré en el suelo. Enseguida dos o tres encapuchados se me pusieron encima. Casi no podía respirar. Fue una detención muy violenta. Me esposaron y en unos minutos me metieron en otro coche. Fue allí donde uno me dijo: «Police française».

¿No le pidieron ni que se identificase?

No me pidieron nada. Ellos tampoco se identificaron. Al principio incluso me entró la duda de si realmente serían policías. En el camino no dijeron ninguna palabra, pero pensé que, visto lo aparatoso del operativo, sí debía tratarse de policías. No estuve seguro hasta que llegamos a la comisaría de Baiona.

De todos modos, esta no ha sido su primera detención...

No. La primera vez fui detenido en 1967 en Urkiza por la Guardia Civil. Habíamos repartido unas octavillas. Estuve tres días en manos de Losada y López, dos torturadores muy conocidos de aquella época. Menos mal que estaba aún convaleciente de una operación, y creo que aquello suavizó un poco el trato. La diócesis de Gipuzkoa llegó a denunciar las torturas que nos habían infligido.

Al año me volvieron a detener durante el estado de excepción. Entonces estaba haciendo la mili. Es sabido que durante el servicio militar solo los militares tienen derecho a «tocar» a otro militar. Pues bien, me pusieron un buzo de trabajo y me llevaron a la comisaría de Donostia. Fueron cinco días muy duros. En aquel periodo hubo detenciones masivas por lo que, gracias al montón de gente hacinada en comisaría, los interrogatorios no fueron muy largos. Después me encarcelaron en Martutene, que también estaba a tope. Allí vino a verme el coronel José Lasanta, juez militar, que me dijo que no había ninguna acusación nueva contra mí y me reintegró al servicio militar. Todavía me acuerdo perfectamente de una cosa que me dijo: «Si nosotros los militares salimos a la calle, os vamos a hacer picadillo a todos». Más tarde, en 1990, murió en Donostia en un atentado de ETA.

En 2002 fue detenido de nuevo junto a su sobrina y su compañero. En aquella ocasión usted denunció haber sido «salvajemente torturado».

En los tiemos de Franco podía ocurrir cualquier burrada con los detenidos: brazos rotos, tenerte horas colgado... Pero, sin duda alguna, las torturas que sufrí en 2002 fueron mucho más duras, más intensas. Creo que el primer día de detención me interrogaron sin interrupción durante cerca de 24 horas. No vi a nadie en ningún momento porque me vendaron los ojos. Me aplicaron el «protocolo» típico: bolsa, abusos sexuales... Lo tienen muy estudiado. Es un procedimiento sistematizado. A la gente se le hace difícil creerlo, pero yo doy fe de que las torturas de ahora son mucho más violentas que las de la época de Franco. Te hacen más daño tanto físico como sicológico y te dejan secuelas mucho más graves.

Después de esa detención decidió marcharse a vivir a Ipar Euskal Herria...

Sí. Quiero dejar algo muy claro respecto a esto. Yo no estoy aquí por tener algún asunto pendiente con la Justicia española. Me vine aquí porque, tras ser torturado, vivir allí resultaba insoportable para mí. Ni mi cuerpo ni mi mente podían soportar la posibilidad de que, en cualquier momento, volviera a sucederme. Y es que me lo habían repetido: «Vas a volver a pasar por aquí, iremos otra vez a buscarte». Aquello se me quedó grabado. No podía quitármelo de la cabeza. Las declaraciones que hice tanto ante la Policía como ante el juez fueron exactamente las mismas, es decir, que no tenía nada que ver con el asunto del que me acusaban. Además, cuando le dije al juez Garzón que había sufrido malos tratos se hizo el extrañado y me espetó que yo había declarado voluntariamente. Me dejó en libertad provisional bajo fianza de 12.000 euros. Curiosamente esa fianza me fue devuelta cuando ya vivía en Ipar Euskal Herria.

Algunos medios españoles han publicado, después de que se presentara la interlocución del Colectivo de Exiliados Políticos Vascos (EIPK), que usted era objeto de una orden de busca y captura de la Audiencia Nacional. ¿Estaba al corriente de ello?

Me enteré en abril. Como ya lo habían hecho otros compañeros, fui al Consulado de Baiona a solicitar el pasaporte. A las dos semanas me telefonearon notificándome que a causa de la orden de busca y captura no podían darme el pasaporte, pero que si quería, me daban un salvoconducto.

Por lo tanto, ¿se esperaba que pudieran detenerle?

La campaña mediática en mi contra por parte de cierta prensa española me lo hizo presagiar. Pero han tenido todas las oportunidades de hacerlo durante estos doce años porque vivo en Nafarroa Beherea con toda normalidad, sin esconderme, con mi familia.

Entonces, ¿por qué cree que lo han hecho justo ahora? ¿Ha influido que sea miembro de la interlocución de EIPK?

Sí, seguramente ha tenido que ver. Pero, aun así, estoy convencido de que el principal motivo tanto de mi detención como la de los otros dos compañeros ha sido encubrir, tapar la aportación que hicimos los exiliados para la resolución del conflicto, porque pone en cuestión la actitud represiva de los dos estados. Se ha visualizado que nuestra propuesta es positiva y constructiva, y eso no lo pueden soportar. Es más, también está el hecho de que ha recabado muchos apoyos de agentes sociales y políticos de diferentes tendencias. Por lo tanto, creo que con este golpe represivo han querido cortar el importante eco logrado por nuestra propuesta. Esa es la verdadera explicación de nuestras detenciones.

El acto del 15 de junio en Biarritz visualizó, como nunca antes se había hecho, al Colectivo de Exiliados...

Bueno, en primer lugar quiero decir que en la larga historia de nuestro pueblo siempre ha existido el colectivo de exiliados y exiliadas. Pero ciñéndonos al nuevo tiempo post-Aiete, y en particula, a las peticiones emanadas de la Conferencia (que dicho sea de paso solo han sido respondidas al 100% por ETA) y de otros sectores de nuestro pueblo, también nosotros hemos constatado que la clave para obligar a cambiar la postura inmovilista de los estados es la presión popular. Por lo tanto, dado que somos consecuencia y parte de este conflicto, nos sentimos obligados a llevar a cabo una reflexión profunda. Nos ha llevado dos años y, a nuestro entender, hemos realizado una aportación totalmente constructiva al proceso de resolución.

¿Cómo van a incidir los exiliados en ese proceso?

Ya hemos empezado a dar algunos pasos importantes. Por ejemplo, decidimos como colectivo solicitar el pasaporte, principalmente por dos razones. La primera por motivos humanos. En nuestro colectivo hay personas con problemas muy graves, por la edad, por enfermedades y por casuísticas muy diferentes. La otra razón es para utilizarlo políticamente cuando y como lo consideremos conveniente. Además, como he dicho antes, también hemos planteado nuestra hoja de ruta, nuestra propia aportación ante la sociedad de Euskal Herria y ante los agentes políticos y sociales e, incluso, internacionales.

En Biarritz pusieron rostro a las diferentes situaciones que sufren los exiliados y exiliadas. Resulta evidente que no son muy conocidas.

Así es. Realmente no se conocen. Se sabe que hay personas exiliadas y deportadas, pero cuando se habla de exiliados la ciuadanía vasca casi siempre piensa en los que vivimos en Ipar Euskal Herria. Sin embargo, hay que saber que aquí estamos una minoría de ellos. La mayor parte de los exiliados y deportados está repartida en casi todos los continentes. Algunos han conseguido llevar una vida más o menos normalizada, pero también hay quien vive en condiciones muy duras y difíciles, incluso en la marginalidad. También aquí mismo tenemos casos de compañeros en condiciones bastante precarias, sin pensiones de jubilación, sin documentación...

Entre otras propuestas, y como primer paso, plantean abordar las situaciones más graves. Eso debe ser muy complicado...

Sí y no. La problemática de los exiliados y exiliadas es tremendamente compleja. Pero, como decimos en nuestra propuesta, es posible atenuar y canalizar esas situaciones graves. Si se aplica la legalidad común y no la de excepción como es costumbre en nuestros casos, si se abandonan las causas abiertas en base a declaraciones obtenidas bajo torturas y si se permite la movilidad con ciertos instrumentos legales, se puede dar una salida a esas situaciones, es factible. Con un poco de voluntad se daría un paso muy importante. Lamentablemente, en estos momentos no existe tal voluntad. Por lo tanto, nosotros vamos a potenciar la presión popular, vamos a poner sobre todas las mesas y a todos los niveles, también en el internacional, nuestra propuesta. Desarrollaremos una labor sistemática con el objetivo puesto en que nuestro pueblo compruebe cada vez con más claridad quién tiene realmente ganas de mantener el conflicto y quiénes estamos sedientos de paz.

EIPK ha manifestado que para arreglar realmente el enfrentamiento deben reconocerse y recogerse todos los sufrimientos, entre ellos el suyo propio. Con ese horizonte, se han mostrado dispuestos a poner sobre la mesa su verdad, las razones de su compromiso político... ¿Compartir ese relato resulta un ejercicio muy complejo?

Nosotros queremos poner toda la verdad, todas las verdades sobre la mesa. No escondemos nada. Lo dijimos alto y claro en Biarritz, «ez dugu lotsarik, ez dugu beldurrik, nor garen zer garen aitortzeko» («no tenemos vergüenza ni miedo de admitir quiénes y qué somos»).

Lo sucedido es patrimonio de Euskal Herria y tiene que quedar bien recogido en acta. Por ello, nuestro pueblo tiene que conocer la verdad en su totalidad. Si no se hace ese ejercicio, se repetirá lo que sucedió con la transición española y eso sería el mayor crimen que se le puede hacer a un pueblo porque es dejarle ante un futuro desorientado. No hay más que ver los esfuerzos que, aun hoy, están haciendo muchos conciudadanos buscando huellas en las fosas comunes de la guerra de 1936 para hacer aflorar la verdad. Por lo tanto, este es un tema trascendental. Nosotros no podemos traicionarlo y por ello lucharemos hasta el final para que se sepa toda la verdad. En esa meta, estamos totalmente abiertos a compartir con serenidad y con todas las partes implicadas el relato de lo sucedido y sus consecuencias. Repito que no queremos esconder o escabullirnos de nada, pero nuestra verdad también debe conocerse.

«Aunque nos encarcelen, no estamos perdiendo sino abriendo el camino»

Con la petición de euroorden en su contra, le han puesto, a usted y a sus otros dos compañeros detenidos, en riesgo de volver a pasar de exiliado a preso. El futuro inmediato no parece muy halagüeño...

Es cierto. Las perspectivas son bastante negras. Pero eramos conscientes del riesgo. Aunque hayamos planteado una propuesta que tiene la potencialidad de facilitar las cosas a todos, vista la manera demencial con la que los dos estados abordan esta cuestión, la respuesta represiva era de esperar. La realidad que tenemos enfrente es dura, claro que sí. Ahora nos ha tocado a nosotros y estamos dispuestos a asumirla. Evidentemente, haremos todo lo posible para que eso no suceda y estoy seguro que tendremos mucho apoyo, pero aun así la probabilidad de ser encarcelados es real.

En Biarritz ustedes marcaron el camino de regreso a sus casas pero, ¿cómo se derriban las barreras para lograrlo?

Con el pueblo, con los ciudadanos vascos de todas las sensibilidades políticas y sociales. El pueblo es nuestra garantía, ya lo dijimos. Los golpes del momento pueden oscurecer el camino, pero también iluminarlo. Si el pueblo constata que los argumentos de los que persisten en la cerrazón son cada vez más débiles, y que el esfuerzo de quienes buscamos la solución real es cada vez más claro, se convencerá y se motivará para arreglar este estado de cosas entre todos. Ahora podemos ser encarcelados pero eso no significa que estemos perdiendo, sino que estamos abriendo el camino. Que eso quede bien claro.






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