El buque insignia del Ministerio de Propaganda Borbónico Franquista, la estatal RTVE, abrió su transmisión del sábado con noticias frescas de la Zona Especial Norte, por un lado el thriller psicológico que tiene como personajes principales al "arrepentido" Valentín Lasarte y a la "demócrata" Consuelo Ordoñez, por el otro, el secuestro equiparado a Montesquieu en un nuevo capítulo del apartheid en contra de los partidos políticos vascos abertzales, en este caso, Sortu.
En lo que respecta al thriller, no sabemos si Lasarte está al tanto de los pormenores del guión, pero si de verdad se ha arrepentido de algo que le sirva de lección la actitud tomada por la tal Consuelo, quien adopta una actitud prepotente al tiempo que se cubre con un áurea de heroína democrática sin mencionar ni una sola vez que su "martirizado" hermano pertenecía a una formación política directamente relacionada con el franquismo, y que ni los franquistas de antier, ni los de ayer (como el caso de Gregorio Ordoñez), ni los de hoy, se han arrepentido de absolutamente ninguno de los crímenes de lesa humanidad cometidos en contra del pueblo vasco en aras de la sacrosanta y eterna unión de España... y no se espera que pidan perdón de absolutamente nada.
En lo que respecta al secuestro de Montesquieu, son preciosas las declaraciones vertidas tanto por Ruín Gallardón, como por Pérez RuGalcaba y la impresentable Aguirre. Acerca de este tema les compartimos este texto publicado en Izaro News:
José María Chacón
Aunque su alcance parezca no ir más allá de la insistencia de los medios de comunicación, que de forma siempre interesada repiten su mantra con intenciones demasiado obvias, lo cierto es que en la política vasca están ocurriendo muchas cosas de calado, que seguro tendrán, en alguna medida, consecuencias para nuestro futuro. El Tribunal Constitucional acaba de legalizar Sortu, provocando un nuevo cisma en el nacionalismo español, que se resiste a prescindir del ‘caballito blanco’ que suponía la violencia de ETA en su objetivo de mantener bien aherrojada a la sociedad vasca y, sobre todo, su devenir político.
Cada día nos apabullan los media hispanos con nuevos o posibles encuentros entre victimarios etarras y sus víctimas españolas, pero no tenemos noticia de que se estén produciendo encuentros similares entre asesinos de la Guardia Civil y la Policía Nacional y familiares de sus víctimas vascas, para que les pidan perdón y les digan cuánto se arrepienten de sus crímenes. La voluntad de manipulación emocional y política de la sociedad vasca es lamentable.
Además, también tenemos a la Izquierda Abertzale, por fin, pasando la prueba del algodón en la gobernanza de la Diputación de Gipuzkoa. Muchos pensamos que ya era hora de que esta izquierda radical y radicalmente abertzale pasara por el baño de pragmatismo que supone regir los destinos de todo un Territorio y nos mostrara de qué es capaz, qué nuevas ideas, nuevas visiones y renovadas estrategias trae en su zurrón para nuestra sociedad, después de varias décadas de haber disfrutado de las mieles del platonismo en la sempiterna oposición o gobernando pequeñas localidades. Por el momento no se muestran muy creativos, y más allá de proponer un nuevo –y polémico- sistema de recogida de basuras, y más allá de promover nuevos proyectos de asistencia social –siempre bien recibidos por el ciudadano pero difícilmente sostenibles en un momento de crisis como este, en el que los ingresos públicos se despeñan de mes a mes-dan la sensación de sentirse sobrepasados por la magnitud de los obstáculos que la realidad de nuestra sociedad –política, económica, social, cultural- les obliga a sortear para implementar un proyecto político que, cuando se encontraban en la oposición, parecía de una obviedad incontestable.
Por otro lado, los otros tres grandes partidos, PNV, PSOE y PP, se nota que se están preparando para lo que viene. Parece que será importante, o al menos ellos así lo ven. Unos, las filiales vascas de los grandes partidos españoles, porque se les ha metido el miedo en el cuerpo después de ver los datos que manejan las diversas encuestas de intención de voto que, de forma pública o secreta, están viendo la luz. Todas ellas, independientemente de los porcentajes concretos que manejen, ofrecen la misma tendencia: básicamente, un crecimiento espectacular de la Izquierda Abertzale, ahora con una legal Sortu a la cabeza, que podría disputarle el primer puesto al PNV, y una preponderancia espectacular de la representación abertzale en el Parlamento vasco, que podría rondar los dos tercios de los escaños. Ante este panorama, la reacción de PSOE y PP, actuales dueños del Gobierno Vasco, puede calificarse de ‘pánico’, máxime cuando ambos tenían la convicción de que la derrota de ETA supondría, precisamente, todo lo contrario.
Así, el hecho de que la sociedad vasca entregue –según se prevé- una mayoría tan aplastante al nacionalismo vasco, después de los esfuerzos que la mastodóntica maquinaria propagandística española ha hecho para aniquilarlo durante los últimos lustros, no hace sino abonar en España la idea de que la sociedad vasca “no está madura” para votar lo que tiene que votar. De ahí que, justo en este momento, el Partido Popular se haya sacado de la chistera esa rocambolesca iniciativa que consiste en convertir en aterrorizado-exiliado-vasco-por-la-amenaza-de-ETA a toda persona, animal o cosa que, en algún momento a lo largo de los últimos cincuenta años, haya residido o siquiera pasado por Euskal Herria para, a continuación, imponiendo una legislación excepcional, sólo aplicable en la CAV y en Navarra, que se cisca en 250 años de cultura democrática europea, convertirlos en votantes forzosos para así alterar convenientemente los futuros resultados electorales.
Tengan ustedes por seguro que si las encuestas mostraran una aplastante victoria del nacionalismo español en las próximas autonómicas, esta barbaridad jamás habría visto la luz, porque incluso los señores del PP son conscientes de su extemporaneidad. Pero ‘la necesidad obliga’, parecen pensar los colegas de Antonio Basagoiti, y si la sociedad vasca se empecina en la idea de que Euskadi es una nación diferente de España, y si la desaparición de ETA hace ya imposible para el Estado español la imposición de draconianas medidas de control o represión social sobre los vascos para mantenerlos a raya, ¡algo habrá que hacer!
Esta iniciativa del nacionalismo español para alterar los resultados electorales vascos parece, por otra parte, que se va a convertir en uno de los elementos clave de la política vasca en los próximos tiempos. Consciente de las consecuencias que algo así podría tener para el futuro del país, el PNV parece haber puesto pie en pared y, aunque discretamente, se prepara para una lucha encarnizada. Lo que supone, por otro lado, un problema añadido para su líder, Iñigo Urkullu, ya que este plan del gobierno Rajoy aboca inexorablemente a un choque de trenes que el presidente del EBB ha intentado evitar por todos los medios.
Urkullu siempre ha creído que el futuro de Euskal Herria habrá de levantarse desde la ‘transversalidad’. Sin embargo, los partidos españoles sólo han aceptado el concepto cuando les ha sido útil para sacar adelante su estrategia de imposición. Lo tomaron como estandarte cuando pudieron utilizarlo para dividir internamente al PNV entre los ‘soberanistas’ Ibarretxe/Arzalluz y los ‘demócratas’ Imaz/Urkullu. Pero se olvidaron de ello rápidamente cuando la ilegalización de la Izquierda Abertzale les dio la posibilidad de imponer un Gobierno Vasco españolista de corte claramente frentista.
Ahora, sin la violencia de ETA y con un panorama electoral como el descrito, su estrategia será la misma: frentismo al máximo hasta la noche electoral y, tras ella, si los resultados son los que vaticinan las encuestas, ensalzamiento hasta la náusea de la ‘transversalidad’ para forzar al PNV a formar gobierno con PSOE o PP, o con ambos, para hacer imposible una ‘orgía nacionalista’ que podría abocar al Estado español a tomar decisiones, digamos, poco defendibles ante sus socios europeos para mantener a raya las reclamaciones nacionales de los vascos.
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