Les compartimos este reportaje histórico que Deia le dedica a la figura de Jesús Galíndez Suárez, víctima de la geopolítica más salvaje con la que los Estados Unidos, en plena Guerra Fría, apuntaló las dictaduras de sus marionetas, como es el caso tanto de Francisco Franco como de Rafael Trujillo.
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Jesús de Galíndez, el mártir jeltzale de la libertad
Se cumplen 65 años del secuestro y asesinato del delegado del PNV en el Gobierno Vasco del exilio Jesús de Galíndez a manos del gobierno del dictador dominicano Trujillo
Iban GorritiHace 65 años se tuvo noticia por última vez de Jesús de Galíndez, una de las figuras más históricas de EAJ-PNV y con una biografía tan rocambolesca como cinematográfica. A día de hoy, de seguir vivo, sumaría 105 años.
La periodista Elena de la Souchere detalló la ausencia de Galíndez en un libro que el referente jeltzale Manuel de Irujo siempre recomendó. Así, la escritora pormenorizaba que, en el corazón de Nueva York, un hombre había desaparecido sin dejar rastro.
Le citaba como un nacionalista vasco, exiliado, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Columbia y autor de un libro-requisitoria contra el General Trujillo, tirano de Santo Domingo, capital de la República Dominicana. El FBI –principal agencia de investigación criminal del Departamento de Justicia de Estados Unidos– adquirió la convicción de que Galíndez había sido secuestrado y asesinado por orden del dictador del país caribeño.
El organizador del secuestro, siempre según la versión de Souchere, fue el jefe del Servicio Secreto Dominicano: general Arturo Espaillat. Los testigos fueron eliminados uno a uno, empezando por el piloto de 23 años Gerald Murphy, joven empleado en una estación de gasolina del aeropuerto de Palm Beach.
"El Departamento de Estado exigía un culpable. La policía dominicana detuvo a un piloto, Octavio La Maza, que se suicidó muy oportunamente en su celda", aportaba la investigadora. Los crímenes de Trujillo revolvieron la opinión latinoamericana. Como consecuencia de ello tuvieron lugar manifestaciones en todas las capitales de América Latina.
El caso Galíndez fue más importante de lo que cualquier persona pueda imaginar. Elena de la Souchere lo puso en valor de la siguiente manera: "En Estados Unidos, la desaparición, secuestro y asesinato de Galindez fue utilizado por el Partido Demócrata contra el presidente Eisenhower, lo que contribuyó a abrir camino a Kennedy. El Departamento de Estado se vio en la tesitura de abandonar la causa de los dictadores, lo que permitió a Fidel Castro echar de Cuba al tirano Batista... El affaire Galindez llevó al Departamento de Estado a adoptar una nueva política en América Latina".
A día de hoy, la exdiputada de Medio Ambiente y Acción Territorial de la Diputación Foral de Bizkaia entre 1995 y 2003, María Esther Solabarrieta Aznar, confirma a DEIA palabras similares de la repercusión que tuvo el caso Galíndez. "Mi abuelo, Santiago Aznar, con los Consejeros Monzón y Nardiz, fueron llamados por el lehendakari Aguirre a una reunión del Gobierno vasco en Nueva York en 1946 y allí conoció a Jesús de Galíndez, quien le contó que estaba trabajando en su tesis sobre la dictadura de Trujillo, así como sus trabajos con la Comunidad de Exiliados y Migrantes".
La jeltzale evoca, además, otros recuerdos familiares al respecto. "También recuerdo que nos contaba la impresión que le causó el secuestro de Galíndez en pleno Nueva York y su posterior asesinato. Nos decía que eso había sido el principio del fin de la Dictadura de Trujillo por lo bárbaro del crimen".
La periodista franco-española Elena de la Souchere, por su parte, había conocido a los vascos en Londres. Formaba parte de Francia Libre en días en los que el Consejo Nacional Vasco, constituido para cubrir la ausencia del presidente Aguirre, perseguido por los nazis por toda la Europa ocupada, inició sus conversaciones con el General de Gaulle y sus colaboradores.
Así lo valoraba el siempre recordado Manuel de Irujo. El navarro resumía de su propia mano la trayectoria vital y política de Galíndez, quien escasas décadas antes de su temprano asesinato a los 40 años había terminado la carrera de Derecho y se preparaba para una oposición cuando en julio de 1936 se produjo el golpe de Estado de una parte de militares antidemócratas.
En Madrid se abrió una Delegación Vasca, a la que se ofreció y en la que trabajó activamente, ocupándose, principalmente, de salvar vidas humanas, asistir a los presos y procurarles libertad cuando era procedente. En este género de gestiones, realizadas en las circunstancias vividas en aquel entonces, "es más fácil gastarse que triunfar", valoraba Irujo e iba más allá en su visión: "Y Galíndez, que tomó a pecho su misión, se quemó en ella y hubo de ser trasladado a Valencia, al servicio del Ministerio de Justicia, del que era titular a la sazón de mi persona".
Así, del Ministerio, al ser llamado su quinta a prestar servicios de armas, pasó al Ejército republicano como oficial del Cuerpo Jurídico, en cuya condición terminó la Guerra Civil. Tras una breve estancia en los campos de concentración franceses partió al exilio y "cayó" en la República Dominicana. En ella se mantuvo hasta que la dictadura de Trujillo le hizo la vida imposible. Delegado del Gobierno de Euzkadi en Santo Domingo, pasó a ejercer sus actividades en la Delegación Vasca de Nueva York.
"Profesor y discípulo en la Columbia University –narra Irujo– preparaba en ella su tesis doctoral titulada La Era de Trujillo, cuando una noche fue secuestrado por los agentes del sátrapa dominicano a la entrada del subway –metro–, trasladado por avión a la isla y vilmente torturado y muerto. Entre tanto, sus relaciones con las colonias de Latinoamérica en Nueva York le habían otorgado condición de rector y líder de sus movimientos liberadores, lo que determinó la honda repercusión que su desaparición y sacrificio dieron lugar entre aquellas gentes".
El libro de la periodista que Irujo cita y recomienda arranca del siguiente modo. "Todos los hechos mencionados en esta obra son auténticos" y detalla la relación de personas por ella consultada. "Mi relación se apoya sobre documentos como las cartas de Galíndez, la del presidente Juan Bosch, una comunicación del general Asensio a Foster Dulles y un mensaje del presidente Aguirre a Edgar Hoover (jefe del FBI). Todo ellos me han sido comunicados por el presidente del Gobierno vasco en exilio, Jesús María de Leizaola, por el exministro de Justicia del Gobierno republicano Manuel de Irujo y por los servicios de la Delegación Vasca en París", enumeraba.
La misma autora escribe en su prefacio: "Si este Profesor de Derecho, de 42 años, no hubiera desaparecido en Nueva York una tarde de marzo de 1956, la historia de las Américas hubiera sido diferente sin duda. Un editorialista del tabloide New York Times escribió el 2 de mayo de 1956 que "no es exagerado decir que este asunto ha suscitado en todo el hemisferio inquietudes y una indignación que no habían sido jamás exteriorizados en casos de esta naturaleza".
Escritor prolífico
Galíndez escribió libros editados por Ekin de Buenos Aires. "Fue interesante –abogaba Irujo– y extensa su participación en diarios y revistas, de manera singular en Euzko Deya, de México, donde vació su sensibilidad poética y literaria, dejando páginas inolvidables que constituyen la mejor presentación de su personalidad espiritual y humana. La Era de Trujillo, por su parte, constituye el acta de acusación contra aquel régimen despótico, que costó la vida a nuestro compatriota y a muchos líderes dominicanos en el exilio".
Souchere concurrió el homenaje que el mundo debe, a juicio de Irujo, a Galíndez. "Lo hace escribiendo un libro que presenta la obra de nuestro hombre. Lo menos que podemos hacer es agradecérselo de manera cordial. Hace ella desde sus posibilidades mucho más que no pocos compatriotas nuestros, que apenas recuerdan a aquel mártir de la libertad".
Tras su muerte el 5 de junio de 1956 Galíndez fue investido honoríficamente Doctor in absentia (en ausencia) por la Universidad de Columbia donde había trabajado como profesor.
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