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sábado, 27 de marzo de 2021

Entrevista a Peio Monteano

Ya casi 500 años han transcurrido desde que los reinos de Castilla y Aragón se lanzaran a la conquista y colonización del reino vasco, el reino de Navarra.

Desde 300 años antes ya se habían ido apoderando de distintos territorios, ahora se trataba del asalto final con un solo objetivo, la aniquiliación total de un reino que con su sola existencia ponía en duda los reclamos de soberanía de Castilla y Aragón de todas las tierras al sur de los Pirineos.

Entonces tomaron lugar varias batallas de resistencia en contra del invasor -Noain, Amaiur, Hondarribia-, mismas que aún viven en el imaginario colectivo del pueblo vasco y que conforman el fundamento histórico para la legitimidad de la demanda del pueblo vasco a su autodeterminación pues echan por tierra el falseamiento de la historia conocido como "la Anexión Voluntaria de Navarra a España".

De esto y  más nos habla esta entrevista a Peio Monteano Sorbet publicada en Noticias de Navarra.

Lean:


"La Batalla de Noáin evidencia la fuerte resistencia militar que los navarros pusieron a su absorción"

DIARIO DE NOTICIAS ofrece este domingo el libro 'Noáin 1521'. El fin del principio' cuando se cumplen 500 años de la mayor batalla campal contra el Ejército castellano

Ana Ibarra Lazkoz

Qué supuso la batalla de Noáin? ¿Por qué no ha tenido apenas relevancia en la historia pese a ser la única gran batalla campal durante la conquista de Navarra por parte de Castilla y Aragón?

–En general, la conquista y reparto del reino de Navarra entre España y Francia a comienzos del siglo XVI tiene mal encaje en la "historia nacional" elaborada por estos dos países. Para unos, pone de relieve que en 1521 –cuando Hernán Cortés ya ha conquistado México–, Navarra no es aún España. Para los franceses, poco amigos de rememorar derrotas, es una victoria más del creciente poder militar español que se impondrá como potencia hegemónica en Europa. Por ello, los historiadores españoles ignoran que en Noáin el ejército derrotado era en realidad franco-navarro, y los franceses simplemente prefieren concentrarse en la conquista de Hondarribia que lograrán tres meses después.

Entonces, ¿qué aporta de nuevo este libro?

–En realidad, sobre la batalla se escribió poco en su tiempo y lo poco que se escribió, incluidos los errores, se ha venido repitiendo hasta la saciedad en los cinco siglos siguientes. Poco nuevo se ha dicho sobre Noáin. Ahora, el hallazgo de la correspondencia del general derrotado –el señor de Lesparre, Asparrós o Masparrós para los navarros– y de los reyes de Francia y de Navarra en los archivos de París, y de los procesos abiertos contra los navarros legitimistas en el Archivo de Navarra, permiten acercarnos más al complejo momento en que la batalla se produjo y a la visión de los vencidos.

¿Cómo relata ese momento?

–El libro comienza cuando el ejército franco-navarro levanta el sitio de Logroño a principios de junio y va relatando el movimiento de ambos ejércitos día a día hasta el momento en que la batalla se hace inevitable. El segundo capítulo, con base en los documentos contemporáneos, realiza una recreación de cómo se produjo el combate, con el volumen y distribución de ambos ejércitos sobre la llanura que hoy ocupa el aeropuerto, y sus diferentes fases. Porque los franco-navarros comenzaron ganando. Y finalmente, describe la rendición de Pamplona y la ofensiva contra Baja Navarra, con la toma de Saint-Jean-Pied-de-Port (Donibane Garazi) tres semanas después, que fue, en proporción, mayor masacre que la de Noáin.
Para unos significó la masacre que subyugó definitivamente al reino. Para otros, una decisiva victoria que expulsó de él al invasor francés.

¿Cuál es su opinión?

–Noáin tiene dos planos. Es una derrota más del ejército francés ante el español en su pugna por la hegemonía europea. En ese sentido, es contemporánea a las de Rávena, Bicocca o Pavía. El otro plano es el navarro: es una derrota de la Navarra que se resiste a su absorción por España. Por decirlo de alguna forma, el legitimismo navarro puso toda la carne en el asador y los navarros pudieron ver que la alianza con Francia no iba a ser suficiente para mantener su independencia.

Fue un momento crucial en la historia de Navarra. Era la tercera ocasión de recuperar el reino -reinando de Enrique II de Navarra (hijo de Juan III de Albret y Catalina de Foix). Se intenta aprovechar la sublevación de los comuneros contra Carlos I, creyendo que el poderoso ejército castellano no podría reaccionar...

–Sí, la batalla de Noáin pone sobre la mesa lo complejo del momento político. Enrique II y su aliado francés intentaron aprovechar la guerra civil que minaba el poder de Carlos V en España. Y el libro muestra claramente que las rebeliones en Castilla y Valencia estuvieron muy relacionadas con el levantamiento de Navarra. Solo que el rey de Francia nunca pudo conseguir que independentistas navarros y rebeldes castellanos colaboraran. De hecho, es curioso cómo comuneros castellanos y legitimistas navarros se enfrentan cambiando sus papeles, en abril en Villalar y en junio en Noáin. En la primera batalla, los independentistas navarros están en el ejército real que derrota a los rebeldes castellanos. En Noáin, son los rebeldes "arrepentidos" los que integran el ejército real que derrota a los independentistas navarros.

Amaiur y Hondarribia fueron batallas posteriores. ¿Quedaba todavía mucha guerra por delante?

–Efectivamente, la derrota de Noáin no fue tan decisiva como se ha venido diciendo. Fue el primer capítulo de lo que conocemos como la "segunda conquista", que se extiende entre 1521 y 1527 y que termina, en el terreno militar, con la expulsión de los españoles de Baja Navarra. Hay que recordar que tan sólo tres meses después de Noáin, el contraataque del ejército franco-navarro permitió recuperar Baja Navarra y toda la Navarra cantábrica con su joya de Amaiur, e incluso conquistar Hondarribia, la puerta de España.

¿Se ha dicho que fueron más de 5.000 navarros los muertos en combate en Noáin?

–Creo que el libro deja claro que no. Puede tratarse de una distorsión de las informaciones. Los generales españoles hablan de 5.000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. Los cronistas cuentan todos como muertos y, posteriormente, todos los muertos como navarros. Pero en realidad, los navarros que lucharon en Noáin no serían más de 2.000, aproximadamente la tercera parte del ejército franco-navarro. En camino o a punto de salir de sus pueblos había más, sí, pero no llegaron a tiempo de entrar en el combate. De hecho, no parece que la capacidad militar de las tropas navarras se resintiera mucho de la derrota. La mayoría de los soldados navarros eran "lacayos" armados con lanza, peto y espada. Muy pocos tenían ballesta y casi nadie armas de fuego.

¿Qué papel jugó el conde de Lerín en dicha batalla?

–El conde de Lerín y otros nobles beamonteses lucharon en las filas del ejército español. La vanguardia la mandaba su propio cuñado, el duque de Nájera. No fueron muchos, pero lucharon con ganas. Otros como Francés de Beamont era un capitán que mandaba la caballería castellana€ En todo caso, el libro no trata de juzgar a nadie. Sería injusto. Sólo cuenta hechos.

¿Cuáles fueron los principales protagonistas de esta batalla?

–Sin duda, las bazas que Lesparre intentó jugar para superar la inferioridad numérica frente a un ejército español que le duplicaba en soldados: su artillería de campaña (la mejor de Europa en esos momentos) y la caballería acorazada de sus gendarmes. En ese sentido, Noáin confirma lo que ya se estaba viendo en Italia: la superioridad del infante "plebeyo" con armas de fuego frente al "caballero" con armadura montado en un imponente caballo de guerra. Era el paso del medievo a la modernidad.

Tanto los agramonteses como los beamonteses tenían alianzas con los bandos de las tierras vascas occidentales que pertenecieron al reino de Navarra hasta el año 1200, los agramonteses con los gamboínos y los beamonteses con los oñacinos. ¿Fueron apoyos relevantes?

–Es un hecho incontestable: más de la tercera parte del ejército español estaba integrado por vascocastellanos. En concreto, sólo las milicias vizcaínas y guipuzcoanas sumaban 4.500 infantes. Las alavesas se quedaron en la frontera. El contexto de la época explica esa presencia. También las tradicionales alianzas entre las parcialidades de ambos reinos. No hay que olvidar que cuando el Príncipe de Viana huye de su padre en 1451, se refugia precisamente en Gipuzkoa. Pese al relato tradicional, no parece que los vascocastellanos tuvieran un papel muy relevante en la batalla. De hecho, en su primera fase huyeron. Hay que tener en cuenta que a los guipuzcoanos y vizcaínos que estuvieron en el ejército español no se les llamaba por entonces vascos. Vascos eran sólo los bajonavarros.

Navarra pugnaba por sobrevivir como reino independiente. ¿Cómo vivió esa tensión entre las grandes potencias hegemónicas europeas que intentan ante todo delimitar sus fronteras?

–El libro expone lo complejo del momento en que se produce la conquista de Navarra, un proceso que, tal vez por ello, se extendió -en su fase militar, digamos- de 1512 a 1529 y en el que se vieron involucradas las grandes potencias europeas de la época: España-Alemania, Francia, Inglaterra y el Papado. Y también pone de relieve la encrucijada histórica para los navarros atrapados entre dos colosos que buscan fijar sus fronteras en los Pirineos. Frente a la imagen de una "incorporación" a España casi deseada, pone de relieve la fuerte resistencia militar que los navarros pusieron a su absorción. También su división acerca del futuro del país, por supuesto.

¿Qué ocurrió con el ejército franco-navarro dirigido por el señor de Lesparre? ¿Qué población civil apoyó la sublevación? ¿Cuáles fueron sus refuerzos frente al ejército castellano?

–El libro supone una especie de "rehabilitación" del general Lesparre, a quien tradicionalmente el navarrismo romántico ha echado la culpa de la derrota. No lo hizo tan mal y, de hecho, le pudo salir bien el planteamiento de la batalla. Él mismo resultó gravemente herido en el combate, pues luchó cuerpo a cuerpo. Los generales españoles reconocieron que los franco-navarros lucharon bien, pero que eran muy inferiores en infantería. Y las batallas ya nos las ganaba la caballería, como en la Edad Media, sino la infantería. Además del número, la calidad de las tropas. El núcleo del ejército español eran soldados profesionales, muchos veteranos, y además con abundantes armas de fuego. Los navarros, por ejemplo, aún iban organizados y armados al modo medieval.

Entre 1521 y 1527 que culmina la fractura entre la Alta y la Baja Navarra ¿cuál era la situación social, económica y política de una Navarra recién salida de una guerra civil?

–Es verdad que la sombra de la guerra civil navarra se prolonga en esos años. Aunque es verdad que los reyes navarros trataron de unir a los bandos de agramonteses y beamonteses, cincuenta años matándose entre ellos pesaba mucho. Y es evidente que ambos bandos tuvieron distintas actitudes. Pero en 1521 sorprende ver cómo incluso muchos beamonteses, hasta entonces pro-españoles, abrazan la causa del legítimo rey. La milicia de Pamplona que lucha en Noáin la comanda un noble beamontés, el señor de Orkoien, y el castillo de Donibane-Garazi lo defiende otro beamontés, el capitán Joanikot de Arberoa, de Tiebas.

¿Cuál será la relación con Francia a partir de ese momento? En teoría las tropas del ejército navarro tuvieron el apoyo del francés.

–A raíz de Noáin, y en general de todo lo ocurrido en 1521, la causa legitimista navarra pasa a depender enteramente de Francia y de sus intereses políticos. Enrique II era un rey pobre en una Europa de grandes y poderosos reyes. Él mismo se irá afrancesando más y más, y terminará casándose con la propia hermana del rey de Francia. De ahí que el rey de Navarra (en el exilio digamos) termine convirtiéndose también en rey de Francia dos generaciones después. La mayoría del ejército derrotado en Noáin era, en realidad, francés. En él había habido muchas deserciones de infantes gascones y los infantes navarros que debían sustituirlos no llegaron a tiempo.

Las negociaciones entre el emperador Carlos y el rey Francisco I de Francia sobre la cuestión de Navarra terminaron por romperse, sin ningún acuerdo, en 1519. A partir de ahí Navarra fue codiciada por ambos. Y terminó de hecho partida en dos...

–Navarra era un punto clave en el enfrentamiento franco-español, como lo era en ese momento Italia o Luxemburgo. También Inglaterra tenía sus intereses en la zona y, como vemos en el libro, el mismo Enrique VIII decidió entrar en la guerra tras lo ocurrido en Noáin. Y aunque los navarros peninsulares parecemos olvidarlo, el reino fue finalmente repartido entre ambos contendientes. Y así, hoy día hay navarros españoles y navarros franceses.





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