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sábado, 20 de marzo de 2021

Gil de San Vicente | Ley de Valor, Militarización y Guerras (V de V)

Con ustedes la quinta y última parte del texto 'Ley de valor, militarización y guerras justas e injustas' con el que su autor, Iñaki Gil de San Vicente, ha puesto en contexto uno de los temas más presentes en los debates que desde la izquierda se generan al abordar el tema del antimilitarismo como parte de la lucha anticapitalista.

Lean:


5.- Militarización, exterminismo, guerra total y Armagedón

«Existen evidencias en la antropología y en la historia de que una y otra vez las sociedades o civilizaciones tienen un momento sin retorno: si más del cincuenta por ciento de su población se llega a destruir, generalmente no pueden recuperarse y el todo social se desintegra para siempre […] Sobre la base del entendimiento científico actual hay una gran posibilidad de un invierno nuclear después de una guerra termonuclear de gran escala […] Las estimaciones señalan una catástrofe climática incluso si se basan en supuestos razonablemente conservadores»

Greene, O., Percival, I., e Irene Ridge: Invierno nuclear. FCE. México 1988, pp. 143-156.

Grupos de científicos demostraron en la década de 1980 que la militarización imperialista estaba poniendo a la humanidad al borde del holocausto termonuclear. Si no se había producido aún el holocausto había sido debido sobre todo a la doctrina militar soviética de «destrucción mutua asegurada», es decir que la URSS no toleraría ser bombardeada nuclearmente por la OTAN y respondería atacando a EEUU y Europa Occidental con todo su poder atómico; también demuestran que una variante táctica de esa doctrina soviética impidió que EEUU echase la Bomba contra Corea en 1952-53, contra Cuba en 1962, contra Vietnam en 1972, y junto con Israel contra Egipto en 1973…, estos son los casos que se conocen. Luego vendría la crisis nuclear de 1982-1985 que estuvo a punto de estallar y que propició la rendición de la burocracia rusa. Sólo han transcendido pocos «accidentes» en los muy complejos sistemas de «control nuclear» que pueden desencadenar crisis incontrolables.

El movimiento comunista internacional viene advirtiendo incluso antes de que tuviera este nombre, de que la transformación de las fuerzas productivas capitalistas en fuerzas destructivas, lleva a la humanidad al borde de la destrucción. Una larga lista de textos, documentos y declaraciones que no podemos resumir aquí así lo confirman, como por ejemplo y por citar uno contemporáneo al libro que encabeza este apartado, el debate en esos años sobre la llamada «fase exterminista del capitalismo» que sería la expresión extrema del imperialismo. Pero desde entonces hasta ahora, en el último tercio de siglo, se han añadido nuevas fuerzas destructivas a las termonucleares y bioquímicas, como las guerras cibernéticas, espaciales, electrónicas, financieras, biológicas usando la salud como arma, etc. Las dos primeras buscan paralizar un país sumiéndolo en la era anterior a la electricidad: una catástrofe. Las otras, asfixiarlo por hambre.

Recordemos que Venezuela ha sido objeto de varios ataques electrónicos y cibernéticos en 2019 que se repitieron con menor intensidad posteriormente, y que padece las otras formas de agresión para romper su espinazo de nación soberana, lo mismo que quieren hacer con Palestina, Sahara, Yemen, Haití, Irán, Cuba, Rusia, China, por citar los casos más flagrantes, y lo estarán preparando contra Bolivia. Pues bien, si por alguna razón estas y otras fuerzas destructivas –las varias formas de guerra convencional, híbrida, etc.– confluyen en una sola guerra en un corto espacio de tiempo estallará la «guerra total» antesala del holocausto. La irracionalidad militarista se prepara para «guerras parciales» con armas de destrucción controlada en muchas partes del mundo y alrededor de Rusia, Irán y China, buscando en una primera fase probar su decisión de lucha, romper su alianza, e imponerles leoninas condiciones uno a uno; según sean sus reacciones, aumentará los chantajes y ataques. Cree que los Estados y pueblos atacados no cumplirán sus advertencias y aceptarán formas de esclavitud.

El concepto de «guerra total» es reciente, pero se debate sobre si fue Napoleón, Lincoln y su general Sherman, o Ludendorff por dar algunos nombres, quienes la aplicaron por primera vez. Sin embargo, desde el materialismo histórico la «guerra total» también debe dividirse entre la del atacante y la del atacado, la injusta y la justa. En su esencia es precapitalista porque implica la movilización por el atacante de todas las fuerzas destructoras posibles en cada contexto histórico para atacar al enemigo con visos de victoria, de modo que nunca más volviera a resistirse. Se van conociendo casos de «violencia total» en las sociedades preclasistas como hemos visto al comienzo. Los pueblos y clases explotadas debían, por tanto, gastar en esos momentos críticos todos sus recursos para no ser exterminados o aceptar las condiciones del atacante.

El tránsito a la «guerra total» se va dando simultáneamente a la derrota de la propiedad comunal a manos de la propiedad privada. Ya para el -2000 surgieron las bases materiales del «terror asirio» especializado en el arrasamiento de pueblos, ciudades y Estados que osaban resistir. La desaparición de Cartago a manos Roma en tres guerras entre -264/-146 y la destrucción de Bagdad por los mongoles en 1258, son casos de «guerra total» en sus marcos históricos respectivos. La derrota mongol en 1260 a manos de los mamelucos egipcios frenó en seco su expansión hacia el Oeste. La «guerra total» injusta lo era porque movilizaba todos los recursos necesarios en función de las riquezas del enemigo que se quería esclavizar o aniquilar, en función de los y las esclavas, del ganado, del oro y otros tesoros, etc., que se esperaba adquirir. Por el contrario, la «guerra total» justa lo era porque el pueblo atacado debía movilizar todos sus recursos en la defensa ya que se jugaba la vida.

La industrialización capitalista produce un salto en las dos formas de «guerra total». Presionado por todos los lados, Napoleón militariza la química y disciplina la política para superar el bloqueo naval británico y la fuerza de sus aliados. Sherman aplica la «guerra total» contra los confederados y contra los pueblos sioux, hasta casi exterminarlos. Ludendorff moviliza todos los recursos de Alemania desde 1916, enseñando el camino a los nazis. La raíz económica y sociopolítica de las dos formas antagónicas de «guerra total» está en la ley del valor totalmente desatada desde la industrialización: salvando las distancias, la plusvalía relativa y la plusvalía absoluta como métodos de explotación de la fuerza de trabajo llegan a su máxima rentabilidad durante un tiempo –el que resista la fuerza psicosomática del proletariado– que no es otro que la productividad máxima del «trabajo» militar en la fase última y decisiva del conflicto bélico, la «guerra total». O se gana, o se pierde, es decir, el capitalismo vence o muere.

Con sus diferencias, la guerra de Uruguay, Brasil y Argentina –la guerra de la «Triple Infamia» como muy correctamente la denomina García Márquez– contra Paraguay en1864-1870; el arrasamiento de la Comuna de 1871; la permanente agresión a la URSS desde 1917-1991; la invasión fascista de Libia de 1912 y 1922; la guerra nazi fascista contra la II República española de 1936-1939, la contra pagada por EEUU contra la Nicaragua sandinista… son otras tantas «guerras totales» injustas lanzadas contra pueblos y Estados que no se dejaban dominar o que suponían un peligro para el orden burgués. Por el contrario, los pueblos atacados recurrieron a la «guerra total» justa porque eran conscientes de que su futuro estaba en peligro. Tenemos el ejemplo de la defensa de China a la invasión japonesa desde 1937: la podrida burguesía del Kuomintang no preparó apenas la «guerra total» contra la muy criminal e injusta invasión japonesa, pero sí lo hicieron los comunistas que con sus pocos recursos sí organizaron una brillante «guerra total» justa que fue la antesala de la victoria revolucionaria posterior.

La barbarie de la «guerra total» injusta también se refuerza con la ideología criminal de sus ejecutantes: según un dicho español el mal llamado «problema catalán» –el problema es España– se mantiene tranquilo bombardeando Barcelona cada cincuenta años. Un general guatemalteco aprendió en la Escuela de las Américas que el orden queda asegurado asesinando al 30% de la población. Un general retirado español sostiene que para que España no se «rompa» hay que fusilar a 26 millones de súbditos del rey, alrededor del 58% de la población. Se trata de exterminar fuerza de trabajo rebelde, revoltosa, y fuerza de trabajo improductiva. La «guerra total» injusta se aplica dentro del propio Estado porque el enemigo también es interno ya que el multidimensional antagonismo entre capital y trabajo lo abarca todo. El miedo incontrolado paraliza la conciencia haciendo que el instinto de supervivencia se someta a las más duras explotaciones. El terror a una guerra nuclear en 1982-1985 facilitó la derrota del movimiento obrero de la época, y dio fuerza a los reformismos y fabulaciones postmodernas. Ese terror fue una de las causas de la derrota de la oleada iniciada en 1968.

Las clases dominantes se lanzan a la guerra una vez que han «pacificado» su retaguardia con la militarización social que sustituye la conciencia crítica y libre por el irracional odio gélido que sostiene la guerra injusta. El militarismo neoliberal se legitimó en la década de 1980. Logrado esto, el Armagedón está más cerca. EEUU y la OTAN aumentan las provocaciones, estudian la capacidad y voluntad de resistencia de los pueblos y Estados, como una gran transnacional disecciona la economía del país al que va a vampirizar. Según lo analicen, atacan y atacarán en diversos frentes con diversas tácticas de «guerra variable», «integrada», «de multidominio», «en red», etc., con menos o más virulencia, guerras locales llevadas directamente por ellos mismos o con mercenarios, criminales y fanáticos religiosos. Incluso creen que sus «pequeñas guerras atómicas», regionalmente delimitadas, serán suficientes para aterrorizar a las clases, naciones y Estados que quieren sojuzgar.

EEUU y la OTAN juegan con la muerte, y llegarán a rozar otra vez el umbral del holocausto como hemos visto. Piensan que su tecnociencia militarizada, su industria de la matanza, domina por fin la dialéctica del azar y la necesidad, que pueden bailar indefinidamente sobre el fino punto de no retorno, como esa difícil danza vasca que hace maravillas sobre un pequeño vaso que el dantzari no ve sin derramar su vino. Pero hasta el más virtuoso y ágil dantzari puede tirar el vaso. El punto de no retorno, esa ley dialéctica que explica por qué ni la naturaleza, ni la sociedad ni el pensamiento dan marcha atrás una vez producido el salto cualitativo, puede desencadenar el Armagedón.

Por esto y bajo la dictadura de la propiedad privada, debemos actualizar el principio de Vegecio: si vis pacem, para bellun. O dicho en el contexto actual: si queremos la paz, hagamos la revolución.

Texto elaborado después del teledebate en Tertulias en Cuarentena del 7-03-2021 sobre la OTAN

EUSKAL HERRIA, 14 de marzo de 2021




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