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lunes, 8 de abril de 2019

Korrika Abre Espacios

Traemos a ustedes la editorial que Gara ha dedicado a 21.Korrika Klika:


Korrika alcanza espacios y lugares ocultos para el euskara durante el resto del tiempo. No solo porque llega a la periferia física del territorio del euskara, sino porque emerge como un acontecimiento social convertido en seña de identidad vasca por encima de modas (son ya 21 ediciones en 39 años, poca casualidad) y porque adquiere incluso una importante centralidad política, llegando a ese sitio que pocas veces logra hacer suyo la lengua vasca.

Esa reverberación entusiasta en favor del euskara, que lo mismo llena avenidas urbanas que recorre caminos comarcales, porta el testigo de una lengua y de un pueblo que quieren vivir y desarrollarse en libertad. Korrika empodera a quienes aman al euskara (sean euskaldun peto-petoak, euskaldunberris o simples euskaltzales) al mismo tiempo que debilita a sus enemigos. Impacta además entre medio de unos, generando conciencia positiva entre los indiferentes o equidistantes, desplazando el epicentro de la sensibilidad hacia la lengua.

Argumentos retorcidos

Esa reivindicación festiva pero firme desmonta, entre otras muchas cosas, los retorcidos argumentos que a diario intentan minusvalorar y dañar al euskara y discriminar a sus hablantes. Esos argumentos defienden, por ejemplo, que puede ser mejor no saber una lengua que saberla. Y llegan hasta el punto de combatirla, de querer jibarizarla. No conviene menospreciar este absurdo, porque era doctrina en Nafarroa con el Gobierno anterior y la derecha española sigue defendiéndolo a capa y espada. Ya se sabe, un médico tiene que saber medicina, no euskara… pero sí castellano.

Los hay que sostienen que en el fondo la suya es mejor que la lengua de otros, aunque no estén en absoluto dispuestos a aceptar que la suya sea menor que otra. Piensan que el castellano aquí es como el inglés en Inglaterra, pero aquí, en la tierra del euskara, creen que esta lengua debería valer lo mismo o menos que el inglés –o el francés o el alemán...–, y tanto lo creen que a veces lo han convertido en norma, por ejemplo para el acceso a la Administración.

Todo eso lo dice gente, por cierto, que no sabe ni euskara ni inglés, y se lo dice a quienes conocen como mínimo tres lenguas. Pretenden hacerse pasar por cosmopolitas cuando no son más que malintencionados y acomplejados ignorantes.

Algunos niegan el efecto que en el desarrollo del euskara ha tenido la represión franquista. Paradójicamente, en este punto pueden llegar a coincidir quienes bendicen el franquismo y quienes denuncian esa represión si fue por sus ideas, pero no por hablar otra lengua que no fuese el castellano.

Los hay que practican el autoodio, negando sus raíces. También quienes limitan las opciones de sus hijos e hijas, impidiéndoles aprender una lengua más sin tener que renunciar a ninguna otra.

Para qué sirve Korrika

Korrika no solo neutraliza estos pensamientos miserables, sino que los supera llevando el debate a otro estadio. Durante esta carrera el euskara no solo se normaliza, sino que expande una energía positiva y alentadora. Es una iniciativa integradora y de carácter estratégico. Según han ido avanzando Korrika, AEK y el euskara, esa letanía cultural que cada dos años recorre Euskal Herria de cabo a rabo ha ido cogiendo peso y sumando sectores, hasta convertirse en lo cultural en uno de los mejores emblemas del país, en lo social en una manifestación genuina de valores como el auzolan, y en lo político en signo de capacidad transformadora.

A finales del pasado año, el primer Euskaraldia renovó la capacidad de innovar en favor de la lengua y sacudir inercias negativas en lo relativo a su uso en la plaza pública. Korrika marca estos once días otro repunte que no es meramente cuantitativo, sino sobre todo cualitativo: demuestra que el euskara puede competir con garantías de éxito en este mundo si genera una fuerza endógena que sea emocionante pero a la vez sensata y con dirección, que tenga raíces firmes en la tradición pero al mismo tiempo capacidad experimental, que sume decenas de miles de compromisos individuales pero sea sobre todo cooperativa.

Korrika no es una carrera de competición, tampoco es solo una fiesta que merece ser vivida; es la prueba de que el euskara está en disposición de competir y de que el premio será algo más que la pura supervivencia.






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