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lunes, 4 de febrero de 2019

El FBI y el México Franquista

Desde 1988 hasta 2018 México fue gobernado por una casta de políticos que antes que mexicanos, se sentían españoles y mucho españoles. Desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto  y pasando por Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox y Felipe Calderón, la política internacional mexicana estuvo invariablemente alineada con lo dictado desde esa caverna fascista denominada La Zarzuela.

Madrid ordenaba y México obedecía.

Fue así como esa otrora reconocida y admirada nación en el plano internacional pasó a ser el furgón de cola del fascismo europeo.

Pero Madrid no está sola. Desde que Ike Eisenhower visitara a Francisco Franco para cerrar el trato con respecto a las bases militares estadounidenses en el cortijo del generalísimo los españoles han contado con el respaldo irrestricto de Washington en sus aventuras tardocolonialistas.

Pues bien, El País nos relata una historia muy peculiar pero también muy indicativa del recorte de libertades que ha sufrido el pueblo vasco como resultado de esta particular troika represiva.

Resulta que un vasco intentando vacacionar en Cancún se encontró siendo interrogado por la policía mexicana -con métodos de interrogatorio vigorosos muy similares a los españoles- y léalo usted bien, agentes del FBI... todo por un pequeño olvido español. 

Repetimos, para que se entienda. Y tómense todo el tiempo que necesiten.

FBI, corruptos policías mexicanos... y Baltasar Garzón. Vaya combinación.

Lean ustedes:


EE UU arruinó las vacaciones de un chico vasco en Cancún creyendo que era un etarra y pese a que había sido absuelto

José Antonio Hernández

Asier no quería que su nombre saliese en esta información. Y lo pidió encarecidamente alegando el rechazo emocional de su pareja y de su abuela a rememorar aquella época en que fue juzgado y condenado como activista de la kale borroka proetarra. Asier es nombre ficticio, pero su historia, lo que le ocurrió en México, es completamente real. No llega a los 35 años y nació en un conocido municipio del País Vasco. El 16 de julio de 2016 viajó con tres amigos a Cancún, en el Caribe mexicano, para tomarse unas vacaciones. Lo llevaba todo pagado. Pero ni le permitieron bajar solo las escalerillas del avión, ni le dejaron traspasar la frontera del aeropuerto. Nada más aterrizar, agentes policiales de ese país subieron a la nave, con todos los pasajeros dentro, y gritaron su nombre.

Asier se levantó de entre los asientos de sus amigos. “Acompáñenos”, le ordenaron. Mientras él volaba de Madrid a México, el FBI chequeó en EE UU los nombres de los pasajeros que habían salido del aeropuerto Adolfo Suárez de Barajas. Y contactó de inmediato con Interpol en México. “No lo dejéis entrar...”. Le llevaron a un cuarto en el aeropuerto, en la zona de tierra de nadie, y empezaron a interrogarle.  "Fue muy humillante y vejatorio para mí", evoca Asier. No comprendía nada. Le tuvieron allí cuatro horas. "Me preguntaron mis preferencias políticas y aspectos de mi vida privada. Y me faltaron el respeto para intimidarme", describe a EL PAÍS.

Su ficha policial desató la alarma. En 2007 fue encarcelado durante un año y tres meses como un cabecilla de la kale borroka de su ciudad. Y por preparación y tenencia de explosivos. Sus huellas aparecieron en una bolsa decomisada con explosivos. Y los nombres de dos amigos suyos, en la agenda de un jefe de ETA detenido en Francia. Además, le constaba una condena de cuatro años de cárcel de la Audiencia Nacional. Sin embargo, en esa ficha policial faltaba un dato importante. El Tribunal Supremo le había absuelto de los delitos que le habían llevado a la cárcel por orden del juez Baltasar Garzón. De los 13 acusados, el Supremo absolvió a 12, incluido Asier.

Cuando los policías mexicanos le contaron el motivo de su arresto, Asier no se cansó de alegar que de aquello le había absuelto el Supremo español. Pero no le hicieron caso y no dejaban de interrogarle: "A qué has venido a México, en qué trabajas...". Desesperado, telefoneó a la embajada española contando su situación. Al estar en tierra de nadie, desde la embajada le argumentaron que no podían actuar porque, en puridad, no había pisado legalmente México.

Asier asegura que vivió "una situación kafkiana" que nunca olvidará. No solo le interrogó la policía mexicana. También el FBI, por videoconferencia. "Me hablaron de la condena y me preguntaron si sabía manejar explosivos, si era terrorista". “La verdad, no sé qué pintaba el FBI con mi viaje a México, quizás pensaron que, como Cancún está cerca de EE UU, desde allí podía yo pasar a EE UU y hacer algo; todo era absurdo”. Aún hoy mantiene que su detención diez años antes había sido injusta. "Nunca hice lo que me atribuyeron". "Toda mi familia lo pasó muy mal entonces".  E insiste al periodista: "Le pido, por favor, que no publique nada y menos mi identidad".

EL PAÍS explicó a Asier que la intención era “describir las vicisitudes de un ciudadano español con el FBI y la policía mexicana de resultas de un error de la Administración” (la ficha de Interpol estaba incompleta; nadie se preocupó de actualizarla). “Yo soy nacionalista, pero también soy español”, subraya Asier.

No olvida la "impotencia" que sintió en el aeropuerto cuando tuvo que convencer a sus amigos, que le defendieron ante los agentes mexicanos esgrimiendo que Asier estaba absuelto, para que continuasen con las vacaciones mientras a él varios agentes le escoltaban "por todo el aeropuerto" hasta meterlo en un avión de regreso a Madrid. Los agentes vieron en Google noticias de mi absolución, pero aún así el FBI mantuvo el veto a su entrada en México.

“Tras nueve o diez horas de viaje desde Madrid y cuatro o cinco de interrogatorio, me volvieron a subir a un avión y estuve otras diez horas de vuelo, y soportando a una persona ebria que iba en el asiento de al lado". Perdió todo el dinero que invirtió en las vacaciones. Solo el avión, ida y vuelta, le había costado 1.500 euros. Al llegar a Madrid me esperaban dos policías, que me preguntaron que qué me había pasado; les expliqué lo sucedido, y me fui".

Un olvido de la Audiencia Nacional

Asier ha presentado una demanda en el Ministerio de Justicia en la que reclama el pago de una indemnización de 83.937 euros por los daños y perjuicios causados, porque nadie se preocupara de actualizar los ficheros policiales. El Consejo del Poder Judicial ha rechazado su demanda. Asegura que no hay un error judicial. El Supremo informó de la absolución a la Audiencia Nacional, que es la que le había condenado, pero esta olvidó comunicar a Interpol la cancelación de los antecedentes. El Poder Judicial señala que los tribunales cumplieron con su misión legal, que "es leer y notificar a las partes" sus resoluciones, y que "la pervivencia de los antecedentes policiales" no es achacable al órgano judicial.

Tras el disgusto de quedarse sin sus vacaciones en Cancún, Asier se preocupó personalmente de que limpiasen su ficha policial. “Pero desde entonces”, confiesa, “no he vuelto a salir de España”.






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