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miércoles, 24 de octubre de 2007

El Derecho a Ser

Este análisis de Ánjel Ordoñez de los diferentes movimientos de autodeterminación mismos que toman lugar alrededor del mundo nos llega gracias a Txabi, aquí lo tienen:

El derecho a decidir en el contexto internacional

Un mundo de consultas para solucionar conflictos

«Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural». Así está recogido el derecho de autodeterminación en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) el 16 de diciembre de 1966. GARA presenta a sus lectores algunos de los casos en los que, generalmente a través del correspondiente referéndum, distintas naciones sin estado han ejercido ese derecho o se preparan para hacerlo en un futuro próximo.

Estos ejemplos ponen de relieve que la libre determinación de los pueblos no es una cuestión del pasado, sino que actualmente marca la agenda política internacional, incluso dentro de la Unión Europea.

«¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con que el Gobierno negocie con (...) una fórmula que resulte en la independencia de (...)?». Ésta no es una pregunta hipotética; es la que -rellenando los huecos con «Londres» y «Escocia»- se va a trasladar a la ciudadanía escocesa.

Anjel ORDOÑEZ

ESCOCIA Trescientos años son demasiados

En enero se cumplieron tres siglos de unión entre Escocia e Inglaterra, 300 largos años desde que en 1707 los parlamentos de los reinos de Inglaterra y Escocia firmaran el tratado de la Unión. Las crónicas de la época hablan de que una combinación de severa crisis económica en Escocia, división entre las fuerzas opositoras a la unificación y soborno a parlamentarios escoceses favorecía entonces el
nacimiento de la Gran Gretaña.

Precisamente, coincidiendo con ese aniversario, por primera vez en la historia Escocia ha elegido como jefe del Gobierno autonómico a un líder del partido indepen- dentista, el SNP (Scottish National Party), que fuera del país ha adquirido notoriedad por el apoyo del actor Sean Connery.

En la campaña previa a las comicios, celebrados en mayo, Alex Salmond ponía a la cabeza de sus promesas electorales la convocatoria de un referéndum en 2010 para que los escoceses puedan decidir si quieren seguir siendo parte de la Unión o regresar a su estatus inicial de nación independiente, aunque bajo la Corona de Isabel II.

En el mismo día en el que el Parlamento lo confirmaba como máxima autoridad del Ejecutivo escocés -con competencias en materia de educación, sanidad, transporte, desarrollo económico y justicia, principalmente- , Salmond declaraba con solemnidad que su gestión estará dirigida «exclusivamente a defender el interés de la nación escocesa» mientras aseguraba que «queremos la independencia y la igualdad para Escocia».

Las pretensiones del SNP se topan, por una parte, con la oposición mayoritaria de laboristas (desalojados del poder tras cincuenta años) y conservadores en el Parlamento escocés, pero también con la del Ejecutivo de Londres, que no ha dudado en alertar del «peligro de balcanización que sufre el Reino Unido», en palabras del propio primer ministro, Gordon Brown, de origen escocés y que siempre ha defendido que «cuando contemplamos los lazos familiares, las relaciones económicas, los valores que compartimos y la historia que nos ha unido durante 300 años, el pueblo decidirá que somos más fuertes juntos que separados».

Y si antes Blair y ahora Brown han movido fichas para evitar el ascenso de los nacionalistas y, por ende, la pérdida de su mayoría parlamentaria en Westminster, estos movimientos siempre se han desarrollado en el terreno político -abonando la tesis de que la independencia sería un desastre económico para Escocia- y se hace impensable cualquier amenaza de prohibición para detener una consulta al pueblo escocés.

Una consulta que, a pesar de las muchas dificultades, ya tiene una pregunta definida de forma muy clara: «¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con que el Gobierno negocie con Londres una fórmula que resulte en la independencia de Escocia?».

QUÉBEC Cuando la claridad es lo importante

La redacción de la pregunta que se traslada a la ciudadanía en los procesos que implican un referéndum no es, ni mucho menos, una cuestión baladí. De hecho, resulta ser la piedra angular del caso de Québec, que el próximo año cumplirá 400 años desde la fundación de su capital.

Territorialmente, Québec es la mayor de las provincias de Canadá y la única con mayoría francófona en Norteamérica. El francés no sólo es oficial (cooficial junto al inglés en el conjunto de Canadá), sino que goza de una protección especial que llega a extremos como la existencia de inspectores lingüísticos para velar por su uso en los establecimientos comerciales públicos.

A pesar de que hasta el momento no han dado los frutos deseados por sus impulsores, Québec cuenta con una profusa experiencia en materia de referendos con la soberanía como objetivo. En mayo de 1980, los postulados soberanistas alcanzaron el 40,5% de los sufragios y en octubre de 1995 se quedaron a menos de un punto porcentual de alcanzar la mayoría, al llegar al 49.42%.

Esta «tradición» de consultas se ha desarrollado, a pesar de la disputa entre partidarios de uno y otro signo, sin mayores sobresaltos y ha desembocado incluso en un pronunciamiento del Tribunal Constitucional de Canadá recogido en la Ley de Claridad. Lo único que se exige a los quebequenses es claridad. Claridad en la voluntad mayoritaria de separarse de Canadá y claridad a la hora de plantear la pregunta que definirá el referéndum. Pero la ley no sólo se dirige a Québec, también obliga al Gobierno federal a negociar y llegar a acuerdos con el Ejecutivo francófono para definir la consulta.

MONTENEGRO Dos primaveras de soberanía

Montenegro es hoy un Estado europeo independiente. Lo es desde la primavera del pasado año, cuando los montenegrinos decidían en referéndum y por mayoría (55,5% de los votos, con una participación del 86,5%) avalar las tesis independentistas lideradas por Milo Djukanovic y, por tanto, la definitiva secesión de Serbia. De esta manera se hacía oficial lo que era una separación de hecho entre serbios y montenegrinos, y el nacimiento de un nuevo ente político de tan sólo 13.182 kilómetros cuadrados y apenas 670.000 habitantes.

El proceso, marcado por la traumática historia reciente de los Balcanes -la del desmembramiento de la antigua Yugoslavia, la guerra de Kosovo y los antecedentes en Croacia y Bosnia-ha estado tutelado y protegido efectivamente por la Unión Europea, a pesar de que no pocos de sus Estados miembros veían en la evolución de los acontecimientos una amenaza para sus intereses particulares, contrarios a procesos similares en el interior de sus propios territorios. Esta postura llevaba a imponer la cota del 55%, porcentaje que no exigen, por ejemplo, para aprobar la Constitución Europea.

Bruselas se veía obligada a avalar una transformación pacífica, a través del camino de la consulta popular, frente al fantasma de una intervención del Ejército serbio. Y era precisamente la actitud de Serbia, en demasiadas ocasiones enfrentada a la Unión Europea, la que facilitaba un mensaje europeísta de los soberanistas montenegrinos que ha tenido, a la postre, resultados definitivos.

«Como presidente democrático de una República democrática reconozco la expresión de la libre voluntad de los ciudadanos montenegrinos» . Con estas palabras, el presidente serbio, Boris Tadic, reconocía en mayo de 2006 el resultado del referéndum, aceptaba la legitimidad de la independencia de Montenegro y enterraba el ente federal denominado Unión de Serbia y Montenegro.

El 6 de junio, Montenegro proclamaba su independencia e izaba en el Parlamento la bandera nacional, mientras miles de ciudadanos entonaban bajo una copiosa lluvia el himno de la República.

KOSOVO La excepción mundial de la ONU

En 1999, 16.000 soldados de la OTAN ocupaban el territorio de Kosovo tras los bombardeos contra la entonces Yugoslavia liderados por Estados Unidos y sin el consenso de la ONU. Desde entonces, Kosovo es una suerte de protectorado dependiente administrativamente de la ONU y bajo la supervisión militar de la propia OTAN, a pesar de seguir perteneciendo formalmente a Serbia.

Ésta siempre se ha negado a reconocer la soberanía de Kosovo -que, de facto, ya existe- porque la considera centro espiritual de su nación, y la comunidad internacional defendía inicialmente el criterio de no apoyar la secesión sin el consentimiento de Serbia. Sin embargo, la ONU ha evolucionado a posiciones favorables a la independencia, aunque planteándola como una excepción mundial y dejando claro que la receta para Kosovo no puede aplicarse en ningún otro lugar.

Así, en enero de este año, Martti Ahtisaari, enviado especial de la ONU para la zona, daba a conocer una propuesta para un estatus definitivo de Kosovo al margen de Serbia. Aunque no hablaba directamente de independencia, el borrador abría un amplio camino con propuestas como la potestad de Kosovo para ingresar en organismos internacionales. La iniciativa fue bloqueada entonces por Rusia, tradicional aliado de Serbia, en la ONU. En la Comunidad Europea, las sensibilidades siguen siendo dispares y son el Estado español, Grecia y Chipre quienes lideran la oposición a la independencia.

Llegado el verano, el primer ministro de Kosovo, Agim Çeku, hablaba ya abiertamente de que debería declararse la independencia antes de que finalizase el año. Como respuesta, el presidente serbio, Boris Tadic, advertía al mundo: «En caso de reconocimiento unilateral de la independencia de Kosovo, el orden legal internacional nunca volvería a ser el mismo, ya que muchos movimientos separatistas en todo el mundo usarían el nuevo precedente».

Finalmente, representantes de Serbia y de los albano-kosovares iniciaban hace unas semanas en Nueva York las primeras conversaciones, con mediadores internacionales. La historia se escribe en estos días.

ERITREA Una solución envenenada

Etiopía es hoy el único estado en el mundo que tiene institucionalizado el derecho de secesión para cualquiera de sus territorios -antes lo tuvo la ya disuelta Serbia-Montenegro- . Así lo recoge en su Constitución, en una reforma introducida como consecuencia de la independencia de Eritrea, que dejaba al país sin salida al mar.

La historia de Eritrea se remonta 2.400 años atrás, cuando pueblos nómadas semitas provenientes de Arabia se asentaron en el Cuerno de África. Su devenir más reciente se enmarca en el colonialismo del siglo XIX y en su ingreso, en 1952, en una federación con Etiopía. Pero en 1962 el Gobierno de Adís Abeba la declaró una mera provincia.

Después de décadas de lucha del Frente Popular para la Liberación de Eritrea y una cruenta guerra abierta en 1983, el conflicto culminó con un referéndum convocado unilateralmente por el Gobierno Provisional de Eritrea y supervisado por la ONU. Se celebró en 1993, con el 99,8 % de los votos favorables a la independencia. Al mes siguiente nacía oficialmente el nuevo Estado de Eritrea.

Paradójicamente, Etiopía, que entendía la soberanía de Eritrea como un peligroso antecedente para el «desmembramiento» territorial, dio una solución «envenenada» al problema incluyendo el derecho de secesión en su constitución pero estableciendo tal cantidad de condiciones que, en la práctica, resulta imposible su ejercicio.

BOUGAINVILLE Autodeterminación en el pacífico

Bougainville es una diminuta isla del archipiélago de Salomón, en el Océano Pacífico, con apenas 10.000 kilómetros cuadrados y 100.000 habitantes. Su historia es la de la búsqueda de la independencia después de más un siglo de colonización: colonia alemana desde finales del XIX, ocupada por los australianos en 1915 y por los japoneses en 1942, e incorporada a Papua Nueva Guinea en 1949.

El 1 de septiembre de 1975, las autoridades provinciales de la isla Bougainville proclamaron la independencia con el nombre de República de Salomón del Norte, con una bandera nacional elegida en un concurso. Sin embargo, ese mismo año Papúa Nueva Guinea consiguió su independencia e incluyó a la República de Salomón del Norte. La historia se repetía.

En 1977, y fruto de un acuerdo político, la república se disolvió y pasó a funcionar como un virtual Estado federal, con asambleas provinciales. Las ansias de independencia de Bougainville no se calmaron con este nuevo estatus, y en mayo de 1990 se produjo una segunda secesión, proclamándose la República de Bougainville. Esto provocó un enfrentamiento violento abierto con Papúa Nueva Guinea, que se prolongaría durante largos años.

Una de las principales causas del conflicto fue precisamente la explotación masiva de las minas de la isla por las empresas transnacionales con el consentimiento de Papúa Nueva Guinea, que produjo miles de millones de toneladas de desechos contaminantes y nocivos para la salud.

En 1996 se iniciaron conversaciones entre ambas partes y el 23 de enero de 1998 se llegó a una tregua que llevó a un acuerdo de paz en 2001, avalado por la comunidad internacional, y un estatuto de autonomía provisional el 27 de marzo del 2002. Tras tres años de negociaciones, se celebraron elecciones y se estableció un definitivo estatuto de amplia autonomía para la isla, que entró en vigor en 2005 y que tiene una importante particularidad: reconoce a la isla el derecho a la autodeterminació n a través de un referéndum, que deberá celebrarse antes del fin de esta década.

TIMOR ORIENTAL La primera nación nacida en el siglo XXI

Timor Oriental accedió a la independencia en 2002, lo que le confiere el honor de ser el primer pueblo en alcanzar su soberanía en el siglo XXI. La isla había sido invadida por Indonesia en 1975 y desde entonces, hasta septiembre de 1999, se registró en el territorio el mayor genocidio proporcional a la población de un país jamás verificado: 220.000 muertos, en una población que en 1975 se calculaba en 650.000 habitantes.

El 30 de agosto de 1999, una gran mayoría de la población del país (98%), superando el terror sembrado por el Ejército indonesio y los paramilitares contrarios a la independencia, se acercaba a las urnas para decidir su futuro en un referéndum supervisado por la ONU. Cuatro de cada cinco timorenses votaron a favor de la separación de Indonesia.

Las milicias protegidas por el Ejército indonesio desencadenaron una violencia indescriptible antes de la proclamación de los resultados. Hombres armados mataban en las calles a las personas sospechosas de haber votado por la independencia y millares de personas fueron separadas de sus familias. Finalmente, la ONU desplegó fuerzas militares en un país que encontraron totalmente devastado.

En abril de 2002, los timoreses acudieron por segunda vez a las urnas, en esta ocasión para elegir a su presidente, Xanana Gusmão. Un mes más tarde se proclamaba la independencia definitiva.

SAHARA Quince años de demora intencionada

El Frente Polisario comenzó hace tres décadas la batalla por la independencia del Sahara, territorio codiciado durante todo el siglo XX por los recursos naturales que atesora: fosfatos, petróleo, gas y un importante banco pesquero. Tras la retirada del Estado español en 1976 y la firma de la paz con la derrotada Mauritania en 1979, Marruecos y el Frente Polisario acordaron un alto el fuego auspiciado por la ONU en 1991, que estableció la Misión de Naciones Unidas para el referendo en el Sahara Occidental, que debería haberse celebrado en febrero de 1992. Han pasado quince años.

En este tiempo, el Frente Polisario ha acusado a Marruecos de ir aplazando la convocatoria del referéndum mediante apelaciones para que la población no saharaui instalada por el Gobierno marroquí en la zona durante los últimos años (que ya es mayoría) tenga derecho a voto. En la última década, y con la intervención de la ONU, han ido fracasando diferentes propuestas de alcanzar un acuerdo resolutivo.

Aunque más de 70 países apoyan el derecho de este pueblo a decidir su independencia y reconocen a la República Democrática Árabe Saharaui, con el paso del tiempo la ONU ha ido alejándose de la opción de la consulta y países como Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Estado español parecen apostar por convertir al Sahara en una región autónoma del Reino de Marruecos.

SUDÁN Tensa calma mirando a 2010

Sudán es el estado más extenso de África. Pobre de solemnidad, de hambrunas frecuentes, en el que la esperanza de vida ronda los 55 años y donde uno de cada dos adultos es analfabeto. En su vasto territorio se distinguen dos comunidades claramente diferenciadas: el Norte es de raza árabe y religión musulmana; el Sur, de raza negra y principios cristianos. Éste es el origen remoto del conflicto.

Así, al principio, el problema del petróleo estuvo ausente. Las razones del conflicto eran, estrictamente, políticas y religiosas, pero a partir de 1983 el oro negro se convirtió en el motor de la guerra, y no del desarrollo. La batalla por los recursos se convirtía en una pugna sobre la secesión del Sur.

Finalmente, y tras dos décadas de cruenta guerra civil entre ambos territorios, el país vive en la actualidad una tensa calma propiciada por el alto el fuego firmado en 2005 y mira a 2010, fecha en la que se celebrará un referéndum para decidir si el Sur se convierte en una nación independiente. Ésta aparece hoy como la opción más probable.

No obstante, el delicado equilibrio de la zona se ha vuelto a desestabilizar. En la región de Darfur -musulmana, pero no árabe- surgió un nuevo conflicto armado propiciado por las reivindicaciones de beneficios similares a los conseguidos por el Sur. Ya han muerto miles de personas.


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