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domingo, 15 de octubre de 2006

Justicia, Luego Paz

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Jim Flash Mc Veigh - Último comandante del IRA en la prisión de Long Kesh (*)

SIN JUSTICIA, NO HAY PROCESO DE PAZ

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi niñez es de cuando soltaron de la cárcel a mi hermano mayor Patrick en 1977. Al llegar a casa lo recibieron una docena de simpatizantes junto con una banda de veinte acordeonistas. Sus amigos lo auparon encima de los hombros y lo llevaron en procesión por las calles, al son de los aplausos entusiásticos de vecinos y transeúntes. El había pasado cinco años en la cárcel de Long Kesh, como preso del IRA. Como tal, había disfrutado de una condición especial que equivalía, en efecto, al estatus de un prisionero de guerra.

Meses antes de su puesta en libertad, sin embargo, el Gobierno británico había eliminado ese trato de «categoría especial», por lo que cualquiera que fuera condenado a partir de 1976 por cargos relacionados con la política era enviado a una nueva cárcel, los llamados Bloques H. Otro de mis hermanos, Paul, fue detenido en 1976 y acabó en los mencionados Bloques H, donde se unió a la huelga de las mantas junto a Bobby Sands y nueve camaradas que morirían trágicamente en huelga de hambre. Tras sus muertes, las autoridades británicas cedieron discretamente a muchas de sus demandas.

Para cuando me tocó a mí el turno en los Bloques H, ya habíamos logrado el estatus político prácticamente. El apoyo masivo acordado a los presos desde la calle aseguró que, a la larga, los presos vencieran.

Al inicio del proceso de paz, a principios de los 90, no cabía duda de que el Gobierno británico se había dado perfecta cuenta, a pesar de toda su propaganda acerca de no rendirse a los «terroristas», que sería necesario tratar el tema de los presos políticos si lo que querían era que hubiera una resolución del conflicto.

Dentro de las cárceles, y especialmente en los Bloques H, las condiciones mejoraron dramáticamente. Dentro de nuestros recintos, teníamos completa libertad de movimiento las 24 horas del día. Mejoraron la frecuencia y calidad de las visitas familiares. Uno de los cambios más importantes fue que presos del IRA recluidos en cárceles de Inglaterra, a cientos de kilómetros de sus familias, fueron devueltos a Irlanda donde se juntaron con nosotros en los Bloques H. Se trataba de importantes medidas para crear confianza con el fin de dar más estabilidad a un proceso de paz que evidentemente padecía de una fragilidad extrema en esos momentos. Este era un preludio que precedía a las negociaciones de sustancia que se producirían a continuación entre los dirigentes republicanos y el Gobierno británico.

Desgraciadamente, esta primera iniciativa para lograr un fin duradero del conflicto se derrumbó bajo el peso de la mala fe y las evasivas del Gobierno de Londres. En una actitud de negligencia que podría calificarse de casi criminal, el Gobierno británico de entonces se negó a reconocer el inmenso significado de aquel cese el fuego del IRA, y consecuentemente se echó a perder una magnífica oportunidad para negociar una paz justa. Así las cosas, el cese el fuego del IRA se vino abajo.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que, tras la llegada al poder de un nuevo Gobierno británico, laborista esta vez, el IRA anunciara un nuevo cese el fuego y recomenzaran las negociaciones. Para entonces, hacía mucho que ya disponíamos de nuestra propia estructura de mando dentro de la cárcel. Nuestros dirigentes se reunían periódicamente con las autoridades penitenciarias para mediar en conflictos entre nuestra gente y los funcionarios de la cárcel y para negociar mejoras de las condiciones dentro de la prisión.

Cada vez más, se daba por hecho que las condiciones en la cárcel se seguirían flexibilizando como preludio hacia nuestra liberación, la cual iba a formar parte de una solución final negociada. El siguiente gran paso fue la introducción de un nuevo sistema de cesión de libertad condicional. Para finales de los 90 la mayoría de los presos políticos podían salir durante períodos que se denominaban «permiso doméstico», para pasar un tiempo junto a sus familias. En una ocasión otro camarada y yo pudimos salir de la cárcel para asistir a un congreso del Sinn Féin y para reunirnos con nuestra dirección de «fuera».

Evidentemente, una vez que empezaron en serio las negociaciones entre la dirección republicana y el Gobierno británico, otras muchas cuestiones de peso fueron puestas sobre la mesa, pero no hay duda de que el tema de la liberación de los presos era una de ellas.

Tony Blair reconoció por fin que ninguna paz verdadera sería posible sin la liberación de los presos. Por muy duro de tragar que esto fuera para los unionistas, el primer ministro británico y algunos de sus asesores más próximos sabían que era inevitable. Nadie ­ni siquiera nosotros mismos­ subestimó los problemas que esta decisión acarrearía para muchos. Se alzaron muchas voces en contra de nuestra liberación, entre las cuales eran de destacar las de las víctimas de acciones del IRA. No obstante, los más lúcidos reconocieron la necesidad e importancia de este paso para afianzar la paz.

Cuando las negociaciones se concluyeron en Semana Santa de 1998, el paquete completo incluía un acuerdo que abocaría a la liberación de todos los presos políticos. Como de costumbre, el Gobierno británico negó públicamente que el acuerdo significase una amnistía para los presos. Pero enseguida lanzaron un nuevo sistema para que se redujeran las penas en dos tercios, con una cláusula adicional que establecía que al cabo de dos años cualquier preso político que siguiera en custodia sería liberado.

El 28 de julio de 2001 nos soltaron a mí y a unos cincuenta presos más. Unas semanas más tarde, se cerró la cárcel para siempre. Después de unos años, volvimos a la prisión para visitarla durante unas horas juntos con nuestros familiares y amigos. Este infame lugar ha sido destinado para museo, como edificio de interés histórico.

Muchos de los entonces liberados han vuelto a la vida civil para disfrutar de sus vidas privadas con sus familias, mientras que otros se han involucrado en proyectos y organizaciones a favor de la regeneración comunitaria. Algunos se alistaron en el Sinn Féin y han desempeñado un papel en el logro de un proceso de paz exitoso. El Sinn Féin se ha fortalecido por toda Irlanda, y la reivindicación de una Irlanda unida sigue cobrando cada vez mayor impulso.

Ningún proceso de paz puede tener éxito sin justicia y un proceso de curación. Una auténtica paz es imposible cuando existen malos tratos a presos y nuevos encarcelamientos, pues se trata de una herida abierta que sólo puede envenenar cualquier intento de paz al hacer que los camaradas y familiares de los presos pierdan su fe en la capacidad del proceso político para producir justicia.

Así como nosotros volvimos a casa, ya ha llegado la hora para que vuelvan a casa los presos vascos. -

(*) Jim McVeigh estuvo 16 años en prisión. En la actualidad es responsable del Sinn Féin en Belfast

Ahora comparen lo que acaban de leer con lo que está sucediendo en estos momentos en Euska Herria y la diametralmente opuesta postura que han adoptado París y Madrid con respecto a las medidas tomadas en Londres para llevar a buen puerto el proceso de paz en Irlanda.

Y por cierto, va un agradecimiento y un reconocimiento a los hermanos irlandeses por su apoyo al proceso de paz en Euskal Herria.

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