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sábado, 21 de marzo de 2020

Egaña | Burbuja y Pandemia

La problemática a nivel global causada por el virus SARS CoV-2 nos invita a reflexionar acerca de todas las contradicciones de la naturaleza humana.

Lo importante es que nosotros, como población en general, tratemos de mantenernos informados acerca del manejo que se está haciendo de dicha problemática, para evitar el pánico y las decisiones precipitadas.

En ese tenor, les compartimos este texto de Iñaki Egaña publicado en su perfil de Facebook:


Iñaki Egaña

La semana daba para hacer trabajos monográficos relativos a varios temas que, de no encontrarnos en esta situación especial, estado de alarma según la denominación oficial, hubieran sido titular de portada. La pandemia del Covid-19 ha eclipsado cualquier noticia, por relevante que fuera. Por lo que no sería de extrañar que diversas instituciones, democráticas o no, tomaran decisiones antisociales, políticas y económicas de gran calado, bajo el paraguas de la minimización de la información.  Disposiciones que se quedarán para el futuro, porque decir “para siempre” es demasiado arriesgado.
Es evidente que, fuera de los teatros bélicos, la humanidad está viviendo un escenario inédito. La pandemia ha enervado el pánico y su gestión, cercana a la doctrina del shock, nos ha llevado a un estadio que Naomi Klein, ya definió como “el auge del capitalismo del desastre” y recién el periodista argentino Martín Caparros ha precisado como el “modo desastre”. 

Al margen del virus, la vida subsiste. Siria, Irak y Yemen continúan siendo frente de combate. Israel, a pesar de encontrarse en una transición gubernamental, aprieta a los palestinos hasta la muerte. Naciones Unidas, en su “Hunger Facts” (Estadísticas del hambre), señala que cada día mueren 24.000 personas por el hambre (el 75% niños) y se consuela, nos consuela, añadiendo que cuando comenzó el milenio, en 2000, los muertos diarios relacionados con causas relacionadas con el hambre eran 65.000.

En la cercanía, hace apenas unos días, dos aviones de combate rusos fueron interceptados en el Golfo de Bizkaia, encima de nuestras cabezas, por cazas españoles que partieron de Torrejón y franceses, que salieron probablemente de Mimizan. La operación de placaje, que contó con el patrocinio de la OTAN, ha pasado desapercibida y lo que en otra ocasión habría creado un escandaloso incidente diplomático, esta vez ni siquiera ha llegado a la prensa.

El monarca borbón ha aprovechado la pandemia para percutir un nuevo cortafuego en su familia, esta vez con su padre, quien por cierto le había trasladado la varita de mando apenas unos años antes. La noticia ha salido de las portadas, aunque en esta ocasión no sólo por la evaporación informativa de la pandemia, sino también por la tradicional sumisión (rayando la humillación) de los medios españoles frente a la familia Borbón.

La violencia de género se ha cobrado nuevas vidas, en Soraluze y en Santzurtzi, en esta última localidad con unos niveles de sadismo impresionantes. Las denuncias de abusos e intentos de violación siguen sacudiendo nuestras conciencias. A la misma hora que miles de mujeres se manifestaban en Donostia el 8 de marzo y a pocos centenares de metros del epicentro de la convocatoria, se estaba produciendo un intento de violación en un parking de la ciudad. Todo un síntoma del camino que queda por recorrer.

La tragedia y el descontrol de Zaldibar han sido ahogados por las mentiras del lehendakari y por ese interés premeditado en desviar su trascendencia aprovechando la ola informativa de la epidemia. El desasosiego de los familiares y amigos de Joaquín Beltrán y Alberto Solouze no tendrá descanso. La deshumanización institucional de su tragedia ahondará en su desamparo.

La gestión de la pandemia, asimismo, ha generado un reforzamiento institucional del viejo estado-nación, en especial en España, donde el Gobierno, abriendo la puerta de par en par al Estado Mayor de su Ejército, se ha hecho con el control de lo transferido a las Comunidades Autónomas en 40 años, en especial a la vasca, a la catalana y a la Foral Navarra. La respuesta del Ejecutivo de Gasteiz ha sido tan timorata que sospecho sus mentores se hallen recluidos en un bunker de esos que diseñaron en los tiempos de la explosión nuclear de Chernóbil.

Son tiempos difíciles, imposibles de calibrar en su justa medida, y menos aún en las consecuencias que va a acarrear. Los conspiranoicos que anunciaban un ataque secreto a China han visto su teoría desmontada, cuando el gigante asiático va a salir reforzado en el nuevo mundo cada vez menos multipolar. Los EEUU de Trump han conocido un “default” bursátil similar o superior, habrá que seguirlo, al de 1929, año que dio paso a la Gran Depresión.

Y Europa está tan tocada que toda su economía, cuando la pandemia logre controlarse, tendrá que ser rescatada con medidas más austeras que las que se produjeron con la crisis financiera de las “hipotecas basura” de 2008. Había una burbuja de mayor tamaño que la de 2008 y ha tenido que ser un virus el que haya llegado a pincharla, con las consecuencias dramáticas que generará su estallido entre los sectores más desfavorecidos.

Las recetas económicas van a ser de choque. Es el único aspecto que se puede aventurar de esta crisis combinada, económica y sanitaria. Con la excusa de la crisis, las reformas laborales se ampliarán, la edad de jubilación se alargará nuevamente, y con el pretexto de la volatilidad del dinero, los empresarios mejorarán su condición, los autónomos descenderán varios peldaños en la suya y la educación y la sanidad volverán a resentirse, a pesar de la experiencia.

Lo novedoso llegará que, en el Estado español, la reubicación capitalista se realizará con un llamado Gobierno de izquierdas (PSOE y Unidas-Podemos). Para la formación socialista, el “fórceps” no tiene costo. Ya ha sido ariete. Para Unidas-Podemos, en cambio, el recuerdo del fracaso de Syriza en Grecia, hará temblar no sólo sus estructuras, sino sus convicciones. ¿Habrá un Gobierno de concentración nacional (española)?

No quiero dejar estas líneas sin recordar a quienes quejosos, gimotean por el encierro decretado, con toda la lógica del mundo, para evitar el contagio y la trasmisión del virus, la existencia de un colectivo histórico de miles de presos vascos, aislados. Que, durante 10, 20, 30 años, estuvieron clasificados en primer grado, con una o dos horas de patio. Borrados del mundo, en un encierro bestial. El nuestro, a fin de cuentas, una anécdota.






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