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viernes, 27 de febrero de 2015

Ola Morada en Euskal Herria

Desde La Marea traemos a ustedes este análisis político de Podemos en Euskal Herria, principalmente en lo que se refiere a la CAV.

El mismo, nos ofrece un retrato a detalle del vasquito colonizado Roberto Uriarte.

Lean ustedes:


La formación morada trata de romper los marcos nacionalistas en el País Vasco. El líder del Consejo Ciudadano, Roberto Uriarte, muestra un discurso muy alejado del de Iglesias

Ekaitz Cancela

Podemos está haciendo malabares para conseguir unir en el mismo discurso a gente de izquierda y derecha, a gente del centro y los que, ajenos a la política, ven ahora en ella un elemento de participación. La formación liderada por Pablo Iglesias camina cual trapecista por una fina cuerda en lo alto de una ciudad, y si pierde el equilibrio se cae. El intento de asaltar el cielo gris del País Vasco es aún mas ilustrativo de este fenómeno. La opción de subirse a la ola de la coleta libre de casta o a la cabellera ya casposa del nacionalismo marcará la agenda durante los próximos años, si aguantan.

En diciembre, el Olentzero se vistió de morado y trajo un Euskobarómetro lleno de sorpresas: Podemos sería la segunda fuerza política vasca con entre 21 y 22 escaños, sólo por detrás de los 22 o 23 que lograría el PNV, muy por encima de Bildu, que se quedaría con 13, o de los socialistas vascos, que no llegarían ni al 13% de los votos con 10 escaños. Casi en la cola, el PP, con 6 de 75 escaños.

«Una manipulación grosera de la realidad con intenciones políticas claras”, decían desde Bildu sobre el sondeo que con 600 entrevistas bastó para dibujar un escenario que se produciría dentro de 24 meses, casi a años luz. También, para despertar vientos huracanados entre los partidos nacionalistas y los que dicen serlo. “Podemos se nutre de la crisis del constitucionalismo español y recoge también un voto antisistémico que se ha podido refugiar en la izquierda abertzale”, decían desde el PNV.

Las reacciones desde la prensa no se hicieron esperar. Al día siguiente, El Correo abría en su portada con una artículo de opinión: “Me declaro euskoescéptico”. El diario de Vocento no tuvo tiempo de reaccionar, y se guardó todo su arsenal para el día siguiente: página doble para el portavoz del Partido Popular en el Parlamento Vasco, Borja Sémper, y tres artículos de opinión poniendo en duda la viabilidad de Podemos en Euskadi. Por su parte, Deia, del Grupo Noticias, escogió la opción de dar la bomba en una de las esquina de su portada y reflejar una realidad en la que Podemos desbancaría a Bildu como segunda fuerza, pero en la que el PNV ganaría con 23 escaños. En resumen, “este muerto no es el nuestro”.

Los ataques también se han podido observar recientemente desde los propios medios de Madrid. Y la tendencia no dista mucho de la que estamos acostumbrados a nivel estatal. “El líder de Podemos en Euskadi teme que le busquen trapos sucios como a Monedero”, interpretó con pinzas El Mundo, que hace unos días abría su portada con “Podemos en País Vasco, Cataluña, Galicia y Baleares piden la autodeterminación”. Aquí se hacía referencia a los “líderes autonómicos” de los partidos. Una afirmación un tanto genérica cuando ni siquiera estos se habían elegido ni las candidaturas habían aún confluido. Para más inri, en el caso de Euskadi esta interpretación se hacía observando el programa de la candidatura que resultó ganadora: Euskal Hiria, que habla en su programa de tender puentes, de la inclusión dentro de un mismo país y por último, de la autodeterminación como opción.

Sea como fuere, tras ser consultados, desde Podemos han alertado de que los medios del norte tienen escaso conocimiento sobre su formación y advierten de que las pregunta que reciben coinciden habitualmente con las del argumentario de los partidos nacionalistas.

De la simpatía al miedo

La postura inicial respecto a las consecuencias del huracán Podemos en el País Vasco fue de simpatía desde Bildu y PNV, que creían que los definidos como “ahal dugu” (por su traducción al euskera) llegarían con una escaso apoyo y deberían pactar en minoría con uno de ellos. Pero el tiempo y la pequeña muestra del sondeo vasco han encendido las alertas.

El miedo no ha tardado en calar entre los que hasta ahora enunciaban el discurso bipartidista vasco. Bildu ha cambiado su lenguaje y ya habla de Podemos como una formación “estatalista” a la que pretende identificar como un “aliado” en su nacionalismo a ultranza. “Se han echado a temblar cuando han visto que podíamos alterar el espectro político que durante tantos años ha imperado”, afirman desde Podemos, respecto al intento de establecer unos marcos que no comparten.

En el otro lado, la derecha del nacionalismo vasco ha escogido la misma estrategia que la española: el ataque. “A veces es muy fácil hablar desde el púlpito universitario sin haberse manchado las manos trabajando en la realidad”. El problema es cuando se arremete de forma proactiva y sin estudiar el discurso del rival: «No nos sentimos parte de una casta”, afirmaba el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, que exigía propuestas claras a los problemas.

Cierto es que lo que pretende Podemos en Euskadi aún no está definido, en parte porque la semana pasada se eligieron a los órganos del Consejo Ciudadano, pero el perfil del recién elegido líder del Consejo Ciudadano de Podemos, Roberto Uriarte, muestra un discurso muy alejado del de Iglesias. “La gente nos vota porque no les gusta lo que hacen otros, queremos que nos voten porque proponemos cosas que les gustan”, dice.

Podemos sí, pero no

El discurso de Podemos en Euskadi no habla de castas, ni busca rivales a los que dirigir sus ataques. “No podemos hacer política inventando enemigos y siendo autocomplacientes”, reza su manifiesto. Tampoco apela a la corrupción para pedir el voto, y mucho menos tiene un tono triunfalista como el que refleja Iglesias en el Estado español. De hecho, Uriarte, en conversaciones con La Marea, mostraba incertidumbre sobre una posible victoria de Podemos en Euskadi. Su tono es más moderado y habla de un proceso de inclusión y de que la gente se sienta cómoda dentro de ese espacio. “El nacionalismo vasco tiene una trayectoria muy larga y no va a desaparecer, pero se puede hacer dentro de un Estado más atractivo”, abogaba.

Otra pista que se desprende del análisis de la candidatura más votada durante el proceso autonómico, Euskal Hiria, es el mensaje que deja a los partidos tradicionales vascos, ahora sí más alineado con el cambio que rezan desde Madrid: “Hacen falta personas y un esfuerzo para generar una nueva cultura política en la que la honradez sea más apreciada y la picaresca más repudiada”.

De manera más sutil trata la formación morada de romper los marcos nacionalistas en el País Vasco. Podemos habla de miradas y de abandonar los prejuicios para combatir un discurso que durante tantos años ha sido efectivo, y que le costará mucho que deje de serlo. “Hay que cambiar este pequeño país que ya ha sufrido demasiadas luchas de bandos a lo largo de su historia”, repite el líder de Podemos en Euskadi.

De momento son sólo palabras, que pronunciadas como si fueran un hechizo han logrado agitar a los principales actores del tablero político vasco. La sartén está ahora en manos de Podemos: crear un discurso nuevo y enmarcarlo en un escenario que hasta ahora no ha tenido éxito es la única opción posible para traducir al euskera el Yes We Can que en su momento adoptó Podemos. Pero en el País Vasco hay que ir más allá de hablar de castas corruptas y formular políticas claras; acabar con la tradición así lo exige.






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