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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Sin Cadenas

Les compartimos este texto publicado en Noticias de Gipuzkoa:

 

Katea ez da eten, Euskadi nación vasca

José Manuel Bujanda Arizmendi

El debate sobre qué es España se caracteriza por un gran confusionismo terminológico interesado, como si nación y Estado fueran lo mismo. Lo cierto es que para una clara mayoría de los españoles España es Estado y nación, la única, pero para muchos vascos es sólo lo primero. La polémica es la constatación de la complejidad en la que se encuentra España: estado-nación, nación de naciones, patria común de todos, Estado plurinacional... invención, artificio, realidad histórica, sociedad forjada por la historia... incluso para algunos (todavía demasiados) España sería desde los reyes católicos una “unidad de destino en lo universal”. Disquisición por disquisición, debate por debate y polémica por polémica, pero la realidad cruda es la que es, y la historia es la que es, y lo realmente cierto es que el 25 de octubre de 1839, finalizó la primera guerra carlista con el llamado Abrazo de Bergara llegando sus nefastas consecuencias hasta nuestros días. Se inauguró así en su crudeza histórica el proceso de desencaje entre “lo” vasco y “lo” español, sima que se agrandó con la aparición a finales del siglo XIX de un nuevo factor político-ideológico hasta entonces ausente: el nacionalismo vasco que fructificó y tomó cuerpo en una Euskal Herria magullada por el martillo de la frustración social, del resentimiento político y de la amargura por las sucesivas derrotas políticas y militares.

Es decir, por encima de las disquisiciones y de los conceptos en liza, existía firme voluntad de ser, de seguir siendo. Posteriormente, ya proclamada la República en 1931, el nacionalismo vasco enarboló el proyecto de Estatuto de Autonomía conocido por el de “Estella”. El ataque al autonomismo vasco fue inmediato, directo y frontal: “No autorizaremos jamás la existencia de un Gibraltar vaticanista en el norte de España”. Al producirse el alzamiento militar fascista del 18 de julio de 1936, el nacionalismo vasco defendió la legalidad republicana y cuando ya solamente Bizkaia y unos pocos municipios de Gipuzkoa y de Araba estaban fuera del dominio de las tropas de Franco, se logró el Estatuto de Autonomía, el del “36”. Se volvió a aplicar parecida doctrina que en ocasiones anteriores: ”Bizkaia y Gipuzkoa traidoras”. Antes por reaccionarias, luego por republicanas, el autogobierno vasco, el sentimiento de pertenencia a la nación vasca, pagano eterno, víctima propiciatoria y trofeo, “domuit vascones”, de las periódicas y cainitas contiendas civiles en España.

Somos un pueblo pequeño, una pequeña realidad en el conjunto del tablero político internacional, un pueblo que ha pervivido a culturas mucho más poderosas y a civilizaciones que han dejado su huella como legado permanente en la historia. Desde la perspectiva presente de comienzo de milenio en que nos encontramos se puede observar el sinuoso camino que hemos seguido para convertirnos hoy en una realidad sociopolítica, compleja y cambiante. Factores internos, aspiraciones e iniciativas surgidas en su seno y presiones exógenas, intervenciones agresivas de fuerzas exteriores han contribuido de forma desigual, según las épocas, a la configuración de la Euskadi de hoy. Pero a pesar de los bruscos cambios soportados, a pesar de las difíciles circunstancias a las que han tenido que enfrentarse, los vascos hemos mostrado reiteradamente nuestra voluntad de permanencia, hemos sabido preservar en medio de las dificultades nuestras señas de identidad, nuestros referentes histórico-culturales, el euskera milenario además de sentimientos de pertenencia a una comunidad por encima de delimitaciones político-administrativas.

La desaparición progresiva de las fronteras estatales y la supresión de una parte considerable de las barreras legales y jurídico-administrativas como consecuencia de la consolidación de la UE, nos brinda una magnífica oportunidad para pensar razonablemente en procesos de colaboración entre espacios aún estatalmente separados y en la creación de nuevos espacios económicos y sociales con bases culturales e históricas más o menos comunes. En una Europa en proceso de articulación económica y política apuntando, aunque sea a largo plazo, hacia una gradual redistribución de soberanía entre sus diversas instancias se trata de que los vascos seamos capaces de acertar en fórmulas de relación entre diferentes territorios vecinos a niveles de cooperación cultural, ordenación territorial, infraestructuras, iniciativas económicas de interés común etc, porque el desarrollo insospechado de las nuevas tecnologías y de la economía nos encamina a una situación insospechadamente diferente, salto de lo individual y local a lo global con sus correspondientes derivaciones en el pensar, actuar y convivir. Realmente un cambio multidimensional donde los haya habido en nuestra historia. Nos esperan nuevos ámbitos de pensamiento, de decisión y de actuación cada vez más amplios e interrelacionados. He afirmado, y cierto es, que los vascos hemos sabido no perder el pulso en el transcurrir de la historia, y hoy precisamente por la misma razón y con el mismo objetivo, toca abrirse y toca relacionarse con audacia. Adecuarse y abrirse como actitud y proceso cambiante a las nuevas realidades existentes en nuestro entorno, y ello porque lo único que permanece es el cambio, el reto, el apostar hoy por proyectarnos a la tentación de lo posible y a un futuro vecinal compartido, desde nosotros mismos, ciudadanos vascos y europeos.

Apuesto por que seamos capaces de construir un ordenado tapiz europeo de diversos colores en el que cada fragmento sea capaz de desarrollar y renovar su propia y original identidad cultural. No nos empeñemos tanto en dilucidar metafísicamente de dónde venimos, sino sobre todo hacia dónde vamos, y sobre todo, a dónde queremos llegar. No tanto cómo hemos sido, que también, sino hacia donde queremos y necesitamos ir y concretar. La apuesta hoy de lo vasco, su futuro, la afirmación y la proyección política de Euskadi como nación dividida en dos estados y tres administraciones diferentes, el devenir de la cultura vasca y en particular del euskera dependen fundamentalmente de nosotros mismos y también de que sepamos buscar y encontrar un futuro compartido con los vecinos más próximos y con el conjunto de pueblos, naciones y estados que conforman Europa. Dependerá también de que seamos capaces como vascos de redefinir nuestra identidad, partiendo de lo que somos, pero sabiendo que vamos abocados a un sutil solapamiento entre identidades de origen, colectivos de elección e identidades aleatorias que en ellos concurrirán. Cosoberanías, no imponer y no impedir, bilateralidad, inteligencia, pacto y derecho a decidir negociado como premisas de fotografías futuras y posibles escenarios europeos compartidos por diferentes.

Hoy toca acertar y dar voz a esta encrucijada evolutiva y poliédrica de perfiles difusos, hoy toca redefinir novedosos gestos de ser, vivir y actuar en pleno siglo XXI como vascos. Es la premisa necesaria para en el futuro continuar y seguir siendo vascos.

Termino con unas reflexiones del profesor de Derecho Administrativo de la UPV Xabier Ezeizabarrena en el número 40 de la revista Hermes: “Los Derechos Históricos Vascos constituyen un ejemplo real de marco jurídico propio y vivo hasta nuestros días, incluso dando cobertura jurídica constitucional a buena parte de las relaciones jurídico publicas de los territorios vascos con España, la peculiar estructuración interna de Euskadi y sus singularidades jurídicas respecto de los territorios de régimen común, carente, en principio, de Derechos Históricos, según la doctrina constitucional”.

Katea ez da eten: Euskadi nación vasca, patria abierta, europea, solidaria e incluyente.





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