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martes, 14 de octubre de 2008

Lasa y Zabala

Les presentamos la editorial de Gara:


Lasa y Zabala: 25 años después

La noche entre los días 15 y 16 de octubre de 1983 desaparecieron de la localidad donde residían los jóvenes tolosarras Joxean Lasa y Joxi Zabala. Se ponía así en funcionamiento la trama que desde el Gobierno del PSOE organizaron, con la implicación de los aparatos del Estado y el consentimiento del Gobierno francés, para combatir el independentismo vasco, si bien la justificarían enmarcándola en la «lucha contra el terrorismo». Secuestros y atentados indiscriminados se sucederían durante varios años, con un saldo de 27 muertos y numerosos heridos. Era la defensa del Estado «desde las cloacas», como la denominó el presidente del Gobierno español en aquellos años.

Los GAL fueron el paradigma del terrorismo de estado, y la desaparición de Lasa y Zabala lo fue de su actuación, toda vez que conllevó el secuestro, el tormento de la tortura y la muerte. Todo ello al amparo de la impunidad. Veinticinco años después, sin embargo, el conflicto que enfrenta a Euskal Herria y a los dos estados que la administran sigue en los mismos parámetros de confrontación. La llamada lucha contra el terrorismo lo sigue siendo contra el independentismo vasco, con el mismo intento de anular a ese sector con decisiones impropias de un Estado de Derecho, pero justificadas por el sello judicial; con el mismo partido desde el que se organizaron los GAL gobernando en Madrid; y con el mismo partido cuya Policía secuestró los féretros de los dos jóvenes en su entierro y agredió a los familiares y demás asistentes al acto de homenaje a la cabeza del Gobierno de Lakua.

Se cumplen 25 años de la desaparición de dos jóvenes vascos que, según se sabría doce años después, fueron torturados indescriptiblemente y muertos por quienes tenían encomendada la misión de respetar y hacer respetar los derechos de los ciudadanos y que, a pesar de que algunos de ellos fueron juzgados 17 años después en uno de los escasísimos casos de terrorismo de estado que llegaron a los tribunales, hoy se encuentran en libertad. Dos desaparecidos no en el seno de una «dictadura sudamericana», sino en un estado europeo que se reivindica democrático. El mismo que sigue brindando impunidad y evitando la depuración de responsabilidades.


También un escrito al respecto de parte de TAT:


Xabier Makazaga | Miembro de Torturaren Aurkako Taldea

Los torturadores de Joxi y Josean
Cuando Enrique Rodríguez Galindo dirigió desde el cuartel de Intxaurrondo la trama verde de los GAL, estaba rodeado por un grupo de incondicionales de su total confianza, tres de los cuales, Enrique Dorado, Felipe Bayo y Ángel Vaquero, fueron condenados junto a él por secuestrar, torturar, asesinar y enterrar en cal viva a los refugiados Joxi y Josean.

¿Y el resto de implicados? Uno de los condenados, Bayo, implicó claramente a Fidel del Hoyo, que era el segundo oficial del servicio de información al mando de Galindo, (el primero, Vaquero, fue condenado), pero el juez instructor decidió que, aunque supiera que ambos refugiados estaban secuestrados en el Palacio de La Cumbre, en Donostia, sólo cabía procesarlo por detención ilegal, y ese delito ya había prescrito.

Dicho torturador estuvo implicado en dos casos muy sonados de torturas acaecidos el mismo año 1983 en que secuestraron a Lasa y Zabala: fue el instructor de los «interrogatorios» de los hermanos Olarra, y estuvo encausado por las torturas a Jokin Olano.

Además, fue condenado en otro caso ocurrido un año después: Ildefonso Melli Salazar fue salvajemente torturado en el 78, 82 y 84, y así lo denunció ante el juez en las tres ocasiones, pero tan sólo en la última se abrió un proceso judicial tras el cual fue condenado Fidel del Hoyo, que ascendió a capitán durante el proceso, más tarde a comandante... y a saber qué alto grado y cargo ocupa hoy día.

La venganza por la condena no se hizo esperar y el 20 de septiembre de 1989 le enviaron a Melli una carta-bomba que explotó al intentar introducirla en el buzón de su domicilio de Orereta el cartero, José Antonio Cardosa, que resultó muerto al instante. El crimen nunca ha sido esclarecido.

La mayoría de los agentes de máxima confianza de Galindo recibieron un año después del secuestro de Lasa y Zabala una condecoración en Intxaurrondo de manos del quinto condenado por dicho crimen, el Delegado del Gobierno, Julen Elorriaga, y uno de los más importantes de ellos, José Goli Domínguez Tuda, fue condenado en los dos sonados casos de tortura antes mencionados... e indultado por partida doble.

En el curso de la instrucción del segundo caso, el de Jokin Olano, en plena campaña de atentados de los GAL, fueron destruidos por sendos artefactos explosivos el vehículo y un establecimiento comercial del torturado, y también sufrió otro atentado intimidatorio el forense del caso, Luís Moles, cuyos informes corroboraron todas las denuncias de la víctima.

La sentencia del caso Olano, que también impuso condenas a Dorado y Bayo, asesinos de Joxi y Josean, recordó que «Goli» fue condenado por tres delitos de tortura, y de inmediato indultado (en el caso de los hermanos Olarra), y denunció «la pertinaz dedicación de estos funcionarios a la práctica de la tortura y la inutilidad del indulto que se les otorgó».

Pues bien, el 3 de marzo de 1995, un real decreto, firmado por el Rey y el ministro de Interior y Justicia, Juan Alberto Belloch, decidió indultarlo de nuevo (con el beneplácito del PNV), y Belloch lo justificó manifestando que Goli había demostrado «en los últimos once años de servicio en tareas de investigación del terrorismo» que estaba efectivamente reinsertado.

Era fácil de adivinar el tipo de «tareas» que desempeñó durante todo ese tiempo, y el año pasado pudimos corroborar nuestras sospechas: «La Gaceta de los Negocios» informó que en la década de los 90 «el teniente coronel José Domínguez Tuda era el encargado de hacer los interrogatorios» en Intxaurrondo.

Y hoy es el día en que Goli sigue estando destinado en ese cuartel de tan siniestra memoria (sí lo estaba al menos hace bien poco), y no sería nada de extrañar que siga siendo «el encargado de hacer los interrogatorios».

Vuelve así a quedar en la más absoluta evidencia la impunidad de que gozan los torturadores en el Estado español para seguir ejerciendo idénticas funciones incluso después de haber sido doblemente condenados por ello... ¡Y encima en el mismo cuartel!



Ni olvido ni perdón.




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