Nos acercamos al segundo aniversario de la acción que llevó la barbarie sionistas a cotas que en realidad no deberían de sorprender a nadie.
De la pluma de nuestro amigo Iñaki Egaña traemos a ustedes este recuento de lo que hemos estado siendo testigos:
Dos años que estremecieron al mundo
Iñaki EgañaEl 7 de octubre de hace dos años, cuando se cumplían 50 años exactos del Yon Kipur (la guerra que enfrentó a Egipto y Siria con Israel por recuperar el Sinaí y los Altos de Golán), el brazo militar de Hamás, el partido que había ganado las últimas elecciones en Gaza por mayoría absoluta, lanzó una ofensiva contra diversas ciudades israelíes. Paradójicamente, Tel Aviv había apoyado y fomentado en sus inicios a Hamas porque rivalizaba con la OLP de Yasser Arafat que acababa de apoyar la primera Intifada, la de las piedras contra fusiles. Tras unas acciones de señuelo, los comandos de Hamas y otros grupos palestinos penetraron, aquel día de octubre de 2023, en territorio judío, mataron a más de un millar de personas (entre ellos 373 soldados y policías) y secuestraron a otras 251, de las que 105 fueron intercambiadas por presos palestinos en noviembre pasado.Es poco creíble que la inteligencia occidental, incluida la israelí, no tuviera conocimiento de los preparativos de Hamas, por lo que la tesis de “laissez faire” para luego desencadenar una ofensiva de castigo y luego genocida con el objetivo de hacer valer el mantra religioso-político del Eretz Yisra`el Hašlemah (Gran Israel), tiene credibilidad. También la tesis de subestimar al contrario -basada en la superioridad técnica y supremacista- ha sido una constante en los análisis de Occidente. Una posibilidad y la otra, no han condicionado la respuesta de Israel que ha destruido por completo a Gaza, ha matado a decenas de miles de sus habitantes, los ha desplazado y avocado a una hambruna letal. Frente a los ojos del planeta, replicando lo que fueron las conquistas coloniales de Europa sobre el resto del mundo. Con la diferencia de que entonces no había ni televisión, ni Internet.
En tiempo real, asimismo, hemos asistido al bombardeo por parte de Israel de Siria, Yemen, Líbano, Irán, Qatar… y Gaza y Cisjordania. Y el genocidio no está dirigido únicamente por Netanyahu. Desde 1948, año que Gran Bretaña cedió su colonia a Israel, la Palestina histórica ha recibido 7,2 millones de judíos. En ese periodo, un millón de palestinos detenidos y, únicamente en 2023, se produjeron 12.161 ataques de colonos israelíes contra palestinos. La Nakba, la limpieza étnica continuada, ha generado que la mayoría del pueblo palestino viva fuera de su tierra. Otra paradoja, mientras después de la Segunda Guerra mundial se produjeron descolonizaciones masivas a lo largo del planeta (1945-1962), tras conflictos que provocaron centenares de miles de muertos, Occidente colonizó Palestina, manteniendo el estatus hasta la actualidad.
Y esa colonización no ha concluido. Los esquemas de la misma son los que provocaron la devastación por Occidente de América, Asia, Australia y África en tiempos pasados: el despojo de sus recursos para elevar el nivel de vida de Europa, más tarde también el de su alter ego EEUU. Mandan las grandes corporaciones, los multimillonarios y sus empresas, cuyos negocios son el quid de genocidios, razias y expolios. En esta era digital, Gianis Varufakis ha implantado el término de “tecnofeudalismo, frente a otros como neoliberalismo, neofascismo o capitalismo salvaje, y focaliza en el concepto “feudalismo” muchas de las características de la época medieval. Los grandes señores feudales, regidos por criterios xenófobos, racistas y supremacistas (replicados por el nazismo) comparten espacio con esos que concentran en pocas manos poder y capital.
Estos dos años que han estremecido al mundo no han sido salpicados únicamente por las atrocidades cometidas por Israel. En EEUU, la segunda legislatura de Donald Trump ha puesto al descubierto todas las costuras de un sistema contaminado que no tiene remedio. Continuista de las políticas en el exterior de Joe Biden, su impronta avanza con amenazas de guerra en el Caribe y sobre todo, en el negacionismo absoluto de los males que aquejan a nuestra civilización. En ese “mirar para adentro”, la autocracia que citó en campaña, ha legalizado las mordidas a través de los aranceles, está cambiando el sistema electoral para perpetuarse y criminalizando a la izquierda, incluso a la de Biden, que le abrió las puertas interiores y exteriores. Sus alianzas, en este revolcón, no han sido únicamente las de Milei en Argentina o Meloni en Italia sino que han ido más allá. Macron en París, proveniente de la Banca Rotchill, Merz en Alemania, ex directivo de fondo buitre BlackRock, Starmer en Reino Unido, Mark Rutte, ex Unilever, secretario general de la OTAN y Ursula von der Leyen, antigua ministra de Defensa y hoy presidenta de la Comisión Europea, forman el repóquer de halcones belicistas que aspiran a “revitalizar” la economía europea a través de la guerra. Mostrando una sumisión extrema a los poderes económicos de Washington que se refleja en su complicidad en el apoyo a Israel o en la negación de la diplomacia en el conflicto Federación rusa-Ucrania.
Y en casa mientras, siguiendo esta sumisión a los poderes económicos internacionales, se ha asentado el modo “Josu Jon”, el de aquel chantaje del consejero delegado de Repsol para retirar el impuesto a las petroleras, so pena de boicotear la transición energética. Esta semana, Eider Mendoza, gobernando Gipuzkoa con los votos de PNV, PSE y PP, ha tirado de la fórmula “Josu Jon”, para afirmar que eso del boicot a Israel está bien, excepto para la CAF. Y que de realizarse, la empresa cerraría o cambiaría de aires. No estamos gobernados por políticos, sino por consejos de administración de corporaciones multinacionales.
Por otro lado, estos dos años terribles han sido continuidad para una parte importante de la humanidad. Para ella, no son un par, sino décadas. Malnutrición, falta de agua, insalubridad… acaparan a una parte de la humanidad, mientras la otra busca refugio en centros de salud porque no saben qué hacer con su tiempo libre. De Sudán han sido desplazadas 12 millones de personas desde ese 2023. Menos de lo que nos cuesta un café, es el ingreso que tienen más de 700 millones de hombres y mujeres del planeta para vivir cada día.
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