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martes, 6 de abril de 2021

Hace Cinco Siglos

Desde Facebook traemos a ustedes esta semblanza histórica de la capital de todos los vascos, Iruñea, la capital de Nabarra Osoa originalmente publicada en Naiz.

Adelante con la lectura:


Iruñea hace 500 años, un recorrido por la ciudad con 2,5 kilómetros de muralla y 10.000 vecinos

Pello Guerra

Rodeada por dos kilómetros y medio de muralla, con un viejo castillo medieval y otro nuevo en construcción tras la conquista, y 10.000 habitantes que en nueve años habían conocido cuatro reyes distintos, unos legítimos y otros por la fuerza de las armas. Así era la Iruñea de 1521, hace 500 años.

La Iruñea de hace exactamente cinco siglos se circunscribía a lo que en la actualidad se denomina Alde Zaharra, contaba con unos 10.000 habitantes y estaba rodeada por una muralla de dos kilómetros y medio salpicada de torres y con seis puertas principales. Así se puede apreciar en la maqueta elaborada por Juan María Cía y que se ha llegado a exhibir en el Archivo General de Nafarroa y que se puede ver en la casa natal de Ignacio de Loiola, dentro del santuario y basílica de los jesuitas.

Albergaba la sede de los máximos organismos civiles y eclesiásticos, aunque, desde 1512, solamente una parte de los que regían el viejo Reino de Nafarroa. Nueve años antes se había producido la invasión española, que había provocado que los legítimos reyes Juan de Albret y Catalina de Foix se refugiaran en sus dominios al norte de los Pirineos, mientras Nafarroa era conquistada por las tropas de Fernando el Católico,

Al monarca español le había sucedido su heredero Carlos V en 1516, pero en mayo de 1521, un ejército franconavarro recuperó el conjunto del territorio del reino para su legítimo soberano, Enrique II, que había sucedido a la reina Catalina en 1517. Sin embargo, tras la batalla de Noain, librada el 30 de junio, Carlos V reconquistó Nafarroa y se hizo de nuevo con el control de Iruñea.

Por lo tanto, entre 1512 y 1521, los iruindarras fueron gobernados por cuatro reyes distintos, dos legítimos y dos por conquista y gracias a la fuerza de sus ejércitos.

¿Cómo era esa Iruñea sometida a la constante inestabilidad de la guerra? Para empezar, una ciudad completamente amurallada, con un recinto de piedra que se prolongaba a lo largo de dos kilómetros y medio formando un rectángulo.

En el frente occidental de las murallas se encontraban algunas de sus torres más conocidas. En el vértice norte de este lienzo, donde hoy se encuentra la plaza de la O, se levantaba la torre y puerta de Santa Engracia. Desde ella se extendía la muralla hacia el sur hasta llegar a la puerta de San Lorenzo (en la imagen), protegida por el altísimo bastión de la iglesia-fortaleza del mismo nombre.

Más adelante aparecía la esbelta torre de María Delgada, donde estaban los calabozos para los reos de muerte, así como los potros de tormento. A continuación surgía la puerta de la Traición, situada en las proximidades del final de la actual calle San Antón.

Recibía ese nombre por un episodio ocurrido en el siglo XV dentro de las luchas entre agramonteses y beaumonteses. Estos últimos controlaban Iruñea y los primeros intentaron acceder a la ciudad por la citada puerta. Con apoyo interior, consiguieron que les abrieran el portal y entrar en la capital, pero los beaumonteses descubrieron muy pronto lo sucedido, volvieron a cerrar la puerta y se enfrentaron a los agramonteses que habían conseguido entrar. A cambio de su rendición, se les prometió respetar sus vidas, pero una vez que entregaron las armas, la promesa fue rota y fueron ejecutados. Entre ellos figuraba el mariscal de Nafarroa del momento.

Completando este frente amurallado, en la esquina sur, aparecía la Torredonda o Torredondas, por ser un torreón doble, con el más pequeño en frente del más grande, ambos adosados.

Desde ese punto arrancaba el frente sur de la muralla siguiendo lo que hoy en día es la acera norte del paseo de Sarasate. Avanzando en dirección este aparecía la iglesia de San Nicolás, que formaba parte de las defensas de la ciudad, y junto a ella se abría una puerta que recibía su nombre de ese templo.

Posteriormente surgía la puerta de la Tripería, que daba acceso al barrio de los triperos y que actualmente coincidiría con la desembocadura de la calle Comedias.

A continuación emergía la estructura del castillo nuevo, el que había ordenado construir Fernando el Católico tras la conquista de 1512 con el objetivo de enfrentarse a quien quisiera liberar al reino desde fuera de la ciudad, pero también con defensas hacia su interior para atacar la propia Iruñea si fuera necesario, tal y como ocurrió en mayo de 1521, con Iñigo de Loyola combatiendo por las armas españolas contra los hermanos legitimistas de San Francisco de Xabier.

Esa fortaleza fue construida en el solar que hasta entonces había ocupado el convento de Santo Domingo o monasterio de Santiago, del que cogió su nombre. Los monjes se trasladaron a la trasera del edificio del Ayuntamiento y su nuevo cenobio terminó dando nombre a la cuesta de Santo Domingo.

Ante la puerta principal del castillo nuevo aparecía la actual plaza del Castillo, en cuyo lateral más próximo a la Navarrería se conservaba la vieja fortaleza medieval levantada por el rey Luis el Hutin a comienzos del siglo XIV y de la que en 2018 se encontró un torreón en las obras del edificio del antiguo hotel Quintana, junto al casino Eslava.

Tras superar el castillo nuevo, la muralla continuaba hacia el este hasta llegar a la puerta de la Tejería, que daba acceso al barrio de las Carpinterías de la Navarrería, para terminar el lienzo en el vértice sudeste, ocupado por el gran cubo o torre de Caparroso.

El frente oriental de la muralla era el próximo a la catedral y el que se asomaba al barrio de la Magdalena, lugar ocupado por hortelanos y por los leprosos que ocupaban el lazareto situado en la otra orilla del puente. Iba desde el cubo de Caparroso hasta la torre del Tesorero en su esquina noreste y que recibía ese nombre por su proximidad a la Tesorería del reino.

Por último, el frente norte de las defensas de Iruñea enlazaba la torre del Tesorero y la de Santa Engracia ante el río Arga. En este lienzo se abrían dos puertas, la del Abrevador, actualmente llamado portal de Francia o de Zumalacarregi y situada en el extremo de la calle de los Peregrinos, hoy del Carmen, y la puerta de Arrotxapea. Entre ambos portales aparecían las torres del palacio de los reyes navarros, actual sede del Archivo General de Nafarroa.

Ya en el interior de la ciudad, todavía se conservaban algunos elementos fortificados que habían formado parte de las defensas de los tres burgos de Iruñea, que habían pasado a constituir una sola ciudad apenas hacía cien años, en virtud del Privilegio de la Unión de Carlos III del año 1423.

Así ocurría con la torre de la Galea (en la imagen inferior aparece entre la iglesia de San Cernin y la casa consistorial), situada junto al edificio del Ayuntamiento, que se encontraba en el mismo emplazamiento que el actual y que era gobernado por un alcalde y una decena de jurados presididos por los llamados cabos de bando, que representaban a los tres burgos.

En cuanto a la fisonomía de la ciudad, el trazado de muchas de sus actuales calles ya estaba definido a comienzos del siglo XVI, aunque entonces se veían edificios con muchas menos plantas y entre los que destacaban con más fuerza las estructuras de las iglesias.

Las actuales plazas Consistorial y del Castillo ya existían y también la plaza de la Navarrería, conocida entonces como del Zugarrondo por el árbol, el olmo, que adornaba el espacio ahora ocupado por la fuente.

Cerca de ella también estaba la catedral, aunque su fachada era muy diferente, ya que todavía se conservaba la correspondiente al templo románico, que sería sustituida en el siglo XVIII por la actual de Ventura Rodríguez. La que se podía ver en el siglo XVI tenía dos puertas abocinadas y flanqueadas por dos torres diferentes, una más alta que la otra (última imagen).

Así era la Iruñea de hace 500 años, que vivió uno de los momentos más decisivos de la historia de la ciudad con el tercer intento de recuperación del reino por parte de sus legítimos reyes, al que puso fin la trascendental batalla de Noain del 30 de junio de ese crucial 1521.

 

 

 

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