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miércoles, 14 de abril de 2021

Cronopiando | Los Muertos que Deja el Negocio del Auto

Nuestro amigo Koldo profundiza en el tema que ha planteado con anterioridad abordando el tema de la publicidad artera a la que recurre la industria automovilística obsequiándonos este otro Cronopiando:


Los muertos que deja el negocio del automóvil

Koldo Campos Sagaseta | Cronopiando

Cada vez que oigo hablar de accidentes de tráfico siento que me chirrían los oídos porque ¿son realmente accidentes? Si por accidentes entendemos ese suceso “casual, eventual e involuntario” del que habla el diccionario, habrá que convenir en que no son accidentes, al menos no la mayoría.

Lo que hay son crímenes perfectos perpetrados en delictiva connivencia por los Estados, la industria del automóvil y la publicidad, con la complicidad de los medios de comunicación. 

Los fabricantes de automóviles producen modelos cada vez más caros, más rápidos y menos seguros. Sólo se deben a las ganancias y las ganancias las reportan las ventas. Un vehículo que dure no es un negocio. Las empresas buscan que uno cambie de modelo cuanto antes. En contra de toda lógica y derecho, se fabrican automóviles capaces de alcanzar velocidades prohibidas, incluso, en autopistas.

Para aumentar los beneficios se reducen los costos de producción sacrificando la investigación y la seguridad. Sólo el capítulo de la publicidad ve crecer sus recursos. Una publicidad que crea y fomenta hábitos, que perfila maneras y gustos, y que en su apología de la velocidad y el juego es tan responsable como la industria del automóvil o los Estados de las muertes que deja el negocio del automóvil.

“Nissan, hace de la ciudad tu campo de juego”  nos insistía el lema de un pasado anuncio de esta empresa. Y porque la conducción, obviamente, es un recreo, un jocoso esparcimiento al que se convoca, sobre todo, a los más jóvenes. Toyota “redefinía el placer de conducir” y lo atestiguaba un conductor que reía, mientras Mazda representaba “la puerta para escapar de la rutina”. “¡Escápate!” gritaba su penúltimo modelo. Hay que jugar, hay que divertirse y Peugeot “libera tu energía.” Otra firma nos insistía en que “disfrutes de la conducción con el nuevo Toyota”.

Los jóvenes, precisamente, son los que con más frecuencia ocupan los trágicos titulares los fines de semana. El juego que se les proponía se interrumpió en una curva, el placer se quedó dormido, la energía liberada se estrelló contra otro disfrute.

Hay conceptos cuya asociación es tan frecuente como peligrosa. Hacer coincidir conducción y diversión es una de las más letales. La última compañía en fomentar esta nociva sociedad ha sido BMW  y es que “los alemanes han pensado en todo, como pasar la tracción al eje trasero que ahí es cuando la efectividad en el nuevo modelo deja paso a la diversión y donde saca su lado más salvaje”.

¿Qué más puede hacerse al mando de un volante? Conducir es un juego, una diversión, un orgasmo… Y mientras suena estridente el rock en el anuncio y el automóvil derrapa, llega la conclusión: “berlinas rápidas, eficaces y, sobre todo, con diversión asegurada”.  Es el “renovado BMW M5; pura  efectividad y diversión sobre ruedas”.

La diversión es el signo de los tiempos aseguraba Citroen que dispone de un fiel aliado: “el imparable poder de la tecnología”. Renault aún fue más lejos: “que nadie te diga lo que tienes que hacer”. Hasta Aznar tomó nota del eslogan.

Todos los días, en el mundo, miles de personas pierden la vida en calles y carreteras. El poder de la tecnología no fue capaz de salvarlas, la diversión derivó en tragedia y la fiesta en funeral.

De algo de lo que no escapa ninguna firma en la publicidad, al margen de resaltar la potencia, la velocidad, la elegancia, la capacidad, la comodidad y el precio del vehículo que se nos proponga, es del hecho de mostrarnos siempre el vehículo solo, sin ningún otro vehículo alrededor. La propuesta siempre corre o vuela a solas, por carreteras solitarias, así atraviese bosques, desiertos, montañas, costas, vías suspendidas en el aire (que la ficción todo lo puede y lo hace) o simples y urbanas calles.

Y me llama la atención porque conducir es una actividad que se desarrolla en compañía, que se realiza “con”, a ello se debe la conducción. Se supone que el espacio natural de un vehículo es público, en la calle, en las carreteras, junto a los demás conductores, al lado de otros muchos vehículos, con el resto del parque de automóviles. Porque manejamos “con” es que existen las normas de conducción y sus avisos y señales regulando el tráfico. Porque manejamos “con” es que nos detenemos ante un paso de cebras, usamos intermitentes, tenemos límites de velocidad, trazados por los que desplazarnos…

La publicidad, sin embargo, nos muestra y, lo que es peor, nos induce, a que conduzcamos a solas, sin nadie por detrás o por delante, sin semáforos en los que detenernos, sin señales de tránsito, sin controles de velocidad, sin “ceda el paso” alguno, como si fuéramos los únicos, como si estuviéramos a solas.

Cuando compramos ese vehículo, casi espacial, que elegante serpentea entre acantilados conducido por un apuesto joven de gafas de sol negras y, por supuesto, muy bien acompañado, no estamos comprando sólo el vehículo, también compramos el éxito de su conductor y el marco incomparable por el que viaja.

La realidad es otra pero no formaba parte de la propuesta publicitaria y descubrirla no siempre llega antes que el fatal accidente.

Sospecho que no es casualidad la casi absoluta coincidencia general en el mundo del automóvil para que sean animales los logos de las marcas. Y pocos animales deben faltar por servir de reclamo a un vehículo, incluyendo los tiburones de Citroen y los escarabajos de Volkswagen. Chevrolet enroló al impala, Dodge alistó al carnero, Volvo reclutó al venado y la Seat se decidió por incorporar al oso panda.

Abarth optó por el escorpión, Linx por la mariposa y Gordon Keeble por la tortuga. Alfa-Romeo integró en su escudo a la serpiente, y Lamborghini y Red Bull hallaron en el toro la imagen más feliz de su propuesta. La Wolf invocó al lobo como la Marlin al pez espada. Las iguanas siempre han sido un puntual complemento de los trailers.

Los Jaguar no son los únicos felinos. Ford prefirió el puma; Proton el tigre; el león, más demandado, se lo repartieron la Peugeot, Holden, la Saab y algunas otras compañías. El caballo es uno de los más solicitados: Ferrari, Porsche, Mustang…hasta Unicornios y Pegasos. Toda una manada.

Curiosamente, ningún símbolo animal tan asociado a un automóvil como las alas. Que en un vehículo diseñado para desplazarse sobre la tierra, sean alas y aves quienes propongan en las carrocerías el imposible espacio al que se invita a volar, es algo más que una paradoja. Honda, Mazda, Bentley, Vauxhall, Arash, Pontiac, Falcon, Chrysler, Isdera, Skoda, Adler, Duesenber, Bianchi, Eagle, Thunderbird…son algunos ejemplos. En Toyota no dejaban resquicio para la duda: “Como en el cielo… pero sin turbulencias”. Subaru se encarga de culminar el vuelo en las estrellas.

Con tantas animales propuestas al vuelo ¿puede extrañarle a alguien que cada vez sean más los “accidentes”?

Y todo por no saber que un automóvil no prolonga tu pene más allá de tu engaño, no rejuvenece tus arrugas, no te disimula la papada, no te hace deseable; no te procura orgasmos, tampoco te da la mano, ni te arrima el hombro o te cede el paso, porque no es tu compañero; no te gana el respeto de tus hijos ni te garantiza el solidario abrazo de los tuyos, porque no es tu familia; no carga su combustible, no repara sus fallas, no paga en el peaje, porque no es independiente; no te escucha ni te habla, ni te comprende porque no es tu amigo, tampoco tu amante; no elige tu destino, ni mete la primera, ni pone la segunda, ni decide adelantar por el desvío, ni se hace cargo de las vacaciones… o del ingreso en el hospital, porque tampoco es Dios.

Un automóvil sólo es una máquina en la que vas y vienes, que te lleva y te trae, y llegar a entenderlo es la única posibilidad que tenemos de que algún día los accidentes sean precisamente eso, sólo eso, accidentes. No permitas que te conduzca él.

(Preso politikoak aske)

 

 

 

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