A través de este artículo, Gara nos comparte pormenores de la reciente ley gala con respecto a la diversidad lingüística del estado francés y su impacto en el desarrollo del euskera en Ipar Euskal Herria.
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Emociones y agresiones ante una ley «histórica»
Mirando hacia atrás en la Historia francesa, no se encontrará un reconocimiento legal del patrimonio lingüístico que ofrezca una protección de este nivel y que incluya a todas las lenguas minoritarias del Estado. Por eso, aunque pueda parecer redundante, utilizar el calificativo de «histórica» para la ley aprobada el jueves está justificado en este caso.
Idoia ErasoLa que se aprobó el jueves en la Asamblea Nacional francesa es una ley histórica que reconoce el patrimonio lingüístico del Estado francés. Es una ley que pasará a la Historia porque mirando hacia atrás no se hallará ninguna normativa legal que ofrezca este nivel de reconocimiento y que incluya a todas las lenguas minoritarias del Estado; en cambio, sí se encontrarán muchos ejemplos de una política unificadora bajo el emblema del idioma francés.
Si bien esa política unificadora y colonialista sigue siendo la mayoritaria en París, en la sesión parlamentaria de este jueves se pudieron escuchar las voces del resto del Estado.
Aunque las voces que se levantaron en el hemiciclo contra la proposición de ley fueron minoritarias, algunas mostraron claramente su oposición a que sean algo más que folclore y que, por tanto, puedan ejercerse con derecho propio en el sistema de Educación estatal. Dos de ellas fueron especialmente agresivas porque representan unas ideologías extremas.
Nada más empezar el debate, se oyó una protesta porque se estaba tratando un tema que solo afecta a unos millones de personas que viven «en las regiones», por lo que no se debía perder el tiempo con ellas y había que hablar sobre leyes más importantes.
También se hizo el paralelismo entre la educación de las lenguas minorizadas del Estado y el árabe y el amazigh. Esta última también es una lengua minorizada respecto a la primera, pero parece ser que esa lengua “extranjera” merece ser defendida, y no las “propias”.
Escuchar este discurso no fue una sorpresa, ya que vino de boca de una persona que dispone de un gran micrófono en los medios estatales. Se trata de Jean-Luc Melenchon, presidente de la France Insoumise, que obtuvo casi el 20% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017, frente al 24% de Emmanuel Macron; es decir, que representa a una parte importante de la sociedad.
Aunque, evidentemente, no todos sus votantes están de acuerdo con ello, se permite decir esas cosas, lo que es indicativo de algo preocupante. Incluso se mofó ante la prensa de una periodista que le hizo una pregunta con acento del sur.
Esta vez, la representación de esos «pocos millones» de personas obtuvo la palabra, el voto y la ley para defender su patrimonio lingüístico. Las defensa de los diferentes artículos de la ley por parte de parlamentarios bretones, corsos, catalanes, alsacianos, picardos, occitanos… se hicieron en muchos casos a través de relatos de experiencias personales, mediante referencias a su relación con sus lenguas, a los ataques que padecieron durante la escolarización, a sus familias… Se mencionó incluso la emoción de poder tener la oportunidad de compartir y discutir sobre ello en el hemiciclo.
El debate también se hizo eco de una realidad ampliamente escondida en los medios franceses: el trabajo realizado en Ipar Euskal Herria. En la prensa estatal en general, cuando se habla de las lenguas minorizadas, siempre se menciona el bretón y se suelen incluir el corso, el alsaciano, el catalán, el occitano… mientras que el euskara muchas veces se queda detrás de los tres puntos suspensivos. Y eso a pesar de que en Ipar Euskal Herria es donde se han realizado, con diferencia, los mayores avances en la defensa y promoción de la lengua propia.
El jueves sí se mencionó. Incluso el diputado Paul Molac, impulsor de la ley que ahora llevará su nombre, lo citó como ejemplo positivo.
En Ipar Euskal Herria no hubo agravios, tan solo emociones de alegría ante este reconocimiento y lo que ello va a aportar al desarrollo del euskara. Políticos de todas las tendencias, salvo la extrema derecha, se congratularon al recibir la noticia. Lógico teniendo en cuenta que muchos de ellos han trabajado en diferentes niveles y de diferentes maneras para que se pudiese llegar a aprobar esta ley.
Senadores y diputados lo han hecho directamente participando en este proceso parlamentario. Pero este ha sido tan solo el último paso de un camino que, una vez más, hay que calificar de histórico. Estos últimos años, estas últimas décadas, las mentalidades han ido cambiando en la sociedad y, conforme a ello, también lo han hecho las posturas políticas. Y también ha habido apoyos políticos desde fuera del ámbito euskaltzale que han abierto el camino hacia este cambio de mentalidad.
No obstante, el verdadero reconocimiento lo merecen esas mujeres y hombres que, sin cámaras y ni micrófonos, han ido trabajando durante años a favor de esas lenguas atacadas desde París y que, con sus pequeños o grandes esfuerzos, han conseguido hacerlas sobrevivir y, en el caso del euskara, incluso invertir la curva y aumentar el número de hablantes. En este último paso, su participación también ha sido necesaria, con ese trabajo que se hace entre bambalinas, haciendo presión a nivel estatal y local, acercándose a hablar a los diputados para que cambiaran las directrices establecidas desde su grupo parlamentario y apoyaran la ley.
Una vez logrado el reconocimiento, bajo la protección que aporta la nueva ley, habrá que seguir negociando, ya que no hay que olvidar que ha conseguido salir adelante contra la opinión y los ataques directos del Gobierno, especialmente del ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer.
Y habrá que seguir luchando para que este sea tan solo el primer paso de un cambio hacia el reconocimiento de las lenguas minoritarias del Estado, y para que abra el camino hacia una presencia del euskara mayoritaria en toda Euskal Herria.
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