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viernes, 20 de julio de 2018

Movida Preñada de Franquismo

Este año, la celebración franquista en el Valle de los Caídos nos trajo un ingrediente muy particular, muy a lo Víctor Manuel, tal como nos informa Público por medio de este reportaje:


Fabio de Miguel ha saltado a la palestra por su delirante exaltación del franquismo y por su bandera anticonstitucional en el Valle de los Caídos, pero bajo el águila planea un icono de la movida madrileña: cantante, musa, pintor y, ahora, ultracatólico

Henrique Mariño

Fabio no hay más que uno: grande y libre.

Antes fue santísima trinidad, el 3-en-uno que engrasa el catolicismo: Fanny McNamara, cuando Almodóvar; Fabio McNamara, cuando todo lo demás; Fabio de Miguel, cuando la conversión a la fe, que coincide con su entrada en las galerías de arte.

Firma sus cuadros con apenas cinco letras: Fabio.

Kitsch y pop.

Vírgenes y Marilynes.

Un figurativismo de colorín: fab art.

Warhol le dijo que era una estrella. O eso dice que dijo él su biógrafo, Mario Vaquerizo, en Fabiografía (Espasa). La foto, oukaleeleada, es de Juan Gatti: el protagonista mira al ojo de la cámara, aureolado de querubines, mientras sujeta un cristo crucificado en la mano.

Fabio es de misa diaria, si bien hoy no aparece en los dos últimos rezos del día. Quizás haya ido a alguna de las tres ceremonias anteriores. La iglesia está situada en El jardín de las delicias capitalino, un tríptico urbano donde se manifiestan todos los vicios humanos. La calle está en obras, el estado natural de Madrid: grava, pero estable.

Fabio, aunque ahora hablemos de Fanny, sabe de qué va el rollo. Se lo metió todo y más, pese a que actualmente la religión sea el opio de su pueblo: alterna la familia con la modernez y con el arriba España. Fuimos a buscarlo porque el otro día debió de pensar que la Roja había ganado el Mundial y acudió a celebrarlo al Valle de los Caídos envuelto en la bandera del aguilucho.

Antes, grabó un vídeo que parecía un nodo: “Españoles…”.

Luego animaba a los aficionados a ir a Cuelgamuros, como los merengues peregrinan a la Cibeles, porque resulta que quieren llevarse de allí a Franco. “Ésta es una guerra santa. Es una cruzada por España y por su liberación; para aplastar al enemigo y para que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María [las mayúsculas son nuestras] triunfen en España; y para que Franco resucite, salga vivo y sea nuestro Caudillo. Franco no ha muerto: Franco vive. ¡Viva España! ¡Arriba España!”.

Luego vaticina que la cruz y el Valle de los Caídos, mausoleo del Generalísimo, serán eternos: no hay goteras que valgan. “Las fuerzas del mal no la podrán destruir. ¿Por qué? Porque Dios es el todopoderoso”. Termina con un “amén”, barra baja, “amén”. Y, cuando todo parece haber acabado, pregunta al autor de la grabación: “¿Ya?”. No, la nostalgia es un delirante todavía.

Objeto de meme [“imagen o texto, a menudo de contenido humorístico, que se comparte viralmente en las redes sociales durante un periodo breve”, según la Fundeu], algunos usuarios de la cosa pensaron que se trataba de un memo. Su biógrafo, en cambio, lo definía en tres palabras como “único, irrepetible y genial” en un chat de El Mundo. El lector, al igual que Fabio apela a la retórica para ningunear los ataques de los rebeldes contra el Imperio Galáctico, también podría preguntarse por qué.

La historia no sorprende por larga, sino por viva.

Madrid, 1957. Fabio de Miguel nace en Ciudad Pegaso. Más que una ciudad, una colonia al este de la capital, en el distrito obrero de San Blas. Estudia en el Colegio Claret, fundado por los misioneros, valga la redundancia, claretianos. Algo premonitorio: el centro de enseñanza está situado en la calle del Corazón de María. Cuando cumple dieciocho, se va a vivir a Noviciado, fronteriza con el barrio de Malasaña, donde quienes pueden acunan la movida.

El piso de las Costus [atención, hipérbole: la Factory de aquí].

Tino Casal y Alaska.

Pablo Pérez-Mínguez fotografía a todo dios, en este caso con minúsculas.

Antes, Capi, primero amigo y luego cazatalentos: el productor Miguel Ángel Arenas descubriría a Los Pecos, Tequila, Mecano, Radio Futura, Nacha Pop y, luego, le partiría el corazón a Alejandro Sanz.

En la biografía, oficial, no consta ningún devaneo con Almodóvar, más allá del dúo que grabaría en 1982 el himno felador y estupefaciente Suck It to Me; en román paladino: chúpamela. Forma parte de la banda sonora de Laberinto de pasiones, donde encarna a Patty Diphusa, autodenominada como estrella internacional de fotonovelas porno. Más cine con Peeedro, que gritaría Pe: antes, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón; después, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Solo, con Luis Miguélez o en compañía de otros, monta varios grupos. Algunos, pasajeros. Otros no llegan a poner un pie sobre el escenario: Fanny y los +, McNamara, Sarassas Music, Fabio & Glitter Klinik... Colabora con Villa-Toro, Fangoria y el propio Mario Vaquerizo, cantante de Nancys Rubias.

Años ochenta: Fanny es una loca y su música, ídem, pero la gente se lo pasa bien abajo. Costa escribe en El País que los chistes sobre el palco se convierten en provocación gracias al altavoz de la prensa: “Almodóvar, junto a McNamara, desafinaba sobre instrumentos desafinados, en una melopea de risas”.

Aquel Madrid frivolón de chapa y pintura que se maquillaba más que el portalón de los Kiss.

Almodóvar, Olvido, Ceesepe, Alvarado y quienes se subieron a tiempo a los botes del Titanic viven para contarlo. Fabio lleva escrita la supervivencia en el rostro: aquí ha pasado algo. Y tanto.

Frecuentó farmacias y ferreterías, porque hay sustancias a las que no se les puede llamar otra cosa, ni siquiera droga. Carlos Arnaiz le preguntó en una entrevista cómo recordaba aquellos años: “A cámara lenta. Estábamos siempre colocados, y el tiempo pasaba como muy lento”. Cuando casi la palma, tuvo una epifanía. “Sentí que estaba a punto de morirme y que de allí no me sacaba nadie más que Dios”. Al decir "de allí", no se refiere al viaje de ida y vuelta al túnel de la muerte, sino al hospital en el que estaba ingresado, carcomido y demacrado.

Así pasa por capilla hasta el diablo, aunque él trasladó la aparición mariana al lienzo. Su pintura es imaginería religiosa: cualquier día pinta a Madonna, like a virgin, si no lo ha hecho ya.

En fin, pasaron los años, Pedro se encerró en su casa y Fabio se recluyó en la iglesia.

Más allá de sus cuadros, ¿qué ha quedado? Un par de himnos petardos que todavía sigue coreando la nueva chavalada moderna y el chochonismo, revelación o timo que explica en su libro: “El chocho define todo porque es el que manda en el mundo. Por el chocho sale todo: la civilización, la humanidad, desde Franco hasta Hitler”.

Habría que hacérsela antes, porque la suya no es una vida, sino un dramón. Infelizmente, el gancho informativo —es un decir— termina siendo su proyecto de repoblación del águila imperial.

- Queremos hacerte una entrevista.

- Ahora mismo estoy en una fase espiritual y no quiero hablar de política.

- Hablemos pues de música y de pintura.

- Lo siento, pero hace tiempo que no saco ningún disco. Tienes que disculparme.

Disculpado queda. Lo que dice Fabio va a misa.






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