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domingo, 29 de julio de 2018

Una Entrevista para el Futuro

Les presentamos el comentario editorial de Naiz con respecto a la entrevista con los voceros del EPPK dada a conocer en ese mismo medio:


La entrevista con Ainhoa Mujika y Jon Olarra, miembros de la dirección del Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos (EPPK), merece ser leída y recordada por quienes tienen interés en el devenir político del país, en la memoria histórica y en los derechos humanos. Es una entrevista extensa y profunda, con un tono constructivo, en un momento político muy interesante. Es un documento al que cabrá recurrir en el futuro cuando, casi indefectiblemente, el debate sobre los presos políticos tome derivas estériles y reproduzca esquemas intelectuales y éticos del pasado.

Es evidente que va a haber cambios en la política penitenciaria. De la mano del Ejecutivo Macron y gracias a la interlocución de representantes y la sociedad civil vasca, París ha cumplido ya una fase de acercamientos. Tras el cambio de Gobierno en Madrid, Pedro Sánchez ha anunciado contundentemente que cambiará esa política y que será pronto. Se trata de avances positivos, sin duda, que llegan tarde pero que abren escenarios de restitución de derechos y de libertades. Sin embargo, parte del discurso oficial seguirá anclado en parámetros antiguos, y por eso merece la pena guardar la referencia de la entrevista, porque es explícita y sincera. Enumeran una tras otra las excusas que se han utilizado y utilizan para violar derechos y no cumplir la ley.

Sin ir más lejos, cuando alguien mienta sobre la situación de estas personas o sobre los compromisos de ese colectivo, se podrán extraer párrafos enteros que refutarán las falsedades. Se demostrará así que, desde hace mucho tiempo, detrás de las tesis punitivas no hay justicieros o inocentes, solo cínicos y ventajistas. Los únicos derechos humanos que se están vulnerando de manera sistemática dentro del conflicto político vasco, en 2018 y desde hace al menos siete años, son los de las personas presas y los de sus familiares.

Fuera del círculo más íntimo y comprometido de la comunidad de los presos y presas vascas, las situaciones de vulneración de derechos, las paradojas jurídicas y las crueldades cotidianas que relatan Mujika y Olarra resultarán quizás sorprendentes por novedosas. Entre los juristas y demócratas, resultarán escandalosas por ir contra la ley y vulnerar derechos de manera inaudita. Entre la clase política vasca deberían resultar acuciantes porque los derechos humanos que se están vulnerando son de conciudadanos vascos, de personas sobre las que se está aplicando una política vengativa que nada tiene que ver con la justicia, ni siquiera con la ley española.

Esa ley se pervierte para no liberar a los presos enfermos, para mantener el aislamiento y el alejamiento, para dificultar el transito de grados, para negar todo tipo de derechos. Y se hace además de manera colectiva y discriminatoria. Esto afecta a una de las excusas canónicas sobre este tema: Es el Estado el que, ilegítimamente, ha dado un trato colectivo a estos presos. 

Evidentemente, todo esto puede no alterar la valoración de algunos sobre lo que han hecho estas personas hasta caer presas. Pero, objetivamente, debería alterar su percepción sobre lo que se les hace a ellas estando en la cárcel. Más claramente aun desde que ETA no existe. Mientras ellos y ellas adoptan un compromiso honesto con la convivencia, siguen dando pasos en el terreno de la legalidad, del daño causado y de las víctimas, padecen una excepcionalidad sin base legal ni fundamento moral aceptable, solo en base a una política perversa que nunca se debió poner en marcha, pero que urge cambiar por inhumana y extemporánea.

A partir de ahí a algunos les queda la opción del deseo de venganza y la pendiente despiadada, pero su justificación quedará al margen de los fundamentos de un estado de derecho y una democracia. El miedo estará mucho menos repartido, pero la moralidad va a cambiar de bando, aunque algunos se resistan ridículamente. Que en el océano de violaciones de derechos que ha sido el conflicto vasco, para ciertos representantes las perpetradas por los independentistas sean las únicas que mueven su conciencia, hasta el punto de hacerles perder el sentido crítico o forzarles a sostener un relato a todas luces irreal, deberían empujarles a revisarse en serio, porque no es normal. Intentar subir el listón por encima de lo que dice una ley ya muy dura es inasumible. Lo mismo con fomentar la indiferencia hacia la vulneración de derechos. Dice más de ellos que de los presos.

Se ha logrado un consenso sociopolítico relevante que hay que articular de manera efectiva aprovechando el momento político. La voluntad de estos militantes presos es coherente y honesta, y debe ser atendida.







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