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martes, 28 de mayo de 2013

Echeverría V. | Individuo y Sociedad

Nuestro amigo Pedro Echeverría deja en claro que no se debe idolatrar a personas, por mucho que en algún momento haya parecido que hacían mucho por la clase obrera.

Lean ustedes:

Individuo y sociedad

¿Hasta qué grado los individuos son sólo piezas del sistema de explotación capitalista?

Pedro Echeverría V.

De cada 100 artículos que escribo sólo en unos cuantos refiero a personas en lo individual, así sean muy corruptas, asesinas o heroicas; o siempre me paso aclarando eso que Plejanov, el político ruso,  explicó en su libro:   “El papel del individuo en la historia”.  No me agrada escribir sobre individuos  porque para mi las personas forman parte de un todo, de una estructura de la cual se muestran piezas de mecanismos que los mueven; por tanto no son héroes ni villanos, solamente  actúan de acuerdo a su contexto social, a sus circunstancias de vida. Las personas se adaptan al medio social en que viven y son muy poquitas, son las minorías, las que logran rebelarse en serio y por siempre (los anarquistas, los nihilistas). La mayoría se cansa, vuelve a adaptarse, aunque lo haga con ideología diferente.

Cuando he hablado de los millonarios, de los explotadores, de los gobernantes, del poder, siempre lo hecho con desprecio; pero no dejo de pensar que también ellos: Slim, Azcárraga, todo los ex presidentes de la República y sus gabinetes, todos esos poderosos hijos de basura, también son parte de la estructura capitalista; también son enajenados, pero en su enajenación de poderosos –enseña Marx- se sienten maravillosamente bien. Hay que combatirlos con todas nuestras fuerzas, pero ellos en lo individual no son los culpables de la explotación y la miseria del sistema capitalista. Cuando ellos mueran dejarán a sus hijos y a sus nietos como los nuevos explotadores, así sucesivamente. La bronca importante es acabar con el sistema que los hace posible. Es incorrecto decir: “muerto el perro se acabó la rabia”; hay que acabar con la enfermedad.

Escribo generalmente sobre política, ideología, educación, América Latina, pero cuando lo he hecho sobre personas: Alfaro Siqueiros, Marta Harnecker y Arnoldo Martínez no me faltaron los reclamos: unos por haberlos tratado muy bien sin merecerlo y otros por haber sido crítico a su trabajo, también sin merecerlo. Sin ser nunca apologista o cruel contra ninguno, me ha dado la impresión que la mayoría de los lectores censuran o defienden más a las personas que a los sistemas; quizá para ellas los sistemas o los programas son muy “abstractos” o difíciles de comprender y, en cambio, las personas son concretas, “de carne y hueso”;  por ello cuando votan en elecciones no se fijan en los programas, organizaciones, historias, sino en personas, en propaganda, en TV.

¿Puede un individuo poderoso determinar los cambios sociales o es el individuo una parte, sin otra posibilidad, que actúa en sociedad?  ¿Son las personas las que hacen destacar a la sociedad o es ésta la que hace que los individuos surjan como procesos sociales? ¿Fueron Napoleón, Beethoven, Hitler  o Reagan productos sociales de su tiempo y circunstancias o la sociedad fue producto de ellos? A mi estos asuntos me han sido muy difícil de dilucidar, pero me ha parecido que nuestro papel en la historia no ha sido mejor o peor, más inteligente o más tonto, sino solamente aquel papel que podemos jugar en determinadas circunstancias, de acuerdo con las condiciones concretas.  Se puede “hacer posible lo imposible”, como escribe la Harnecker, pero dentro del mismo círculo, sin moverse mucho.

El filósofo español Ortega y Gasset explicó: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», frase aparecida en Meditaciones del Quijote. Ortega insiste en lo que está en torno al hombre, en todo lo que le rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto; no sólo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. El hombre  es el problema de la vida, y la vida es algo concreto, incomparable, único: «la vida es lo individual»; es decir, yo en el mundo; y ese mundo no es propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas. Vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona».

El Siqueiros militante y pintor, el que vivió años en la cárcel es el mismo que buscó agredir a Trotski cuando el estalinismo lo pidió. La Harnecker que tuvo un gran éxito con los manuales marxistas fue la que casó con un alto miembro del gobierno cubano que le abrió la puerta como investigadora ligada a otros gobiernos. El bondadoso Arnoldo, quien estuvo más de 20 años dirigiendo el PCM (1959-81) tuvo que negociar para sobrevivir. Son asuntos de poder y para conservarlo tiene que convivir con él. Es otra cosa para quienes nunca han tenido ningún tipo de poder (ni en su casa, ni en la escuela, ni en la academia, ni en la política) porque luchan contra él donde este se encuentre.  ¿Cómo hoy puede mantenerse incorruptible un gran partido y altos políticos en medio de un capitalismo corrupto y corruptor?

Si los gobiernos de América Latina y el mundo no pueden ser independientes, no pueden gobernar en sus países de acuerdo a las necesidades de sus pueblos, es simplemente porque existe una estructura internacional que los domina. El mismo Obama, presidente yanqui, debe subordinarse al gran poder de la banca federal e internacional que ordena la economía y la política global. ¿Quién ordena en los partidos Republicano y Demócrata, en las Cámaras, para que salgan leyes que busca el presidente? Alguien me diría que la sociedad la hacen los individuos; sí pero no respondiendo a intereses particulares sino generales. Así que en vez de ver individuos es más importante ver sistemas, ideologías, estructuras, para comprender ben las cosas.






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