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domingo, 19 de mayo de 2013

Nuevos Migrantes Vascos

Durante siglos, el pueblo vasco ha visto a muchos de los suyos migrar, muchas veces por dinámicas sociales propias de nuestra identidad como pueblo, las más de las veces por condiciones y circunstancias generadas desde el exterior.

Fue así como los vascos han terminado habitando en todos los continentes del mundo, con mayor presencia en América, desde el norte hasta el sur.

Pues bien, aquí les presentamos este reportaje acerca de la nueva ola migratoria vasca, una mucho más contemporánea:


Son los testimonios de seis jóvenes que, ante la falta de trabajo en Euskal Herria, han probado suerte, o están a punto de hacerlo, en el extranjero. Estas experiencias bien podrían representar a otros miles que han tomado la misma decisión. Esta es una realidad que ha dejado de ser ajena y casi todos conocemos ya a alguien que lo ha hecho.

Oihane Larretxea

Uxue, Mario, Natalia, Idoia, Xabier y Fabio son seis nombres de una larga lista de jóvenes vascos que han visto en el extranjero una oportunidad de trabajo. Algunos se fueron hace unos pocos años, cuando vieron las orejas al lobo, y ya han vuelto. No obstante, no descartan volver a marcharse. Es más, presienten que así será. Otros están trabajando actualmente en países como México y Chile, mientras que el resto se ha decantado hace poco por el destino que será su hogar por un período indefinido, porque determinar de antemano por cuánto tiempo se prolongará la estancia es muy difícil; todo depende de cómo se desarrollen las cosas. Tienen ganas, buenas expectativas, y también nervios e incertidumbre porque todo resulta desconocido. Y lo desconocido, por lo general, asusta.

Todos ellos coinciden en la escasa orientación y ayuda que han recibido por parte de las administraciones, así que el remedio ha sido ayudarse los unos a los otros; nadie mejor que ellos mismos, que han vivido la experiencia, para asesorar a las personas que están a punto de partir. Con ese fin, una veintena de jóvenes ha creado la asociación Kooperaktiboa. En breve esperan ofrecer charlas y abrir una oficina; de momento se puede contactar con ellos a través del teléfono 606 913 589 o enviando un correo a kooperaktiboa@gmail.com.

Desde la asociación aseguran que «existe mucho ruido en torno al tema», pero advierten de que «las cifras esconden una realidad» y que existen contradicciones entre las administraciones. El joven que emigra se registra ante el país de destino, al tratarse de un trámite obligatorio. En cambio, no existe la obligación de darse de baja del registro en Euskal Herria y esto es lo que genera una distorsión en las cifras, ya que las autoridades no cruzan la información.

A través de Kooperaktiboa también tratarán de poner en marcha proyectos de cooperación sobre el terreno porque esto ayudará a los emigrantes a su integración en el país receptor. Otro de los objetivos es dar respuesta a la nueva relación que estos jóvenes mantendrán con la familia, el círculo de amistades y todo aquello que engloba el desplazarse miles de kilómetros fuera de casa. «Es duro, pero merece la pena», sostienen al relatar a GARA sus experiencias.

Mario Seoane «Marcharse no es una oportunidad, sino una decisión personal»

Mario se encuentra actualmente en Bilbo, aunque en breve debe decidir si regresa o no a Malta. Se marchó por primera vez a esta isla del Mediterráneo en setiembre del pasado año para mejorar su inglés, a la vez que buscaba un trabajo relacionado con lo que ha estudiado: «Para perfeccionar el idioma hubiese sido más apropiado marcharse al Reino Unido, pero la vida allí es muy cara y Malta, con mis escasos ahorros, me permitía una estancia más larga». La opción de partir no la considera una oportunidad, sino una decisión personal. Cree que solo se le puede llamar oportunidad «cuando alguien desde el otro lado te apoya» o cuando la oferta está acompañada de ciertas facilidades.

En Malta le espera un oferta de trabajo «interesante» en el mundo del marketing, pero ha vuelto a Euskal Herria para buscar un puesto lo más cerca posible. «No me apasiona vivir allí -comenta-. La mayor dificultad es el propio país, no es una cultura fácil para alguien que llega, por ejemplo, de una ciudad como Bilbao, que es una ciudad dinámica. Más allá del tamaño de la isla, la actividad en invierno es muy escasa».

Sobre las administraciones y su burocracia se muestra muy crítico. «Se dan situaciones que no son justas. En mi caso, tenía un paro de dos años, y se supone que mientras cobras la prestación no puedes marcharte al extranjero pero, claro, ese dinero se termina y de algo hay que vivir. Si para trabajar tengo que salir, saldré. La prestación es un derecho adquirido».

Desde que volvió de Malta ha tenido alguna entrevista de trabajo, aunque sigue buscando. En este punto, subraya que en los dos años de paro ha recibido una única llamada de Lanbide. «No hay oportunidades interesantes. No las hay. Y la cuestión no es que no encuentres nada, sino que una persona que tiene una formación determinada debe buscar algo acorde con ello. La gente joven, si quiere tener experiencia o tener una oportunidad de desarrollo profesional, tendrá que irse fuera ahora mismo».

Fabio González «La persona que emigra una vez, no descarta hacerlo de nuevo»

Cuando se marchó en 2010 tenía su vida «organizada y muy arraigada» en Euskal Herria. De hecho tenía trabajo, pero recibió una llamada en la que le comunicaron que la fundación GIS XXI de Venezuela, con sede en Caracas, estaba buscando asesores y sociólogos extranjeros para ayudarles en ciertas investigaciones sociales. Además, Fabio tenía conocimiento del país porque previamente había colaborado con ellos. Dijo que sí porque era una buena oportunidad profesional. La estancia, que estaba previsto que durara cuatro meses, se prolongó dos años y medio.

Su trabajo ha consistido, especialmente, en hacer estudios sociológicos en procesos electorales. Ha aprendido mucho y ahora, ya de vuelta, quiere aplicar todo lo adquirido. También ha vuelto porque «necesitaba volver a casa, ver qué se plantea y comprobar si hay alguna posibilidad de trabajar aquí». Destaca que uno de los aspectos más duros de la experiencia de vivir tan lejos de su hogar es la falta de contacto con el euskara y nuestra cultura, porque, según indica, al tratarse de una cultura minoritaria las opciones de poder hacerlo se reducen.

Preguntado sobre si piensa en volver a salir responde rápido: «Quien vuelve no deja la puerta cerrada a un posible regreso. El impacto emocional es enorme, uno sabe de dónde viene pero hay cierto desarraigo. Es como vivir entre dos aguas, siento que seré un inmigrante esté dónde esté porque allí he hecho buenos amigos, y la nostalgia es inevitable».

Idoia Díez «Fuera te construyes una nueva vida; regresar tampoco será fácil»

Lleva un año y medio en Chile trabajando en aquello para lo que estudió durante años. Vive con su pareja, que la acompañó en esta aventura. Él está en paro y busca trabajo. Idoia es consciente del enriquecimiento de salir al extranjero -«Te abre la mente y te vuelves más tolerante»-, pero resalta que hacerlo «no es tan bonito como te lo pintan». Por eso aconseja a quienes están planeando emigrar que se informen «muy bien, muy bien y, sobre todo, que comprueben que su titulación esté reconocida en el país receptor». Ella ha tenido muchos obstáculos en ese sentido: «Regulé mis títulos. En el Departamento Internacional del Colegio de Ingenieros de Caminos, con sede en Madrid, me garantizaron que no tendría ningún problema, pero resulta que no me reconocen el título. Es más, en Chile me están haciendo estudiar el equivalente a dos años de carrera y me resulta imposible compatibilizarlo con el trabajo porque por la responsabilidad que tengo, las reuniones no las puedo aplazar ni modificar».

También ha tenido problemas con los bancos y ha tardado más de un año en poder abrir una cuenta.

Trabaja en la misma compañía para la que lo hacía en Bilbo porque a ella le ofrecieron la oportunidad de encabezar la delegación que debía dar el salto a América Latina. «Tenía en esta empresa siete años de experiencia y tomé esta decisión pensando que sería un empuje en mi currículo», explica. El puesto de Bilbo lo tiene reservado, pero por el momento no baraja volver. Piensa en ella y también en su pareja. «Él tendrá que empezar de cero: buscar un trabajo, adaptarse de nuevo... aquí al final haces una nueva vida. Estar fuera te cambia y te marca». Por eso, no cree que el regreso vaya a ser fácil.

Uxue González  «Lo hago por necesidad. Tengo miedo pero, sobre todo, muchas ganas»

Siempre le picó el gusanillo de marcharse de su Donostia natal para probar la experiencia de vivir fuera, ya que toda su vida, estudios incluidos, se ha desarrollado en la capital costera. En octubre partirá hacia Uruguay y en cierta medida cumplirá con ese deseo, aunque sea por motivos diferentes a los que siempre imaginó: «Salga como salga mi estancia allí, sé que será una experiencia gratificante, pero lo hago porque me empuja la necesidad de buscar nuevas oportunidades de trabajo».

La decisión la tomó las pasadas navidades, al poco tiempo de que cerrara la tienda de la Parte Vieja donostiarra en la que trabajaba. «Intenté buscar un empleo en las guarderías públicas pero las listas están cerradas y en las privadas tampoco tenía opciones. También busqué, al menos para salir del paso, seguir trabajando en un comercio, pero los que se mantienen abiertos no atraviesan una buena situación. `Este es el momento', me dije».

En un principio pensó en ir a Chile, pero recabando información concluyó que la situación no era tan prometedora como había oído. «Tengo un amigo chileno. Él fue contundente y me dijo que en Santiago los sueldos son bajos y que alrededor hay más esperanza que trabajo». Finalmente se decantó por Uruguay porque «el presidente José Múgica está haciendo políticas más sociales y en ese sentido, al parecer, hay más oportunidades».

Lo más engorroso de todo el proceso ha sido el papeleo, que ha durado unos tres meses. Entre otros asuntos, ha tenido que solucionar la convalidación del título. Para ello tuvo que enviarlo primero a Gasteiz, donde debían ponerle un sello; tardaron tres semanas. Con ello viajó hasta Madrid, al Ministerio de Justicia, primero, y al de Asuntos Exteriores después. Cuenta que allí se encontraron con decenas de jóvenes del Estado español en su misma situación.

Uxue acaba de encontrar un nuevo trabajo en Donostia para los próximos meses, pero eso no le hace dudar de su decisión. «Este empleo me servirá para ahorrar más, porque eso me preocupaba. Ahora solo me queda mirar vuelos de avión y elegir una fecha concreta. Tengo miedo, claro, pero, sobre todo, muchas ganas. En casa me animan y eso me da fuerzas».

Xabier Vallina «Quiero dedicarme a la cooperación; tengo asumido que emigraré»

Este joven de Arrasate no cruzó el charco para trabajar, sino para cursar 4º de Psicología, y lo hizo atraído por una cultura diferente y el portugués, un idioma que le interesaba aprender. Cada año, la UPV-EHU otorga muy pocas becas para Latinoamérica, pero él tuvo suerte. Asegura que la experiencia le ha cambiado la vida, que ese año ha sido un punto de inflexión que ha marcado todo lo que ha hecho después. Ahí sitúa la petición de realizar las prácticas de su carrera también en el extranjero, en ese caso en un pueblo de Mozambique llamado Chimoio, donde la fundación Haurralde tiene una escuela en la que trabajan con niñas y niños con diversidad funcional. «Colaborando en este proyecto he descubierto mi vocación por la cooperación», cuenta.

Acaba de volver del país africano pero no cierra la puerta del todo a un posible regreso. «Primero buscaré trabajo en Euskal Herria, pero está claro que si quiero dedicarme al mundo de la cooperación antes o después volveré a marcharme, seguramente a África o Latinoamérica». Y aunque partió en calidad de estudiante, viajar y el hecho de poder comprobar «la brecha entre la pobreza y la riqueza» ha sido como sembrar una semilla para proyectos futuros. Ya tiene en mente hacer un máster sobre cooperación y cree, «sin duda», que los conocimientos adquiridos le servirán en el mundo laboral.

Natalia Hernández  «Animo a los jóvenes a que sean valientes, que tengan aspiraciones»

Después de un año buscando empleo sin éxito, a Natalia le hablaron de la beca Global Training para trabajar seis meses en el extranjero y decidió solicitarla. La experiencia ha sido gratificante. Tanto que en abril, cuando la beca llegó a su fin, le ofrecieron un puesto para seguir trabajando en la empresa. «Barajé todas mis posibilidades de futuro y decidí que aceptarlo era la decisión correcta», relata a GARA desde México.

El mayor obstáculo, según comenta, es la regulación del trámite migratorio, «bastante lento y tedioso». Por lo demás, en su vida diaria, y sobre todo los primero días, le costó «adaptarse a la segunda ciudad más poblada del mundo y a todo lo que ello conlleva: diferencias sociales abismales, tráfico, contaminación...».

Mira a Euskal Herria desde el otro lado del charco y dice que la información que le llega no es muy alentadora. «Es por eso que decidí quedarme más tiempo -admite-, creo que volver sería un retroceso a nivel profesional, y para mí es algo necesario el seguir aprendiendo y desarrollándome como persona».

A los jóvenes que estén pensando en hacer lo que hizo ella siete meses atrás les anima «a ser valientes y a que valoren todos los pros y contras que tiene estar lejos de sus familias y amistades». Una vez tomada la decisión de partir, han de tener claro lo que quieren. «Que tengan la mente abierta a otras realidades, a otras formas de ver el mundo, que tengan aspiraciones pero que sean humildes, que enseñen pero, sobre todo, que aprendan. ¡Ah! Y parece un tópico pero aunque por estos lares se come muy bien, que aprovechen y coman un buen bacalao al pil pil, marmitako o unos pintxos porque luego se echan mucho de menos».






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