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sábado, 18 de mayo de 2013

Egaña | El Lazo Azul ya es Historia

Una de las más nocivas farsas en contra del pueblo vasco ha llegado a su fin, desmantelada por el peso de la mentira y la simulación.

De eso nos habla un poco más este texto de Iñaki Egaña en Gara:


Iñaki Egaña | Historiador

La Coordinadora de Gesto por la Paz ha decidido bajar la persiana. Dicen que han logrado sus objetivos, porque ha desaparecido la violencia. Casualidades de la vida, y no pretendo ser un aguador, el hecho ha coincidido con el aniversario de la muerte impune (a día de hoy) de Iñigo Cabacas.

La movilización contra la izquierda abertzale tuvo diversos y especiales episodios. Aquella manifestación de octubre de 1978, la de las palomas, produjo una conmoción en la sociedad que salía del franquismo. Mientras que el PNV exigía la paz a ETA porque las competencias autonómicas estaban al llegar, otros ciudadanos eran apaleados en una concentración en recuerdo de los compromisos de varias generaciones.

El secuestro y muerte del ingeniero jefe de Lemoiz (1981), la bomba en el Banco de Bizkaia que causó tres muertos (1983), etc. originaron manifestaciones numerosas en contra de la violencia de ETA. Las últimas de envergadura en recuerdo de Miguel Ángel Blanco (1997). Es evidente que la contestación social a ETA ha existido, también en la calle. Y, como en otras facetas, es notorio que grupos de tendencias distintas (defensa derechos humanos, gentes con profundas creencias religiosas...) lo han hecho de forma sincera.

Ha existido, sin embargo, una apuesta política destinada a combatir la disidencia con el aval de los estados, implicados, no lo olvidemos, en el conflicto como parte activa, muy activa. Un proyecto demasiado profundo como para creer en la improvisación. Ya avanzado en el Plan ZEN.

Los grupos pacifistas apostando el fin de una de las violencias fueron creaciones de laboratorio, muy similares a las surgidas en otros conflictos tanto simultáneos (Irlanda), como recientes (Argelia y Vietnam). Tomaron parte en la agenda política vasca al concluir el GAL (1987) y, en consecuencia, asumir Francia un papel estelar en la represión a los huidos que se refugiaban en su Estado. No sería hasta el fracaso de las Conversaciones de Argel (1989) que estos grupos fueron aupados para ser referencia contra la acción política de la disidencia.

Las primeras organizaciones que surgieron con el apellido de la paz (Asociación de Afectados por la Violencia, Asociación por la Paz...) crearon serias dudas no sólo en el seno de la izquierda abertzale, sino también del PNV. El objetivo era evidente: movilizar a los sectores sociales contrarios a la violencia de ETA para avalar las tesis de los estados. Estados que no eran vistos como estructuralmente opresivos. De hecho, la desaparición de Gesto avala esta tesis. No todas las violencias son iguales y, por tanto, la legítima (legal) sufría un espaldarazo.

La competencia entre los grupos, subvenciones, iniciativas, etc. fue grande. La unanimidad entre sus valedores (PP y PSOE) tenía fisuras. Felipe González gobernaba España bajo la sombra del Borbón. Y la oposición de derechas abría la espita de la investigación de algunos detalles de la guerra sucia. Aquellas fisuras estallaron a partir del Foro de Ermua.

Antes, ocurrió un hecho de envergadura. ETA y representantes del Gobierno español se sentaron en Argel. Una Mesa de Conversaciones Políticas, según expresión acordada por ambas partes. La explosión social y electoral de la izquierda abertzale alertó a los físicos y químicos de Moncloa y Ajuria Enea.

El lehendakari Ardanza (PNV) tomó entonces la batuta. El pavor a la pérdida de protagonismo. El Pacto de Ajuria Enea, la manifestación «pacifista» de Bilbao contra las Conversaciones de Argel y... el apoyo decidido a Gesto por la Paz, surgido entre bastidores del PSOE. Un movimiento político que apostaba por la defensa del Estatuto de Autonomía para la CAV y el Amejoramiento Foral para Navarra. Un movimiento creado desde las alturas para el control social, para acreditar la Constitución (española) en tierra vasca. Uno más. Pero en esta ocasión diferente.

Gesto se convirtió en el ariete del Pacto de Ajuria Enea, concebido, como es sabido, como un Pacto Antiterrorista (con la complejidad en el organigrama que conocemos). Algún día habrá que completar las ramas de ese árbol contrainsurgente. Objetivos: deslegitimar la lucha armada, sensibilizar socialmente en el sentido de que la izquierda abertzale carecía de proyecto político y, consecuentemente con lo anterior, reforzar las posiciones de quienes lo sustentaban. Todo ello con grandes dosis de teatralidad.

El proyecto conjunto del Pacto de Ajuria Enea y Gesto era una copia exacta de lo sucedido en Irlanda en la década de los 70. Incluidos los ritmos. Me permitiré viajar un poco más atrás en el tiempo, aunque me tachen de errático, para atreverme a decir que el origen nos lleva a las reflexiones del Pentágono en las áreas de guerrilla en Latinoamérica desde 1960.

Viaje resumido en una sola frase que entonces se hizo célebre: ahogar al bebé en su propia leche. Se trataba de, incidiendo en la paz en abstracto, lograr en la práctica la separación de la sociedad de la dirección política o de las vanguardias de los procesos de liberación. Washington invirtió millones de dólares en esa estrategia que, por cierto, luego se amplió a sectores religiosos.

La comparación con Irlanda se refiere al fracaso de las conversaciones entre el IRA y el entonces Gobierno laborista inglés de Harold Wilson. Desde la ruptura de la tregua y de las negociaciones, las fuerzas inglesas comenzaron una fuerte ofensiva represiva contra los republicanos en los condados del norte irlandés. Simultáneamente, los medios de comunicación dieron amplitud al movimiento de la paz y de manera consensuada trataron el tema uniformemente.

También a causa del fin de la tregua un sector de la población irlandesa expresó su pesar por volver a una situación de guerra. Y el Sinn Féin Oficial, si me permiten las comparaciones un grupo muy similar a la Euskadiko Ezkerra de Mario Onaindia, era quien mayor beligerancia mostraba contra el Provisional, es decir contra quienes continuaban en la brecha.

Cuando el Movimiento de Mujeres por la Paz, liderado por Betty Willimas y Mairead Corrigan, saltó a las portadas de los diarios y revistas, temas como la presencia permanente de 15.000 soldados, las prisiones de máxima seguridad, la tortura o las acciones paramilitares dejaron de constituir, para los mismos medios, aspectos de la violencia contra la que habían partido en cruzada.

Luego se supo que el movimiento por la paz irlandés había sido concebido por el Gobierno inglés. Gestado en el cuartel general del Ejército en Lispurn para aislar políticamente al IRA de la población de las zonas irlandesas. El Movimiento de Mujeres por La Paz norirlandés llegó incluso a lograr el premio Nobel de la Paz en 1978.

En Euskal Herria, el mimetismo, como apuntaba, fue total. Al día siguiente de que el Dalai Lama recibiera la noticia de que había sido elegido Nobel de la Paz y de que el Supremo condenara a los policías que habían matado por torturas a Joxe Arregi a 7 meses de prisión, el PP presentaba una iniciativa en el Parlamento de Gasteiz. Iniciativa que recibió el apoyo de PNV y PSOE. Hoy, quienes (re)escriben la historia nos dicen que el apoyo fue «unánime». Gesto como Nobel de la Paz para 1990. No fue así porque Gorbachov se les cruzó en el camino.

El resto de la historia es, precisamente, eso. Historia. El propio Gesto se ha encargado de remarcar, en su disolución, la importancia del relato y de cargar la responsabilidad del conflicto en 50 años a la izquierda abertzale. Un gesto muy propio de Gesto.

Y llama la atención este relato (construido, si tienen interés, en la propia página web del grupo ahora disuelto) por la sinceridad del mismo. La misma que han tenido al decir que la violencia ha concluido («Lortu dugu» como lema).

Quiero decir que destaca el alineamiento de su opción y su aportación política al Estado. Y como botón bien vale una muestra. Durante el secuestro de Julio Iglesias Zamora, Gesto, junto a otros colectivos, impulsó el lazo azul, como rechazo a ETA. El mismo que llegó a lucir George Bush (padre). Recordarán que durante el secuestro, dos ciudadanos vascos (Gurutze Iantzi y Xabier Kalparsoro) murieron tras pasar por calabozos policiales. En su relato actual, la trascendencia gestual no recae en la muerte de Gurutze y Xabier, sino en los insultos que recibieron algunos miembros de Gesto.

Hoy, los del lazo azul han dicho adiós. Y han comenzado a construir el relato de un supuesto logro: el de la paz. Una paz con las matizaciones que conocemos y otras que llegarán. Una paz, pax, que hace años tildaron de «romana», más adelante de «americana» y nuestro cercano Frantz Fanon definió, acertadamente, como una «creación de la situación colonial». Porque la verdadera paz, decía Alfonso Sastre, es «una idea aún subversiva».






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