El estado español está en los últimos estadíos de putrefacción como lo muestra el actuar diario de la casta divina española. Esta editorial en Gara nos habla de el legado de dos hombres que se alzaron en contra de las leyes de excepción y el terrorismo de estado:
La historia habla de héroes y a menudo empieza, pero no acaba, en las cárceles
Uno de los momentos más emotivos de la película "Invictus'' es aquel en el que la selección sudafricana de rugby visita el penal de Robben Island. Acude en busca de inspiración, y su capitán, Francois Pienaar, la encuentra en la diminuta celda en la que Nelson Mandela pasó gran parte de sus 27 años de cautiverio. Evidentemente, Robben Island está muy lejos de la cárcel madrileña de Navalcarnero, tanto en el espacio como en el tiempo. A Arnaldo Otegi no se le obliga a picar piedra, aunque sí se le mantenga aislado y espiado. Pero una condena de cárcel a un dirigente político por un discurso es lo que es, en Sudáfrica o en Euskal Herria. Una venganza que con el tiempo engrandece a quien la sufre y empequeñece a quien la perpetra, tanto a los ojos de los suyos como a los del adversario.
La anécdota de la visita a Robben Island ilustra bien qué es lo que supone Mandela hoy día para casi todos sus compatriotas y para la práctica totalidad del mundo: una fuente de inspiración y un modelo a seguir. Un héroe, según han llegado a decir tres jueces de la Audiencia Nacional española en un auténtico ejercicio de enaltecimiento del liderazgo político. Su sentencia ha resultado tan burda que supone el primer paso para que un día, seguramente no muy lejano, esa celda de Navalcarnero se convierta también en símbolo de dignidad y quizás hasta se visite con respeto. Todo lo contrario, por cierto, de la sensaciones que despierta la sede de la Audiencia Nacional, mascarón de proa de un sistema judicial absolutamente politizado según constataron ayer cerca de 1.400 jueces de todo el Estado.
Europa sabe quién es Otegi
Formas al margen, la sentencia profundiza en la habitual estrategia española de criminalizar a los dirigentes y al conjunto de la izquierda abertzale, con más ahínco si cabe cuando presentan iniciativas netamente políticas y democráticas contra las que el Estado español demuestra no tener antídoto alguno, más allá de esta torpe represión sin comparación posible en su entorno.
Madrid quizás se conforme con haber logrado que en algunos medios internacionales Otegi aparezca como un dirigente dedicado a enaltecer a una organización armada y cruce los dedos para que nadie se lea la infumable letra pequeña de la sentencia. Se trataría así de una minúscula victoria en ese frente de la propaganda diplomática que Alfredo Pérez Rubalcaba considera que «también estamos ganando». Sin embargo, a estas alturas del partido, en Europa Arnaldo Otegi -y las tesis que representa- no necesitan presentación alguna, como ha quedado patente en la cita anual de Sinn Fein.
Muchos gobernantes, medios y ciudadanos en general de Europa y el mundo lo descubrieron hace justo seis años, cuando Otegi fue el primero que desmontó la maniobra para atribuir a los vascos la masacre del 11-M en Madrid. Visto que pasado tanto tiempo hay quien todavía persevera en el imposible de tratar de dejar algún hilo de sospecha abierta, poca duda cabe de que sin duda el PP, y probablemente también el PSOE, se hubieran visto muy satisfechos si hubieran podido imputar a ETA aquella matanza. La ONU tiene en sus actas el ridículo testimonio de aquello. El caso es que aquel día Otegi fue quien dijo la verdad, aunque en la historia oficial española pese más el «este país se merece un gobierno que no le mienta» de Rubalcaba, dos días después.
Intentos de torpedeo sin resultado
Parte de esa batalla propagandística internacional parece ser también la desconcertante andanada lanzada desde la Audiencia Nacional en dirección al otro lado del Atlántico. Formaciones poco sospechosas de connivencia con la izquierda abertzale como IU han considerado que se trata de un mero montaje destinado a ligar al Gobierno de Hugo Chávez con ETA, pero quizás el orden de los factores sea otro, y lo que el Estado español pretenda sea recrear vínculos que no tienen por qué ser valorados como buenos o malos, ya que simplemente no existen.
La organización armada ya ha sido utilizada históricamente por los gobiernos españoles para ir estirando hasta el infinito sus legislaciones de excepción. El nuevo Relator contra la Tortura de la ONU volverá a poner esta semana el dedo en esa llaga abierta. Una profunda brecha antidemocrática que Madrid amplía siempre más y más, incluso en este momento. Pero no se trata de nada que no visionara de antemano la izquierda abertzale cuando lanzó la apuesta escenificada en Altsasu y sellada en "Zutik Euskal Herria''.
Pese a todo ello, el proceso democrático ha arrancado, ajeno a los intentos de torpedeo del Estado, y es el impulso de la sociedad vasca el que lo hará llegar a buen puerto. El viaje se ha emprendido con decisión y un rumbo claramente definido. Los nuevos vientos quedan de manifiesto en iniciativas tan esperanzadoras como la nueva red Independentistak. Y al final la historia, tiene razón la jueza Murillo, habla de héroes y no de represores. Empieza en Robben Island, no en leyes de apartheid.
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