Desde Facebook traemos a ustedes esta reflexión de nuestro amigo Iñaki Egaña quien, tomando como referente una reciente declaración por parte de la mandataria mexicana Claudia Sheinbaum, elabora un texto que dibuja un paralelismo con la trayectoria de la izquierda abertzale.
Disfruten la lectura:
Cabeza fría, corazón valiente
Iñaki EgañaClaudia Sheinbaum, presidenta de México, acaba de dar una nueva versión a la clásica de “Cabeza fría, corazón caliente” que ya difundió su predecesor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con el añadido de “razón y pasión”. Ha sido una de las alocuciones de Sheinbaum a cuenta de los aranceles impuestos por la administración de Donald Trump al Estado que dirige y que finalmente han sido atrasados en un mes. La novedad estaba en esa transmutación de “caliente” por “valiente” que, por cierto, en aquel lado del Atlántico se ha hecho viral.
La expresión, con su variantes, no deja de ser una más entre canciones, discursos, poemas, de una referencia casi obligada ante situaciones que se antojan complejas y a las que hay que abordar sí o sí. Hasta Artur Más promocionó su visión particular del Procés con un libro que llevo el título, precisamente, que utilizó AMLO, ya posteriormente, supongo que sin conocer el trabajo del catalán. La respuesta puede originar un cambio de paradigma, modificar el escenario político y por ello, la eterna pregunta. ¿Cuál es la acertada? ¿La razón o la pasión? ¿Las dos necesarias? ¿Una condiciona a la otra? Avanzo que la mía tampoco es rotunda. La coyuntura, el contexto, marcan las decisiones. En ellas, el equilibrio -una concepción demasiado teórica- decide. Y la perspectiva nos dirá cuál ha sido la más acertada. Porque ambas, la cabeza fría y la valentía, son necesarias. Algo que, con seguridad, a corto plazo al menos, obviará la Inteligencia Artificial. Por un tiempo seguiremos siendo humanos, controlando a las máquinas.
Los territorios, es decir y aunque parezca escasamente científico, marcan las diferencias entre una y otra opción. El aire que respiramos o el que inhalaron nuestros antepasados más cercanos, nos hace ser como somos. Y por eso, entre ambas, siempre hay una que superpone a la otra, por mucho que la expresión clásica las equipare. En Oriente, y en particular en China, dicen que la pausa para evaluar es prolongada. Hay una anécdota que la han cambiado una y otra vez. Se trataba de Zhou Enlai, primer ministro chino, que acudió a Ginebra para mediar en la guerra de Vietnam en 1954 o en otra ocasión según las fuentes. A la pregunta de un periodista francés sobre su opinión referente a la Revolución francesa (1789) parece que respondió “es demasiado pronto para conocer sus efectos”. Exuberantemente atractiva para borrarla, al margen de su veracidad. En el otro extremo, Guillermo Larregi, migrante navarro a Argentina, quien por una apuesta y a sus 50 años, tomó una carretilla de 130 kilogramos y marchó andando de Buenos Aires a Patagonia. Le tomó gusto y finalmente realizó cuatro caminatas completando más de 22.000 kilómetros, siempre con su pesada carretilla. Le llamaron “El vasco de la carretilla”. Puro corazón.
En nuestro proceso político hemos asistido a esas bifurcaciones donde la respuesta debía ser inmediata y, ahí, la decisión razonada era complicada. Se necesitaba, como señala el dicho, mover el avispero, incluso alborotarlo. En la cercanía europea son innumerables los proyectos que ante un exceso de razonamiento, de evaluación de consecuencias y ramificaciones, cayeron por muerte dulce, por inanición porque les faltaba pasión. ¿Cuántas revoluciones demoradas sucumbieron en pizarras, bibliotecas y universidades? También las que acabaron en una par de días, empujadas por los latidos de corazones impetuosos.
La “cabeza fría” ha sido asociada a la “paciencia revolucionaria”. Pero tanta paciencia, ¿aboca a la pérdida del espíritu transformador, a la asimilación? Desde la izquierda abertzale, casi desde sus inicios modernos (me refiero al nacimiento de ETA porque ANV no tuvo tiempo de desplegar su teoría en práctica ante la guerra civil), la idea constante ha sido la de “la presión”. Presión para mantener en danza a los enemigos seculares. Más importante que cualquier razonamiento de tipo ideológico tradicional. Porque presión, la mayoría de las veces, es desgaste para el contario. Aquella década de “acción-represión-acción” necesitó algo de corazón, pero sobre todo de valentía. Y aquello agitó la cesta. ¡Vaya si la removió! No sólo para aquella juventud surgida en un magma franquista, sino para toda una generación opositora, derrotada y humillada que volvió a sentir la llama militante.
Sin embargo, en tiempos posteriores, esa misma presión, inmediata, dejó algunas lagunas que la perspectiva convirtió en preguntas. ¿Y si la cabeza fría hubiera superado a la valentía en las Conversaciones de Argel (1989) y aquel texto modificado por el Gobierno hispano no hubiera sido rechazado tan tajantemente? ¿Y si la Iniciativa de 1998, seguida del Acuerdo Lizarra-Garazi no hubiera sido examinada con lupa y sí con anteojos amplios? ¿Y si en las Conversaciones de Loiola y en las negociaciones de Suiza-Noruega (2005-2007) se hubieran ampliado los márgenes? Son preguntas sin respuesta porque el desenlace, de contestar afirmativamente, pudiera haber sido el mismo.
No quiero con ello desequilibrar la balanza y dar la impresión que nuestro pleito, aún abierto, ha pecado de corazón y ha adolecido de cabeza fría. No soy yo quien lo digo (diversos estamentos internacionales lo consideraron extraordinario en comparación con otras experiencias), pero ese proceso que comenzó a gestarse en 2010 y concluyó en 2017, tiene mucho de “cabeza fría” y “valentía”. Contra viento y marea, abriendo puertas jamás expeditas, revolcaron una situación enquistada que España consideraba ganada en lo que supuso la “solución final”. Alfredo Pérez Rubalcaba, el maquiavélico ministro del Interior socialista, ya había hecho su reflexión: “¿Con quién se creen que están negociando? ¿No se dan cuenta que somos el Gobierno España?”. Pues eso. Quizás nos han tomado por ser un Guillermo Larregi más. Sus parodias nos clasifican en ese apartado. Pero este pueblo ha dado sobradas muestras que también sabe gestionar con la cabeza fría y el corazón valiente.
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