Desde las páginas de Deia traemos a ustedes más información acerca de la novela gráfica dedicada a los niños y las niñas de la Generación Gernika.
Aquí la tienen:
Memorias del exilio: los niños vascos del 37
Un viaje a nuestro pasado reciente a través de los recuerdos de “los niños de la guerra”. Esta novela gráfica busca tender un puente entre generaciones y honrar la memoria de los niños y niñas vascos que vivieron el éxodo infantil de 1937. Es un homenaje a sus vivencias y una herramienta para reflexionar sobre realidades similares que ocurren hoy en día
Begoña GarridoEl exilio es una herida que atraviesa la historia reciente de Euskadi. En 1937, miles de niños vascos fueron evacuados para escapar de los horrores de la Guerra Civil. Cuando la guerra se recrudeció en el frente norte, tras los bombardeos de Otxandio (julio, 1936) y Durango (marzo, 1937); el bombardeo de Gernika (abril, 1937) fue el detonante para conseguir apoyo internacional, algo que el Gobierno Vasco llevaba meses buscando para poner a los niños a salvo a través de las denominadas Expediciones infantiles. Francia e Inglaterra brindaron apoyo logístico para evacuar a los pequeños desde el puerto de Santurtzi. Para poder garantizar la seguridad de los refugiados era fundamental coordinarse con países vecinos que pudieran ofrecer rutas seguras y apoyo adicional en puertos de destino. Los refugiados se dirigieron a Francia, Reino Unido, Bélgica, la antigua URSS y México, principalmente; llegando a alcanzar la cifra de 32.000 niños evacuados entre abril y junio de 1937.
El proyecto surgió de mi tesis doctoral financiada por la Universidad de Reading sobre las mujeres de clase trabajadora vizcaínas en el primer franquismo. Sin embargo, cuando comencé a realizar entrevistas en 2019, el exilio emergió con fuerza y me di cuenta del impacto emocional y de la importancia histórica de este episodio. Así, de aquellas entrevistas, surgieron dos proyectos: una tesis y este cómic. Dada la cantidad de familias afectadas por el exilio, pensé que era necesario un proyecto de divulgación propio que llegara al máximo número de familias posible. Por esto, busqué una persona que pudiera realizar la parte gráfica y contacté con el ilustrador Oskar Gorroño, quien entendió la importancia de plasmar estas historias de vida con todo el respeto y el rigor histórico posible.
La novela gráfica muestra las historias de vida de los protagonistas desde los ojos de un niño, tal y como ellos lo narraban con más de noventa años, y como quisieron ser recordados. En ese momento de conversación volvían a su infancia y volvían a sentirse vulnerables. Por eso, también, varias personas declinaron participar, ya que para quienes no habían hablado anteriormente del exilio, esta etapa se había convertido en una experiencia traumática y traerla al presente les expuso a recuerdos dolorosos.
A diferencia de un libro académico, el cómic puede atraer a personas mayores, jóvenes o lectores casuales. Es un formato divulgativo más inclusivo. Facilita la comprensión al lector de un episodio histórico gracias a la combinación de imágenes y texto.
Además, las imágenes tienen un efecto duradero en nuestra memoria y ver el sufrimiento, la alegría o la lucha de los personajes dibujados genera un impacto emocional que ayuda a generar empatía en el lector. Por estas razones, fue el formato escogido para plasmar parte de las entrevistas. Fue una decisión consciente para evitar dar más protagonismo a los vencedores de la guerra. Sabemos que quienes ganan los conflictos son quienes escriben la historia, y muchas voces habían quedado en silencio durante demasiado tiempo. El objetivo era dar espacio a esas voces.
El cómic relata las vivencias de Lucía, Antonio y Martina, personajes que representan diferentes perspectivas del exilio. Lucía y Antonio, de 12 y 11 años respectivamente, formaron parte de las expediciones infantiles. Barcos como el Habana llevaron a estos niños a la Unión Soviética e Inglaterra, donde fueron acogidos por familias, e instituciones; en el caso de la URSS el gobierno organizó casas-escuela. Martina, sin embargo, ya tenía 17 años, y huyó a Francia acompañada por su madre, dos hermanas mayores y un hermano menor, donde fueron acogidos por una familia. Debido a su edad y a la de sus hermanas no pudieron acogerse a un programa gubernamental infantil; sin embargo, las mujeres de cualquier edad podían ser evacuadas y, en este caso, lo hicieron a través de Asturias.
El hilo narrativo son las emociones por las que los protagonistas van pasando lejos de su hogar, y aunque cada vivencia es diferente, el relato del exilio es una historia universal y las voces de los personajes se cohesionan a través de las emociones proyectándose en la narración como una única experiencia paradigmática de exilio. Reflejo de esto es la estructura narrativa del libro, donde cada capítulo tiene por nombre la emoción que predomina en cada etapa de este viaje: Miedo, Incertidumbre, Esperanza, Ilusión y Desarraigo.
Las emociones son el núcleo
El cómic comienza mostrando el sonido de las sirenas, niños y jóvenes corriendo hacia un refugio y la toma de decisión por parte de los padres acerca del exilio. Los siguientes capítulos muestran la incertidumbre de la llegada al país de acogida, y la esperanza, que corresponde al momento de adaptación. Cuando llevan semanas o meses, las caras se vuelven familiares, el espacio ya no resulta tan hostil, y comienzan a construir un nuevo “hogar”, a pesar de tener presente la separación de sus figuras de apego.
El último capítulo muestra la repatriación como un momento agridulce. Aunque lo vivieron con ilusión por reunirse con sus familias, muchos niños se enfrentaron a numerosas dificultades para readaptarse a su lugar de origen, marcado por la devastación y la represión franquista; además de separarse de sus familias de acogida con las que habían estrechado lazos. Algunos, como Lucía (que había pasado 19 años en la URSS), regresaron en 1956 sintiéndose “extranjeros” en su propia tierra. Su educación era más soviética que franquista, ya que no habían conocido el franquismo hasta que volvieron ya como adultos. Esto provocó que “los rusos” estuvieran controlados e incluso perseguidos por la Policía y que muchos de ellos no pudieran adaptarse y volvieran a la URSS.
Los testimonios recopilados proceden de personas que, en 1937, eran niños o adolescentes, así que “los niños” y sus madres se convirtieron en protagonistas involuntarios del exilio. Además, quería reivindicar el papel fundamental de las mujeres en esta experiencia. Por un lado, las madres se enfrentaron a decisiones extremadamente difíciles: separarse de sus hijos para salvarlos, o exiliarse junto a ellos (cuando era posible) llevando consigo una carga emocional enorme.
Mientras que para muchos niños las primeras semanas del exilio fueron vividas casi como una aventura, sin ser conscientes del tiempo que pasarían sin ver a sus padres; las madres completamente conscientes de la situación, como mujeres adultas, vivieron el duelo de la separación de sus familias y el trauma que supuso el exilio de otra forma. El cómic muestra estas diferencias generacionales sobre las distintas formas de vivir el duelo. Además, el rol de las mujeres fue fundamental como guardianas de la memoria y de la cultura de origen.
Madres y maestras asumieron el rol de cuidadoras, transmitieron la cultura, el idioma, y las tradiciones vascas. Rompieron con los roles de género al convertirse en “cabezas de familia” y ser ellas las que tomaban las decisiones. La situación les empujó a ocupar los espacios públicos y estas experiencias afectaron a la forma en que las hijas vieron a sus madres, en muchas ocasiones, como figuras de autoridad y fortaleza.
El cómic también destaca el papel crucial de las andereños que brindan apoyo no solo logístico, sino que ayudaron a los niños a integrarse, siendo figuras de protección en ausencia de sus padres. En la narración, aparecen dos personajes simbólicos, una maestra catalana que acompaña a los niños a la U.R.S.S. y vive con ellos en la casa-escuela, y la andereño que les acompaña a Reino Unido, y organiza excursiones y festivales para conseguir financiación para el mantenimiento de los niños, además de cantarles en euskera y promover su fe católica.
El régimen franquista silenció las historias de los exiliados infantiles e impuso un discurso único. Considerados “rojos”, muchos sufrieron control y marginación al regresar, como el caso de los que fueron a la URSS. Además, debido al adoctrinamiento político en las escuelas, se perpetuó el silencio sobre la guerra y se impuso la ignorancia sobre el exilio infantil y sus implicaciones. Memorias del Exilio busca romper ese silencio, hablar colectivamente de episodios del pasado que nos han sido negados, recuperar las voces de mujeres y niños como protagonistas y preservar las vivencias de los exiliados, a través de este cómic cuyo relato trata de ser reparador para curar viejas heridas que aún permanecen abiertas.
Los autores
Begoña Garrido
Doctora en estudios culturales por la Universidad de Reading, especializada en el primer franquismo. Actualmente trabaja en la investigación y divulgación de la memoria histórica.
Oskar Gorroño
Licenciado en Bellas Artes, por la UPV/ EHU. Desde 2003 ha compaginado la ilustración de libros, manuales y revistas con la enseñanza de las artes plásticas en su academia.
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